Reflexión 4 sobre la segunda asamblea eclesial de Chile: Tres líneas para fundamentar acciones en el primer desafío: 1. estar en la calle -- Agustín Cabré

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elcatalejodelpepe

Hay que recordar que el primer desafío detectado en la Asamblea (y que estamos tratando en estos cuatro comentarios) se refiere a lo que llamó ?crisis de fe y bñusqueda de sentido?? en la sociedad de hoy,
La Asamblea confirmó la necesidad de profundizar la espiritualidad para abrirse a los nuevos tiempos y lograr un tipo de servicio pastoral (?conducción pastoral?? lo llama) que sea participativo y en comunión.

Y añadió que para ?abrirse a tiempos nuevos hay que 1) fortalecer el diálogo y los espacios de encuentros en la calle; 2) trabajar sobre nuevas temáticas para darle respuestas pastorales; 3) ser protagonistas de la vida social y no responder tardíamente a las situaciones; 4) profundizar en la dimensión social de la fe; 5) trabajar por una iglesia ?en red?? o sea vinculada a las organizaciones territoriales y funcionales de su entorno.

1). Interesante este llamado a ganar la calle para dialogar cara a cara con los vecinos. Para ello, primeramente hay que ver a los vecinos. Interesarnos por ellos. Establecer canales de comunicación con ellos. La comunidad católica hace muchísimos años que perdió la calle. Solamente la ocupa en algunas grandes manifestaciones de religiosidad popular (algunas procesiones masivas, algún acontecimiento extraordinario como fue la visita de Juan Pablo II, y poco más). La calle pasó a ser una realidad abandonada, después fue algo indiferente, finalmente ha llegado a ser arisca para la pastoral católica.

Los grupos de evangelismo pentecostal están en la calle. De dos en dos, de tres en tres, siempre bien vestidos dentro de su sencillez de pueblo, sin temor al ridículo, incansables, insistentes, tercos como mulas, pesados como sopa de adobes. Pero están ahí, hablando, haciendo largos monólogos con unas cuantas citas bíblicas dispersas, regalando volantes y la revista Atalaya. Desde las parroquias los miramos y casi nos sonreímos.

¡Quién irá a hacerles caso! Sin embargo, año tras año ellos aumentan sus comunidades y nosotros vamos en disminución. Ver los últimos censos nacionales en que católicos y hermanos de la iglesia de la Reforma vamos en bajada y los del evangelismo pentecostal y los agnósticos van en alza. No pretendo que salgamos a hacer prosélitos, sino todo lo contrario: salir a abrazar al mundo y mostrarle el rostro amable de Dios sin ambiciones de traer gente al rebaño sino de servir al mundo en sus penurias y acompañarlo en sus gozos. Jesús no vino para meter gente en la sinagoga sino para compartir su vida (su cuerpo, su sangre, sus sueños) con los pescadores del lago y los campesinos de tierra adentro anunciando y viviendo los valores de una nueva humanidad.

Los obispos católicos de Latinoamérica y el Caribe lanzaron, en su último encuentro en la localidad de Aparecida, en Brasil, una gran campaña llamada ?misión permanente??. Consistía fundamentalmente en volver a ganar la calle. Tras unos débiles tartamudeos, la misión de Aparecida es hoy día una misión Desaparecida.
Son varias las personas que me han dicho que en mis comentarios generalmente hago denuncias pero no propongo respuestas.

Voy a ensayar alguna en este campo: ganar la calle es fortalecer la propia fe mediante una oración aterrizada y una preparación bíblica seria, es ocupar los medios de comunicación, es empapelar los barrios con mensajes de contenido valórico cristiano, es salir de la caverna parroquial y llegar a las casas de los vecinos con un saludo, un abrazo, un mensaje de parte de la comunidad católica; es integrar las organizaciones sociales del barrio y poner allí una voz de evangelio (atención que digo una voz de evangelio y no un sermón que actúa como repelente); Es regalar material escrito o dibujado sencillo y apropiado, es acompañar a los enfermos y a las personas solas o en necesidad, es meterse como uno más en los centros deportivos y culturales, sociales o de centros vecinales, y luchar desde allí por los valores humanos porque si son verdaderamente humanos serán también valores cristianos. Es integrarse a todas las luchas ciudadanas por la salud, por la vivienda, por la educación de calidad, por un transporte digno, por una mejor calidad de vida.

Es elocuente en Chile la actuación de los estudiantes que se han rebelado contra el sistema comercial de la enseñanza. Pero son en su inmensa mayoría los estudiantes de centros no confesionales. Los de colegios llamados de iglesia y los de las organizaciones pertenecientes a las iglesias de la Reforma no están en esa lucha. La gente está en la calle, y la iglesia ¿dónde está? Las comunidades de la nación mapuche levantan sus banderas y se toman los caminos. Las minorías sexuales realizan marchas por la igualdad. Diversas comunidades poblacionales al ver eternizadas las injusticias corta los caminos. Los pobladores se alzan por su derecho de vivir lejos de los chiqueros (caso Freirina), lejos de los humos venenosos de las usinas (caso Ventanas). Lejos de la muerte agazapada detrás de los contratos mineros que entregan a las grandes empresas multinacionales el oro, la plata, el cobre, el carbón, el agua, la vida de las gentes y el paisaje. Muchos creyentes están codo a codo en estas manifestaciones. Pero cuando el pueblo está en la calle, la iglesia (oficial y organizada) ¿dónde está?

La idea no es que vayamos a buscar gente para que venga donde nosotros, a nuestra comunidad, a nuestro templo. La idea es salir al encuentro de la gente y hacer iglesia (comunidad de personas comprometidas con la liberación que nos trae Jesús) allí donde la gente está. ¿No será algo de esto lo que está pidiendo tan insistentemente el papa Francisco al decir que dejemos la sacristía y vayamos a las periferias?