IGLESIAS EN EL COMBATE AL VIH/SIDA

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Adital

El Consejo Mundial de Iglesias insta a las iglesias y organizaciones a promover y compartir una reflexión teológica y ética más profunda sobre el VIH y el Sida, además renueva su llamamiento a las Iglesias y a los Cristianos para que fomenten una intervención y participación más intensas y significativas de las personas que conviven con el VIH y el SIDA y promuevan y adopten políticas incluyentes en los lugares de trabajo y métodos innovadores y sostenibles de trabajo con redes de personas soropositivas. Las demandas forman parte de la más reciente declaración final del encuentro ocurrido en el mes pasado, en Suiza.

La declaración sobre el tema fue basada en las cifras alarmantes sobre la pandemia del Sida, que causa 8.000 muertes cada día, ha dejado huérfanos a 13 millones de niños y niñas y pone al descubierto la peligrosa situación de los sistemas de atención de salud de muchos países. Desde la primera aparición de la pandemia hace 25 años, se calcula que han resultado infectadas con el VIH 65 millones de personas, 25 millones de las cuales han fallecido. Sólo en 2005, se calcula que quedaron infectadas con el VIH 4,1 millones de personas y que fallecieron 2,8 millones como consecuencia de enfermedades relacionadas con el Sida. Actualmente, son las mujeres y los jóvenes las personas más amenazadas y en las que se propaga más rápidamente la infección.

«El Sida amenaza la existencia de las comunidades, malogra su capacidad de subsistir y ser productivas y desbarata las relaciones a causa del estigma y la discriminación que lleva consigo. La situación plantea un grave desafío para el liderazgo de las iglesias y su capacidad de responder a la crisis actual», afirma la declaración.

De acuerdo con el documento, la participación de los dirigentes de las Iglesias debe ser más incisiva. Afirma: los dirigentes religiosos deben comenzar por examinar sus propios comportamientos, actitudes y acciones que han podido ser cómplices en la marginación y estigmatización de las personas que conviven con el VIH y el SIDA, en lugar de acoger plenamente a esas personas y a todas las que sufren las consecuencias.

«Los dirigentes deben interpelarse a sí mismos, a los propias instituciones y a la sociedad para afrontar el problema directamente, rompiendo el silencio que alimenta todo tipo de temores, juicios, estigmas y discriminaciones. Los dirigentes deben apoyar las iniciativas que guíen a las personas a realizar opciones responsables para protegerse de la infección con el VIH, reducir la vulnerabilidad a la infección y fomentar comunidades de apoyo donde la gente pueda recibir una información y tratamiento apropiados», resalta.

Para el Consejo Mundial de Iglesias, esas instituciones tienen una función única y decisiva que desempeñar para detener esta avalancha y superar la pandemia, pues los sistemas de salud y apoyo establecidos y administrados por las iglesias y las organizaciones cristianas ofrecen algunos de los medios de atención de base más importantes a las personas que conviven con el VIH o el SIDA o están afectadas por sus consecuencias. Sin embargo, refuerza que es necesario superar el estigma e la discriminación que son fomentadas en muchas comunidades religiosas.

Apoyar los esfuerzos educativos que promueven la responsabilidad sexual y ayudan a proteger a las personas de relaciones sexuales que no sean de mutuo acuerdo y de la violencia sexual, garantizar el acceso a la atención de salud reproductiva, promover la vida proporcionando una información completa y basada en pruebas sobre la forma de prevenir la transmisión del virus, son algunas de las metas de trabajos que serán intensificadas por las Iglesias.

Según el Consejo, si no se intensifica urgentemente la respuesta al SIDA, no se alcanzarán ni el objetivo de 2010 de la Declaración de Compromiso ni el sexto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. «Si no se avanza mucho en la lucha contra el SIDA, resultarán también baldíos los esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio relativos a la reducción de la pobreza, el hambre y la mortalidad infantil».

Antes las cifras de que 40 millones de personas no tienen acceso al tratamiento antirretroviral, las iglesias piden a los gobiernos del G8 que cumplan sus promesas de financiación y acción para conseguir el acceso universal al tratamiento, cuidado y apoyo para 2010; y al sector privado, especialmente a las empresas farmacéuticas, que inviertan en las investigaciones y desarrollo necesarios para responder al VIH (por ejemplo, dosificaciones y diagnósticos pediátricos) y para asegurar que sus medicamentos destinados al tratamiento del VIH estén a disposición a bajo precio en los países de ingresos bajos y medios.