La imposición mundial del capitalismo bajo su disfraz más bárbaro desde hace aproximadamente dos décadas, lo que se da en llamar globalización neoliberal, no ha sido capaz, como afirman sus defensores, de solucionar las necesidades más básicas de la humanidad. Por el contrario, esa doctrina fundamentalmente económica ?pero también política, ideológica y social?, por la que el capital dinero tiene más importancia que el capital humano, ha generado más desigualdad social, más destrucción ambiental, más inseguridad, un desprecio terrible por los derechos humanos, por la diversidad cultural y por la soberanía de los pueblos y una quiebra insalvable entre el centro y la periferia del sistema.
Frente a esa concepción economicista y egoísta de la vida, en el planeta surge hace ya diez años el altermundialismo, una red de redes con la justicia social como único objetivo que bien pudiera ser el primer movimiento en la historia con conciencia global de que algo tiene que cambiar en el orbe, de que otro mundo es posible.
El egoísmo innato del hombre, como especie y como género, dividió el planeta siempre en dos, y con él la humanidad. Al resultado le llamó mundo. Norte y Sur, fieles y paganos, nobles y plebeyos, hombres y mujeres, izquierda y derecha, oriente y occidente, capitalismo y socialismo, ricos y pobres??
Surgido hace aproximadamente una década, hay quien dice que movimiento altermundista, en origen llamado antiglobalización, es el primero en la historia que adquiere conciencia global de que algo tiene que cambiar en el orbe, de que hay que darle una vuelta a esta locura a la que llaman globalización neoliberal y en la que el libre mercado y el capital prevalecen sobre lo social, lo cultural, lo político, lo ambiental y sobre la vida misma. Dotado de una increíble heterogeneidad de ideas ?muchas incluso contrarias entre ellas? y colectivos (sindicatos, agrupaciones de mujeres, gentes sin tierra, comunidades indígenas, ecologistas, obreros, intelectuales, labradores, pescadores??), la mayor parte deja en un lugar secundario sus reivindicaciones para centrarse en la tarea de derrotar a un adversario común al que llaman neoliberalismo.
Sin embargo, no es esto lo más novedoso, sino que tras una primera etapa de protesta y toma de conciencia ?de acción global?, este gigantesco movimiento social fue evolucionando también hacia el análisis del problema, hacia el planteamiento de propuestas alternativas al modelo ultracapitalista imperante y hacia búsqueda de un mecanismo de acción para llevarlas a cabo. Además, y como bien dice Carlos Taibo: ?Gracias a ellos se perfilaron, es posible que por primera vez en la historia, genuinas redes transnacionales en las que se dan cita, con afortunada primacía de las segundas, gentes del Norte y del Sur??.
Todos juntos sueñan con un altermundo, con una utopía que tocan con las manos, y están transformando el ambiente ideológico del planeta. Son el movimiento de movimientos; y creen firmemente que ?otro mundo es posible??.
1. La globalización neoliberal y sus efectos
Las dimensiones alcanzadas por el movimiento altermundista en tan poco tiempo sólo se explican por la entidad de su adversario y los efectos devastadores que originó. Si millares de activistas, intelectuales, economistas, filósofos, periodistas, sociólogos, científicos, e incluso políticos, que de una forma o de otra representan el lamento de millones de personas, deciden organizarse ?al menos ideológicamente? para hacer frente a la globalización neoliberal es a causa de su fracaso. Este proceso, fundamentalmente económico, pero también social, ideológico y político de manera indirecta, no fue capaz de dar respuesta a las necesidades más básicas de la mayor parte de los habitantes del planeta. Por el contrario, la imposición mundial del capitalismo bajo su disfraz más bárbaro generó más desigualdad social, más destrucción ambiental, más desprecio por los derechos humanos y la diversidad cultural, más inseguridad y una brecha insalvable entre el centro y la periferia del sistema. Y la brecha crece cada día, tanto en el interior del mundo industrializado, entre sus centros y periferias intrínsecas, como entre éste y los países en desarrollo (PED) o, como se dice a pie de calle, entre Norte y Sur.
Se trata, según Ignacio Ramonet, ?de una nueva era de conquista similar a la de los descubrimientos y la colonización, pero esta vez no son los Estados, sino las empresas y los grupos industriales y financieros los que se proponen dominar el mundo. No se aspira tanto a conquistar países como a conquistar mercados, aunque a veces una cosa implique la otra.??
