Aznar y el Papa Wojtyla -- Enric Sopena

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El Plural

El nuevo libro de Aznar contiene enardecidas loas a Juan Pablo II. El ex presidente del Gobierno demuestra así que tiene la memoria flaca ?no ya la histórica, sino también la reciente-, porque parece olvidar que, con motivo de la guerra de Irak, su posición se situó en las antípodas de la del Pontífice de la Iglesia católica.

Mientras Karol Wojtyla trataba incansablemente de ?evitar al mundo otro dramático conflicto?? e insistía en el ?diálogo?? como poderoso instrumento para preservar la ?paz?? ??nunca es demasiado tarde para el diálogo??, proclamó en vano el Papa-, Aznar se paseaba por el mundo anunciando la buena nueva de la invasión de Irak. Y acudía a las Azores a prender la mecha de la guerra y se desgañitaba propagando falsedades para encubrir la barbarie bélica.

En aquellos días aciagos, el Papa envió al cardenal Pío Laghi a la Casa Blanca para conversar con George W. Bush y convencerle de que depusiera su decisión guerrera. Laghi había sido durante años nuncio apostólico del Vaticano en EE.UU. y conocía, por consiguiente, y muy bien, la sociedad norteamericana y los entresijos del poder.

La reunión duró no más de 40 minutos. El encuentro fue ?muy franco y claro?? ?declaró Laghi-, pero Bush no modificó en absoluto sus planes. Añadió Laghi que, en todo caso, la opinión del Vaticano continuaba ?siendo que un ataque preventivo contra Irak es inmoral, ilegal e injusto, a menos que esté respaldado por la ONU??.

Todo esto lo sabía, por supuesto, Aznar. Y no hizo caso del Papa. Ningún caso. Aquel presidente católico del Gobierno de España no pestañeó en momento alguno cuando oyó o leyó las palabras del Papa condenando con energía la estrategia de Bush y de sus amigos. Aznar fue fiel a Bush e infiel al Papa. Ahora lo alaba. Y asegura que Wojtyla es uno de sus referentes. Esta doble moral -la de poner una vela a Dios y otra al diablo- lo delata una vez más.

Aznar, el refundador del PP, es un maestro en el arte de decir una cosa y predicar la contraria. O al revés. Dialogó y negoció con ETA y luego, aunque aquello fuera público y notorio, lo ha desmentido. Alardeaba de centrista y condujo el PP a la derecha extrema o radical. Se jacta de ser un hombre de profundas convicciones y, en la práctica, no es más que un oportunista. En esto Rajoy, su delfín, lo emula a la perfección.