Pan en los presagios de más hambre -- Katia Monteagudo (PL)

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Argenpress

La volatilidad extrema de los precios en los mercados agrícolas, sobre todo de los cereales, presagian en el actual año más frecuentes y mayores amenazas a la seguridad alimentaria global.
Así lo advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en su más reciente análisis sobre las perspectivas de los alimentos básicos para el 2011.

La organización refiere que los cereales han experimentando un incremento medio cercano al ciento por ciento, desde el inicio de la campaña el pasado mes de junio, ascenso que se ha mantenido durante el actual mes de enero.

También la entidad mexicana Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (ASERCA), en su seguimiento a los precios internacionales de las materias primas, ha observado que el maíz amarillo alcanzó el mayor nivel en los últimos dos años.

La tonelada de ese cereal se cotiza entre 244,87 y 267,11 dólares, y sus inventarios se colocaron en el nivel más bajo desde 1995.

El de trigo, según ASERCA, cerró recientemente entre 296,89 y 355,50 dólares la tonelada. Igual anda disparada la soya, con una cotización de entre 502,65 y 538,66 dólares por tonelada.

El valor del arroz en el mercado internacional entre enero y diciembre ha tenido variaciones, pero su tonelada oscila entre 495 y 617,29 dólares.

Tal panorama, además de la conocida vulnerabilidad del actual sistema alimentario global, ha puesto en alerta a la FAO, economistas, gobernantes, analistas y a millones de ciudadanos del planeta.

Más porque se sabe que esta situación permanecerá durante el transcurso del 2011. Arroz, trigo, azúcar, cebada y carne -alimentos básicos para la mayoría de la población- continuarán con precios altos e incluso con significativos aumentos.

Lo poco que avanzó el mundo durante el 2010 en la reducción de la cantidad de hambrientos crónicos, Primer Objetivo del Desarrollo del Milenio, podría perderse una vez más. La cifra ascendería a más de mil millones, advierten no pocas voces.

De mantenerse la tendencia, también se estaría sintiendo una nueva réplica de la crisis alimentaria del 2007-2008, alerta Rob Vos, director de políticas de desarrollo y análisis en el Departamento de Economía y Asuntos Sociales de la ONU.

Aunque aún esta crisis no se ha declarado oficialmente, comer hoy resulta más caro que en aquellos días. Desde el pasado mes de agosto los costos de los productos comestibles básicos comenzaron a dispararse.

En la actualidad el índice global de precios de productos agropecuarios de base (cereales, carne, azúcar, oleaginosas, lácteos) se sitúa en el nivel máximo desde que la FAO empezó a elaborarlo hace 20 años.

Este repunte, advierte la entidad, es una seria amenaza para la seguridad alimentaria de los países en desarrollo, donde se concentra la mayoría de la población global, y se gasta en la compra de comida hasta el 70 por ciento de los ingresos per cápita.

Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, advierte que el mundo vive el comienzo de una crisis alimentaria, la que de inmediato podría traer nefastas consecuencias a 80 países.

Abdolreza Abbassian, economista de la FAO, estima que varias naciones ya están en una situación muy tensa, como Burkina Faso, Mali, Mauritania, Níger, Senegal, Chad y Haití, además de Nicaragua y Honduras.

Los altos precios de las «commodities» agrícolas, refiere Abbassian, harán más frágiles a los países importadores con escasas reservas de divisas como Mozambique, Afganistán, Mongolia o Corea del Norte.

Una mayor hambruna para el Tercer Mundo será uno de los primeros efectos visibles de la nueva carestía a las puertas del planeta, la que también impactará en los bolsillos de familias y trabajadores del Primer Mundo y de los países emergentes.

Sequías, inundaciones, incendios son algunos de los fenómenos que han afectado a las actuales cosechas de cereales en Argentina, Ucrania, Australia y Rusia.

Este último país, tercer exportador mundial de trigo, perdió una cuarta parte de sus cosechas por la ola de calor y de incendios en el pasado verano, lo que indujo a sus autoridades a cancelar grandes volúmenes de venta al mercado internacional.

