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Al abordar nuestros más remotos orígenes, historiadores y antropólogos suelen recordarnos los vínculos familiares que nos unen con nuestros primos, los chimpancés. Y de estos primos arcaicos (cerca de 200.000 años nos distancian) dicen algo que, solo por pura coincidencia, anticipa comportamientos de algunos de los primos de hoy.
Se dice, por ejemplo, ?que solían vivir en pequeñas tropillas…, que forman amistades estrechas, cazan juntos y luchan codo a codo contra papiones, guepardos y chimpancés enemigos??. Y más significativo aún, se dice que ?su estructura social tiende a ser jerárquica. El miembro dominante, que casi siempre es macho, se llama ?macho alfa??. Otros machos y hembras muestran su sumisión al macho alfa inclinándose ante él al tiempo que emiten gruñidos, de manera no muy distinta a los súbditos humanos que se arrodillan y hacen reverencias ante el rey. El macho alfa se esfuerza por mantener la armonía social dentro de su tropilla.
Cuando dos individuos luchan, interviene y detiene la violencia. De forma menos violenta, puede monopolizar manjares particularmente codiciados e impedir que los machos de categoría inferior se apareen con las hembras?? (Cfr. Yuval Noah Harari, Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Penguin Random House Grupo Editorial, 2016, p. 39 y ss.).
Mirando ingenuamente esta imagen de nuestros antiguos parientes, uno no puede reprimir un sentimiento de ternura. Porque ¡qué arcaicos y esclavos eran los pobrecillos! Ni siquiera llegaban a gozar de la pequeña libertad de sus primos, los Homo sapiens, para poder librarse de la tiranía del macho alfa. Una vez impuesto, la tropilla se sometía incondicionalmente al macho alfa que, mientras hacía carrera aspirando a la posición suprema, pasaba ?mucho tiempo abrazando, dando golpecitos en la espalda y besando a los bebés chimpancés?? ¡Qué extraño, ¿verdad?! Pero, claro, ¡entonces no había democracia!
Pero hoy día, aunque tengamos la tentación de confundir los gestos de algún mandatario con los de su primo el macho alfa y queramos equiparar la tropilla con algún partido político, tenemos que decir rotundamente que no es verdad. Nuestro líder supremo llega a ese lugar intocable por maestría personal y por los votos de la tropilla a la que antes ha abrazado, le ha dado golpecitos en la espalda y ha besado a sus bebés?? Y esta, que ve en él su protección, le profesa absoluta sumisión porque lo cree el más fuerte para hacer lo que hoy hay que hacer y ¡que no se puede hacer de otra manera de como se hace! Algunos de la tropilla, pero son mínimos e insignificantes, a veces empiezan a no ver bien que macho alfa ?monopolice los manjares particularmente codiciados?? y que tenga que excluir ?aunque siempre ¡con harto sentimiento!? de estos y otros majares a ?los machos de categoría inferior??. Pero se trata de cosas sin importancia.
Hoy ?hay que decirlo muy alto? ¡estamos en el mejor de los países posibles! Ahí está el crecimiento imparable de la economía y la creación desbordante de empleo para probarlo. La similitud que algunos y algunas, malévolos y desinformados, quieren ver con el querido primo chimpancé, ¡es, pues, solo pura coincidencia!