1.1. El neoliberalismo como doctrina económica
Los que componen el Movimiento por la Justicia Global entendieron hace tiempo que deben estudiar a los ricos y poderosos y no a los pobres y a los que carecen de poder para acercarse a ese otro mundo posible. Vaya, que es fundamental conocer bien al adversario antes de adoptar cualquier acción correctiva.
Como afirma Noam Chomsky, en el sentido estricto globalización ?o mundialización? significa integración internacional. Nadie con un mínimo de juicio se opondría a la globalización. Sus defensores hablan de ella como de un sistema económico que integrará a todos los seres humanos en una armonía que traerá la paz al mundo y que va a terminar con las desigualdades. Podría ser así, pero la forma de llevarla adelante, esa que llaman neoliberal, va camino de terminar, si no lo hizo ya, en todo el contrario.
Hay autores que consideran que el término globalización, o más bien su empleo y promoción, fue discurrido a principios de la década de 1990 simplemente para contrarrestar la imagen negativa de palabras como imperialismo y capitalismo y, de hecho, este cambio es clave para que el nuevo orden mundial fuese asumido también por los partidos socialdemócratas y otros más izquierdistas. El hecho de que los referentes políticos sociales fuesen engullidos por un alarmante proceso de desarme ideológico puede ser uno de los detonantes de la explosión altermundista, de la sociedad civil, que paradójicamente parece divorciarse definitivamente de los partidos y de los aparatos de Estado como si estos no fueran instituciones civiles.
La globalización, al contrario que el neoliberalismo, no es un fenómeno nuevo en la historia. ¿Qué otra cosa fueron si no las ansias expansionistas del colonialismo? Karl Marx ya había hecho referencia a la mundialización del capitalismo a mediados del siglo XIX, en plena Edad de Oro del liberalismo clásico, en el que el mercado ya se imponía como elemento regulador de la sociedad. El fracaso de este, derrotado como doctrina económica en 1929 y decapitado con las guerras mundiales y la sangre de millones de personas, debía dar paso a otro modelo, que se comenzó a gestar enseguida, pero que durante un tiempo vio frenada su globalización por la existencia de los dos bloques sociomilitares en que quedó dividido el mundo.
Los orígenes del neoliberalismo hay que buscarlos en los acuerdos de Bretton Woods, poco antes de terminar la II Guerra Mundial, por los que se crean el BM (Banco Mundial) y el FMI (Fondo Monetario Internacional), y con ellos el nuevo Sistema Monetario Internacional, con los EEUU en el centro por la existencia del dólar convertible en oro, que servirá de referencia para las finanzas mundiales.
Más importante aún para estructurar este maquiavélico proceso fue el GATT (Acuerdo General sobre las Tasas Aduaneras y el Comercio) que, firmado por una veintena de países en 1947, tenía como objetivo instaurar nuevas legislaciones liberales menguando derechos aduaneros y otras limitaciones al comercio. Fue el precursor de la OMC (Organización Mundial del Comercio), que la reemplazaría en 1995, una vez firmados los acuerdos de la Ronda de Uruguay, para evitar conflictos comerciales entre los Estados. Además de los productos industriales y la agricultura, entraban en el mercado los llamados servicios (salud, cultura, educación??).
La crisis del petróleo de 1973, en la que Nixon suprime unilateralmente la convertibilidad del dólar en oro, abre una época de inestabilidad monetaria en la que el Departamento del Tesoro de los EUA ordena y manda; y en la que los Estados irán perdiendo poder frente a los mercados financieros, que van poco a poco destruyendo las barreras a los movimientos de capital.
Pero la globalización neoliberal ?o ultraliberal, pues ultrapasa los límites del liberalismo clásico?, esta nueva fase imperial que dirigen ya sin miramientos las empresas y que impulsan las finanzas, comienza en la década de 1980 con la llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y se consolida a principios de la de 1990, después de la caída del muro de Berlín y la muerte de la URRS. Camino libre.
En este momento es también fundamental a revolución de las comunicaciones, que propicia la aparición de una especie de ?economía virtual?? en la que por cables y ondas de satélite circulan los capitales, se arreglan cuentas, se ocultan pérdidas y se esconden beneficios en paraísos fiscales, surgiendo incluso empresas que no existen físicamente, que no tienen ni fábricas, ni oficinas, ni siquiera trabajadores.