A la nefasta campaña de los cereales se le han sumado grandes movimientos financieros especulativos.

Varios expertos opinan que la presión en los mercados por las malas cosechas, ha puesto en alerta negativa a los especuladores, quienes hacen disparar los precios, mientras compran y acaparan.

Otros análisis aducen que la actual estampida también resulta el reflejo del crecimiento de la demanda por una mejor perspectiva económica en países emergentes, sobre todo en la India y China, donde se concentra casi un tercio de los habitantes del planeta.

Y como último componente añaden las distorsiones monetarias en los tipos de cambio, provocada por la debilidad del dólar y su guerra contra el yuan y el euro.

Pero lo interesante de este panorama es que el mundo no tiene una situación real de escasez, ya que cuenta con los alimentos suficientes para cubrir la demanda global.

Las reservas de granos se reconstituyeron en 2008-2009. Los depósitos de trigo en ese período pasaron de 166 millones 190 mil toneladas, a 196 millones 68 mil toneladas un año más tarde, refieren las estadísticas globales del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.

Incluso, en la campaña 2010-2011 se prevé llegar a 176 millones 720 mil toneladas, a pesar de las actuales adversidades climáticas.

Frederic Mousseau, director de políticas del Instituto Oakland, en la ciudad norteamericana de San Francisco, es otro de los convencidos de que esta alza en los precios no es un problema de escasez.

A su entender no hay carencia, si se considera que más de un tercio de los cereales producidos hoy en el mundo se emplean en alimento animal, y otra gran parte, cada vez mayor, en agrocombustibles.

Esta realidad, opina, además de provocar mayor nivel de pobreza y llevar más gente hacia la penuria, dificultará la recuperación de los países que afrontan una mayor inflación y en donde también caerá el poder adquisitivo de los consumidores en general.

Ya algunos bancos centrales, especifica Mousseau, están endureciendo sus políticas monetarias, y varios gobiernos ajustan su cinturón fiscal.

Igual se están viviendo revueltas, como en Argelia y Túnez, por el incremento de la harina, la leche y el azúcar. Las luchas por el pan estallan en Asia, África y hasta se anuncian en la bien alimentada Europa.

La ONU estudia la posibilidad de que se constituyan reservas de granos -parecido al banco central de arroz en el sur de Asia-, que podrían ser administradas a escala regional o entre varios países, para que se aseguren mutuamente contra los riesgos de las malas cosechas.

Los recursos para el desarrollo agrícola están llegando al punto más bajo de su historia, refiere la FAO. Los gastos gubernamentales en la agricultura de los países en desarrollo resultan muy pobres, apenas el cuatro por ciento de su producto interno bruto.

Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas, cree que la nueva crisis podría evitarse si los países del G-8 invirtieran los 20 mil millones de dólares comprometidos para reactivar la agricultura global con nuevas inversiones.

De esa cifra solo se ha materializado el 20 por ciento, porcentaje decepcionante, opina, por los imperativos de un mundo, por día con más bocas para comer.

Para el 2050, el planeta tendrá más de nueve mil millones de habitantes, y para satisfacer sus necesidades de comestibles habrá que incrementar en el 70 por ciento la actual producción agrícola global.

Más porque el cambio climático está impactando en múltiples formas la productividad agrícola y los ingresos rurales, en regiones donde ya se experimentan elevados niveles de hambrunas, y hasta en las que no.

Jacques Diouf, director general de la FAO, asegura que sin inversiones sólidas en la adaptación al cambio climático y la reducción de los desastres naturales en el sector rural, será imposible alcanzar la seguridad alimentaria del planeta.

El Banco Mundial ha estimado que sólo en los países en desarrollo, entre el 2010 y el 2050, habrá que invertir unos dos mil 600 millones de dólares por año.

Cuentas claras e inalcanzables aún, a pesar de los nuevos y mayores presagios de más hambre para un mundo cada día más caro, caliente y poblado.