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Eran las 19,30 del viernes 1 de julio. La convocatoria unitaria que se había realizado para mostrar la repulsa por la masacre de Melilla había reunido a varios centenares de personas en la Plaza de la Virgen de Valencia. Las pancartas de diversas asociaciones de inmigrantes africanos presidían la concentración, y varios jóvenes de estas organizaciones dirigían el acto provistos de un micrófono que funcionaba gracias a que los responsables de la Basílica de la Virgen, que se encuentra en la plaza, les habían dado acceso a la corriente eléctrica de la iglesia para que funcionase.
Varias fueron las intervenciones de africanos de diversas asociaciones: denuncias llenas de rabia, de indignación, repletas de porqués sin respuesta que mantenían en un absoluto silencio a la masa de concentrados. Con regularidad los gritos de ?ningún ser humano es ilegal?? y ?policía marroquí y española: asesinos??; y los carteles sostenidos por los emigrantes y por parte del público que rezaban: ?las vidas negras importan??, ?por un mundo sin fronteras??, ?gracias a la población española por vuestro apoyo??.
Entre la masa de manifestantes y quienes dirigían el acto había un pequeño espacio, reservado para la prensa y para que la mayor parte de la concentración pudiera ver a los que hablaban.
De repente se oyó una voz, que gritaba: ¿quién ha visto a mi hijo? En un primer momento todo el mundo estaba sorprendido. ¿Qué era aquello? ¿De dónde procedía aquel grito desgarrador?
Una mujer negra, de unos cincuenta años, clamaba angustiada pidiendo a los presentes: ¿Quién ha visto a mi hijo? Mi hijo salió de la aldea hace dos años, se fue hacia el norte, quería llegar a Europa, y no tengo noticias suyas desde entonces. ¿Quién me puede dar noticias de mi hijo?
Mi hijo es un chico alto, fuerte, tiene 22 años: lo sé yo porque soy su madre. Es un buen chico. Nunca nos dio problemas ni a su padre ni a mí.
¿Quién de vosotros puede darme nuevas de mi hijo, alguna noticia que me indique que está vivo, que no se ha ahogado en el mar, que no está preso, que no ha muerto en la valla de Melilla?
Por favor, os lo ruego, decidme si le habéis visto. Necesito que alguien me de noticias de mi hijo.
La mujer iba preguntado a quienes estaban en las primeras filas, que iban retrocediendo, haciendo más amplio el espacio inicialmente reservado a la prensa. Se dirige a un fotógrafo y le interpela frontalmente: ¿Puedes darme noticias de mi hijo? ¿Sabes dónde está mi hijo? El fotógrafo no sabe qué hacer, retrocede y se integra aún más en la masa de manifestantes.
Era buen estudiante, decía que quería ser médico, pero no podíamos darle estudios. En nuestra aldea no tenemos médico y él quería aprender a curar las enfermedades de nuestra gente y de los vecinos de los otros poblados. Era muy inteligente, fuerte, alto, tenía muchos amigos en la aldea y nos ayudaba en casa en las tareas del campo.
La mujer recorría el círculo que se había formado en la primera línea de la concentración, gritando sobre el paradero de su hijo; la gente estaba impresionada por la angustia, la tristeza, el dramatismo con que aquella mujer reclamaba noticias de su hijo.
¿Quién ha visto a mi hijo? ¿Alguien puede decirme dónde está mi hijo? Os lo ruego si sabéis algo de él decídmelo, por favor, es mi hijo. Lo he cuidado durante años, mientras crecía, y estaba muy contenta de él. Yo era muy feliz teniéndole en casa, ¿por qué se fue? Era fuerte, alto, cariñoso, nunca nos dio disgustos. Solo quiero saber dónde está, si está vivo, si está enfermo, con quien anda, en qué lugar se encuentra.
La mujer seguía recorriendo las primeras filas de los concentrados, interpelaba a algunos asistentes, se mesaba los cabellos y hacía con las manos gestos de desesperación.
Mi hijo tiene un hermano pequeño, que pregunta diariamente por él; quiere irse también de la aldea. No quiero que se vaya y lo pierda como al mayor. Pero no sé si podré evitarlo. ¿Quién nos cuidará cuando seamos viejos?
Ahora solo quiero saber: ¿dónde está mi hijo? Os lo ruego si sabéis algo de él, decídmelo. Es un sinvivir. Solo esperamos noticias suyas.
¿Alguno de ustedes sabe dónde está mi hijo? Por favor??
Para hacer de Madre Coraje, la mujer que dejó en el mayor de los silencio a los concentrados en la plaza de la Virgen de València, no tuvo que estudiarse el guion. Muchas madres africanas lo conocen bien.