Entramos entonces en lo que triunfalistas como Francis Fukuyama llamaron el fin de la historia. La única alternativa posible era el neoliberalismo y la idea de democracia de Occidente (pensamiento único, según Ramonet). Se abría una etapa de liberalización absoluta de los movimientos de capitales, de pura especulación en la que la economía real parece desaparecer y en la que la productividad pasaba a tener un papel secundario delante de la rentabilidad del capital. La empresa no es tan importante, sino lo que valen sus acciones, por lo que, como indica Xosé Manuel Beiras, se pasa de un modelo de capitalismo relativamente regulado a otro de capitalismo salvaje. Lo importante es el capital dinero y no el capital humano.
Todo este conjunto de políticas, conocido como CW (Consenso de Wáshington), funcionan con la imposición de la hegemonía absoluta de la economía sobre el resto de dominios sociales y con el mercado como mano invisible supuestamente capaz de corregir cualquier tipo de disfunción social. La mundialización llega con el librecambio sin límites, con la disciplina fiscal, con la liberalización de las tasas de interés, con la privatización de las empresas públicas, con las desregulaciones de los mercados de trabajo y de las normas de protección ambiental??
ATTAC (Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras de Ayuda a los Ciudadanos), una de las organizaciones más relevantes del universo altermundista, lo resume así: ?La libertad total de circulación de capitales, los ?paraísos fiscales? y la explosión del volumen de transacciones arrastran a los gobiernos a una carrera para ganar el favor de los grandes inversores privados. En nombre del ?progreso??, cerca de dos billones de dólares van y vienen cada día buscando una ganancia rápida, al margen de la economía productiva. La globalización financiera agrava los desequilibrios e inseguridad sociales, y menoscaba las opiniones de los pueblos, al limitar los controles que corresponden a sus instituciones representativas y a la mayoría de los Estados, responsables de defender el bien común. Dichos controles son sustituidos por lógicas estrictamente especulativas que sólo expresan el interés de las transnacionales en los mercados de capital, aspirando estos a constituir una especie de gobierno financiero mundial??.
1.2. El estado del mundo en el que nace la alterglobalización
Eduardo Galeano compara la economía mundial con el crimen organizado. No exagera. Los resultados de la aplicación del CW, ensayado por vez primera en el Chile de Pinochet, no se corresponden con el paraíso terrestre que nos venden sus defensores ni de lejos. Bajo la dictadura neoliberal se instaura la sociedad del 20/80, una ley no escrita por la que el 20% de la población debe tener el 80% de la riqueza. En 1960 el 20% de la población mundial de los países ricos tenía unos ingresos 30 veces superiores a la población del 20% de los más pobres. En 1995, 82 veces superiores. Un estadounidense era 38 veces más rico con un tanzano en 1990, hoy 61 veces.
Más que globalización se produce todo el contrario, una concentración de la riqueza en unas pocas manos: las 10 compañías más importantes en telecomunicaciones controlan el 86% de ese mercado mundial, los 10 productores de pesticidas el 85% y los 10 de ordenadores el 70%.
En este contexto son las empresas las únicas beneficiadas. El capital vence a la humanidad y las transnacionales pasan por encima de los Estados y, por tanto de sus habitantes. Así, de las 100 economías más grandes del mundo 52 ya no son países, sino corporaciones. ExxonMobil vale más que Pakistán y General Motors, que Argelia o Perú. Y lógicamente estas transnacionales son dirigidas desde países de la Tríada ?Unión Europea (UE), EEUU, Japón y satélites como Australia o Canadá?, que controlan el 75% de los intercambios comerciales planetarios.
Las desigualdades son pues cada día más gigantescas, tanto entre el Norte y el Sur del planeta como en el interior de los Estados, incluyendo los de la UE y los EEUU, que acumulan alarmantes bolsas de pobreza, desempleo, degradación ambiental, pérdida de coberturas sociales?? en un meteórico proceso que ya se conoce como la tercermundización de las ciudades occidentales. El sueño americano hoy es imposible para más de 38 millones de personas, que son las que en los EEUU viven bajo el umbral de la pobreza.
Con esta tesitura es difícilmente creíble que las políticas neoliberales estén, como dicen, sacando a la gente de la pobreza. Esto se constata con el éxito de los tigres asiáticos, como Corea, Singapur o China, que sirven de ejemplo a los gurús globalófilos pero falsamente, ya que emplean políticas muy alejadas de las del CW.
