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?Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: No matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla [??] En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!??.
Esta profética homilía pronunciada el 23 de marzo de 1980, fue la última gota que colmó el vaso de los enriquecidos y represores que lo odiaban. Al día siguiente, cuando estaba celebrando la Eucaristía en el hospitalito de cancerosos en San Salvador, una bala asesina acabó con su vida dedicada a la acogida y defensa de los pobres.
Mons. Romero, preveía su muerte con anterioridad, como se desprende de sus palabras: ?si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño??.
La irrupción del Espíritu
Los Evangelios nos dan a conocer que al ser asesinado Juan Bautista, JES?S, impulsado por el Espíritu, comenzó en Galilea la misión de proclamar el Reinado de Dios a los pobres y las curaciones a los enfermos. Esos fueron los motivos principales por los que las autoridades religioso-judías y político-romanas crucificaron a JES?S en Jerusalén en el siglo I.
Después que en 1977 asesinaron al jesuita salvadoreño Rutilio Grande en Aguilares junto con dos de sus colaboradores por defender a los campesinos frente a los terratenientes, el arzobispo Romero de San Salvador se sintió conmovido por el Espíritu de Dios para ser el defensor de los pobres y pacificador de la sociedad, frente a la brutal oligarquía que con el gobierno y los militares salvadoreños causaron unas 100.000 víctimas en la guerra contra el pueblo. Como JESUCRISTO, también sufrió el martirio.
Mons. Romero, con la entrega de su vida por la justicia y la paz en El Salvador, pasó a integrar la lista de mártires profetas del siglo XX, entre los que destacan: Juan Gerardi en Guatemala, Martín Luther King en Estados Unidos, Dietrich Bonhoeffer en Europa, Gerardo Valente Cano en Colombia y Enrique Angelelli en Argentina.
Si JES?S fue combatido por las autoridades del judaísmo y los grandes grupos religiosos saduceos y fariseos, a Romero se le opusieron los obispos de El Salvador y los cardenales de la curia romana, salvo su sucesor Mons. Arturo Rivero y Damas.
Precisamente, aunque Pablo VI animó a Mons. Romero, fue contrariado por los papas siguientes; incluso rebajaron su ejemplar martirio, pues tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI consideraron que fue víctima de un conflicto político y los obispos salvadoreños opinaron que fue por amor a los pobres, pero el papa Francisco ha estimado que Mons. Romero fue asesinado por odio a la fe en JESUCISTO.
El profeta Romero, llegó a decir: ?Yo denuncio la absolutización de la riqueza??. Ya cerca de su muerte manifestó: ?Si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad??.
Ante una personalidad tan destacada en el cristianismo que promovió el Concilio Vaticano II y las Conferencias del CELAN en Medellín y Puebla como Oscar A. Romero, el también jesuita y mártir español-salvadoreño Ignacio Ellacuría, exclamó: ?Con Oscar Romero Dios pasó por El Salvador??.
La ceremonia de beatificación
Ante más de 300.000 participantes y cientos de concelebrantes, presidieron el acto de beatificación el 23 de mayo en San Salvador, el cardenal Vicenzo Paglia y el prefecto para la Causa de los Santos Ángelo Amatd. Se leyó un mensaje del papa Francisco, que entre otras cosas, ?exalto a los religiosos que como Romero han ofrecido su vida por la libertad de los pobres y contra la represión??.
Asombroso. El partido ARENA, cuyo fundador Roberto d?Aubuisson fue el autor intelectual del asesinato de Romero y el partido FMLN que simpatizaron con el profeta, participaron en la celebración. Esperemos que la beatificación de Romero no sirva para suavizar su mensaje profético a favor de la liberación de los empobrecidos.
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