El Informe sobre el Desarrollo Humano 2005 advierte que de mantenerse las actuales tendencias a humanidad está muy lejos de cumplir los Objetivos del Milenio en 2015. A pesar de que hubo ligeros avances en la reducción de la pobreza extrema (del 28% al 21% de la población desde 1990) la brecha entre ricos y pobres crece cada día, lo que se traduce realmente en más pobreza. El Índice de Desarrollo Humano, que se calcula midiendo la esperanza de vida, la mortalidad infantil, las tasas de escolarización y alfabetización y el PIB por habitante, es hoy más bajo que hace tres lustros en veinte países. Actualmente el 40% de la población mundial vive en la extrema pobreza. Unos 1.000 millones con menos de un dólar diario y 1.500 con menos de dos. Unos 850 millones de niños y niñas ?uno de cada tres? sufren malnutrición y hay 1.000 millones de personas sin acceso al agua potable, de manera que cada día mueren 3.900 niños por infecciones derivadas de la insalubridad del agua.
En esta espiral de muerte quien lleva más las de perder es África, dónde 38 millones de personas están infectadas por un Sida que no pueden combatir porque no se les permite el acceso a los antiretrovirales patentados por las transnacionales gracias a las políticas del CW. El continente negro lleva como compañeras de viaje a Latinoamérica, gran parte de Asia y unos nuevos viajeros, los de las exrepúblicas soviéticas, dónde la esperanza de vida era de 70 años en 1980 y de 59 en la actualidad.
Y lo más doloroso es que hoy sobran recursos y tecnología para acabar con esta barbarie. Con sólo el 1% del patrimonio de las 200 empresas más ricas del planeta se financiaría la educación primaria de todos los niños del mundo. Pero esto no ocurre, porque a pesar de que los defensores de la globalización afirman que esta generó un alud de inversiones hacia los países más pobres, lo cierto es que estos van siempre a parar a Estados ?rentables?? ?África subsahariana recibe menos del 5% de estos flujos de capital?, que devuelven el dinero de inmediato por otras vías como las de la deuda, el coste humano de la explotación laboral de menores y la sangría de la emigración desesperada, a la que los países del Norte, contrariamente que al capital, cierran las puertas.
1.3. Exterminando culturas, destrozando el planeta
El estado de la humanidad después de dos décadas de globalización capitalista no avala pues la supuesta benignidad del proceso, que además de estrangular económicamente a los pueblos y de socavar su soberanía, condena a muchos a la desaparición. Si de algo se vale la globalización económica para imponerse es de un imperialismo cultural sin precedentes. Este intenta uniformizar las formas culturales ?tomando como imagen el consumismo norteamericano? y de paso las necesidades de la población, que se moldean según lo que precisen vender las empresas. La mafia de los cultivos transgénicos, que controlan unas pocas transnacionales que obligan a los campesinos a depender de ellas de por vida abandonando sus formas de producción tradicionales, y la concentración de los medios de comunicación como mecanismo de control, engaño y manipulación, son buenos ejemplos de la unidireccionalidad del llamado pensamiento único.
Pero el efecto más catastrófico del ultraliberalismo lo sufre el planeta en si. En los últimos años la destrucción de ecosistemas y la reducción de la biodiversidad se aceleró hasta límites insostenibles. La concepción del mundo únicamente desde la perspectiva económica parece hoy más que nunca incompatible con la sostenibilidad del medio ambiente, sobre todo en los países del Sur, castigados con el coste ambiental de la generación de riqueza del Norte.
De este modo, las comunidades periféricas ven como sus ecosistemas mueren poco a poco. El 75% de las pesquerías marinas está agotado por la sobrepesca; la tala indiscriminada e ilegal redujo hasta la mitad a cubierta forestal mundial; el 65% de las tierras de cultivo presentan graves niveles de degradación del suelo. A esto hay que añadir el aumento continuo de la explotación de las materias primas; la biopiratería, que ?introduce?? en el mercado recursos genéticos gestados por la naturaleza durante miles de años; el traslado de residuos tóxicos generados en el Norte al Sur, a países dónde se imponen desregulaciones; y los problemas globales por todos conocidos, como el cambio climático ?con la negativa de los EEUU a ratificar el Protocolo de Quioto?, la desertización, la destrucción del litoral por la especulación urbanística o la extinción masiva de especies ?5.000 veces superior a la natural. Todos y cada una de estos defectos planetarios tienen que ver con las actividades humanas, con una terrible contradicción entre economía y ecología que hace de esta cuestión la madre de todas las batallas, por cuanto es la vida en la Tierra a que está en juego.
1.4. Los actores de la globalización neoliberal
El movimiento altermundista identifica como los principales responsables de la globalización neoliberal a una serie de actores públicos: instituciones mundiales como la OMC, BM, FMI, OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo) y G-8; y otros privados: transnacionales y galaxias financieras (compañías de seguros, fondos de pensiones, agencias de bolsa). Los primeros son los brazos ejecutores de los grupos de presión que forman los segundos, cuyas voces se oyen con fuerza en foros publicitarios como lo de Davos o en el oscuro Club Bilderberg, una especie de junta secreta de dueños de empresas, jefes de estado e incluso casas reales que juegan, literalmente, a ser los amos del mundo. Hagamos un repaso:
FMI y BM. Susan George los define como los terribles gemelos, ya que sus competencias se mezclan o complementan. El FMI fue creado para hacer préstamos urgentes a países que no podían controlar sus balanzas de pagos. El dinero se devolvería una vez superados los problemas. Actualmente está formado por 184 estados miembros. El BM, que tiene los mismos miembros, se creó para ayudar a la reconstrucción de Europa después de la II Guerra Mundial mediante créditos, aunque una vez cumplida su función continuó haciendo préstamos a los países pobres. Teóricamente son instituciones democráticas, en las que las decisiones se toman por votación. Ora bien, la realidad es que los países que más fondos aportan tienen más poder, o todo el poder, pues impera la máxima de ?un dólar, un voto??, con algunas variantes en el caso del FMI.
Para los altermundistas estas instituciones son las principales responsables de la deuda de los PED. La función para la que fueron concebidos se ultrapasó completamente. Hoy, en vez de ser el Norte lo que ayuda al Sur, es el Sur lo que financia al Norte. A pesar de las ayudas y a los nada despreciables 4,5 billones de dólares que pagaron entre 1980 y 2001, los PED tienen hoy la deuda cuadriplicada. De una forma o de otra el dinero prestado se devuelve vía explotación de recursos, derechos de importación, etc. Entre 1983 y 2001 pagaron 368.000 millones de dólares más de los que recibieron en créditos. Bastarían 80.000 millones anuales durante diez años para garantizar las necesidades básicas de la humanidad.
Para entender esta situación hay que remontarse a la época del colonialismo. Las potencias europeas exprimieron a los países del Sur estableciendo abusivos sistemas de explotación de las materias primas para elaborar productos en el Norte. A cambio sólo aportaron lo suficiente para garantizar la buena vida de los colonos y las vías de exportación. La descolonización llegó en forma de liberación territorial, pero no política ni económica. El intercambio desigual continuó y los países pobres comenzaron a aceptar créditos. Ahí comenzó el proceso, que se agravó a partir de 1960, cuándo el BM estimuló la petición de más préstamos a bajo interés, pero variable claro, y con la Guerra Fría, en la que las superpotencias favorecieron regímenes corruptos y dictatoriales por todo el orbe. Con la subida del petróleo de 1973 y la de los intereses de 1979 la deuda se hizo inasumible, y en 1982 México anunciaba la suspensión de los pagos. Para hacer frente a esta crisis el FMI maquinó las políticas de ajuste estructural que, con el pretexto de eliminar la pobreza e instaurar la democracia, no son más que una imposición de la doctrina neoliberal sí o sí. Para ser ayudados se exige el fomento de la competencia, el control de la inflacción reduciendo el gasto social, la apertura del mercado a las transnacionales, la desvalorización de las monedas locales, la privatización de los servicios públicos. El BM, el FMI y el Club de París ?que negocia bilateralmente con los países pobres posibles reducciones de la deuda? se convirtieron en una mafia global de prestamistas exigiendo el pago de una deuda que para los altermundistas es casi siempre ilegítima, en la medida en que fue contraída casi siempre por gobiernos impuestos y no valora siglos de explotación colonial. De ahí la gran pregunta: ¿Quien debe a quién?
OMC. Nace en 1995 para sustituir al GATT y administrar los acuerdos de la Ronda de Uruguay, pero con extensiones. No sólo se encarga de regular los bienes industriales, también los servicios ?lo que se traduce en privatizaciones en todos los campos salvo el militar, policial y judicial, por el momento?, la agricultura y la propiedad intelectual, incluyendo las patentes sobre principios activos de medicinas, sobre los OMG (Organismos Modificados Genéticamente) y sobre los seres vivos. Con sede en Ginebra, está compuesta por 149 países y la norma es ?un país, un voto??, aunque por lo general nunca se vota. Las decisiones las toma la Tríada por ?consenso??, dado que la mayor parte de países no pueden ni mantener un embajador permanente en Ginebra ni seguir las complejas rondas de negociaciones.
Si los terribles gemelos afectan a los ciudadanos de manera indirecta, esta organización impone políticas de choque frontal contra sus derechos. La máxima es que el mercado predomina sobre el derecho nacional. Sus múltiples acuerdos son casi mandamientos divinos que le permiten meter baza en las leyes y asuntos internos de los países. Así, se producen situaciones como la llegada al Sur de productos del Norte ?muchas veces subsidiados? por debajo del coste de producción, con la consiguiente ruina de las economías locales. Los acuerdos más polémicos son el ADPIC (Aspectos de los Derechos de Propiedad Relacionados con el Comercio), que amplió la protección mundial de las patentes hasta 20 años y el AGCS (Acuerdo General sobre Comercio de Servicios), una brutal amenaza sobre los servicios públicos de muchos países y una piedra en el camino para los que los necesitan crear. Mediante lo AGCS la OMC considera ?en el mercado?? desde la enseñanza a la salud, pasando por el medio ambiente y el ocio (deporte, cultura??).
OCDE y G-8. Como dice Xavier Vence, ?el neoliberalismo no ataca realmente a los Estados, los utiliza??. A quien ataca es al Estado del Bienestar, de ahí que organismos como la OCDE y el G-8, constituidos por gobiernos, tengan también su papel destructor.
Son clubes de países ricos. La OCDE tiene 30 miembros y se creó originalmente para administrar el Plan Marshall en Europa. Su actual misión es la de perfeccionar las políticas económicas y sociales de los países promoviendo desde la flexibilidad laboral a la biotecnología. El G-8 lo forman EEUU, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia. Representa dos terceras partes de la riqueza mundial y sus reuniones son toda una exhibición de poder, autoridad y dominación mundial. Vigilan por el cumplimiento estricto del CW, deciden las engañosas políticas de condonación de la deuda y sus ministros de economía y finanzas discurren esas iniciativas en favor del desarrollo que siempre originan el efecto contrario en los países pobres.
Transnacionales y galaxias financieras. Según la ONU en el mundo hay unas 65.000 empresas transnacionales con unas 850.000 filiales, con ventas de cerca de la mitad del producto mundial. La cuarta parte de estas ventas están en el poder de las diez mayores. Todas realizan al menos un tercio de sus actividades en países dónde la mano de obra es más barata y la presión fiscal más débil, además de que en sus países de origen son de las empresas que mejor pagan pero que menos gente emplean. La fiebre de las fusiones, por las que aumentan la concentración y reducen la competencia ?lo que provoca reducción de puestos de trabajo?, es uno de sus grandes negocios, que amenaza con exterminar millones de pequeñas economías locales. Su presión sobre los Estados es tan grande, exigen tal cantidad de desregulaciones y ventajas fiscales, que acabaron por imponer su ley: el mercado gobierna, el gobierno gestiona.
Entre otras acusaciones se habla de explotación infantil, financiación de guerras civiles, dictaduras y tráfico de armas, violaciones de derechos sindicales, ensayos clínicos no éticos y destrucción ambiental a sabiendas.
Las galaxias financieras son las responsables de la anteriormente mencionada economía virtual. Da igual que tipo de empresa se posea, lo importante es su valor accionarial y los flujos de capitales que genera, que muchas veces acaban en paraísos fiscales. La productividad del capitalismo tradicional nada importa y por lo tanto la gente tampoco, pues básicamente son aberraciones creadas para ganar dinero con dinero.
Estos actores privados organizan grupos de presión sobre los Estados e instituciones como la ERT (Mesa Redonda Europea de Industriales), el Foro Europeo de Servicios o la DETA (Diálogo Empresarial Trasatlántico), que influyen sobre las decisiones políticas, tanto en el campo comercial como en el infraestructural, militar, biotecnológico o legislativo en general.
(*) Publicado en Tempo Exterior y difundido por ATTAC