En la actual restauración clerical que estamos viviendo, la secularización de tantos sacerdotes, religiosos y religiosas tras el Vaticano II es aún una realidad que se quiere tapar.
El Vaticano, a través de un artículo de Civiltà Cattolica opina que no son tantos y que muchos vuelven.
En Cataluña se publicó el año pasado un libro, ?Les plegades??, con una tesis muy diferente.
Bajo título tan sugerente de ¿POR QU? NOS SALIMOS?, 14 sacerdotes acaban de publicar un libro donde dan sus razones. Primero, claro está, exponen por qué entraron (interesantes las desmitificaciones que se hacen de la vocación, en algunos casos harto pintoresca), cómo fueron educados (perfección inalcanzable y deshumanizada, formación sexual irracional y absurda, obediencia como virtud principal, etc.), cuáles fueron sus experiencias pastorales, los motivos que tuvieron para abandonar la clerecía (en contra de lo que se ha dicho, las deserciones no se debieron tanto a enamoramientos sino a una profunda desilusión, a una soledad insoportable en un mar de contradicciones??) y, finalmente, el camino recorrido desde entonces.
Los cristianos deben dar razón de su fe, enseña san Pablo. ¡Y de su conducta! Estos sacerdotes, estoy seguro, hubiesen dado cuenta detallada de su decisión a las comunidades cristianas que presidieron si, en su día, la intolerante jerarquía que padecemos (obispos diocesanos, dicasterio cardenalicio correspondiente y el papa) no lo hubiese prohibido. La jerarquía sabe muy bien que, detrás de cada ?defección sacerdotal?? (así la llaman ellos) laten pecados estructurales que no está dispuesta a reconocer ni quiere que se destapen. Se queda más tranquila, diciendo: ??¡No eran de los nuestros!??, o bien ?¡Han traicionado su vocación!??.
Todo el mundo debe saber que, en el rescripto de secularización, se manda a los sacerdotes que no vuelvan a las parroquias en que hubiesen ejercido su ministerio o a los lugares donde se les conozca. ¿Porque son apestados que pueden escandalizar y corromper a los feligreses o porque les pueden abrir los ojos??? Como en su día, por esas y otras muchas circunstancias, estos sacerdotes no pudieron hablar, lo hacen ahora.
Tarde, pero no por su culpa.
Estos 14 testimonios (pequeñas historias de vivencias bien diferentes) no son número suficiente para una encuesta y menos para un estudio sociológico, pero muchas historias como ésas son imprescindibles para conocer la Historia de la Iglesia por dentro. La Historia de la Iglesia, grandilocuente, con mayúsculas, ya se encargan de escribirla la jerarquía y sus aduladores.
En las historias, es curioso, descubrimos el impacto que tuvo el Concilio Vaticano II. Ese torbellino de aire fresco (la ilusión de volver a las raíces del Evangelio) iba a tener consecuencias impredecibles. La libertad de los hijos de Dios animó a muchos a valorar la secularidad y a reflexionar por su cuenta. Y ¡claro! comenzaron las dudas y las preguntas sin respuesta??
Esa atmósfera la retrata muy bien uno de los secularizados: ?El montaje ideológico de la espiritualidad de mi infancia y juventud estaba bien ensamblado pero era terriblemente frágil de modo que al desmontar un solo concepto todo el castillo de contrariedades y ambigüedades se vino abajo??.
Se vinieron abajo los mitos (pecado, culpa, sexo, infierno??) y se rompieron los pesados yugos que, en nombre de Dios, les habían echado encima (celibato, obediencia??). Digamos que el Concilio pinchó la burbuja dentro de la cual vivían muchos?? y el contacto con el mundo real puso en crisis el adoctrinamiento recibido.
Creo que no debo decir nada más. Vale la pena leer el libro y escuchar de primera mano a cada uno de los protagonistas.
Les llamaron traidores, judas, algunos amigos y familiares les negaron la palabra. No hay cifras oficiales de cuántos fueron, aunque se da por seguro que en la diócesis de Valencia hubo más de 300. Son los secularizados, los sacerdotes que decidieron dejar el clero.
La mayoría lo hicieron en los años sesenta y setenta, tras el viento fresco del Concilio Vaticano II y la posterior decepción por la falta de aplicación práctica, aunque los testimonios llegan hasta principios de los noventa.
Las secularizaciones oficiales no se permitieron hasta 1964.
Alguno de los testimonios recogidos en el libro expone incluso el drama del destierro o cómo hubo casos de llamada al servicio militar tras abandonar el clero. No obstante, las circunstancias no fueron iguales para todos: dependió del obispo de turno y del momento, ya que el castigo se aligeró con el tiempo. También hubo quienes ni solicitaron formalmente la secularización, simplemente comunicaron al superior que dejaban la parroquia.
El libro pretende sólo dar voz a estas personas, a modo de «compensación» por los sufrimientos experimentados. No trata de minar las estructuras de la Iglesia, precisa Signes en la introducción. Algo para lo que «se bastan y se sobran algunos de los obispos, que, por lo que se ve, aspiran a implantar una teocracia medieval», agrega.
La crítica a la jerarquía es un rasgo común en los 14 testimonios (dos de los autores, Vicente Conejero y Francisco Tro, han fallecido en los últimos meses). Alguno la califica de «staff», como el de cualquier multinacional, y otros sostienen que no ha cambiado nada, por lo que hay quien declara una sensación de «amargura y alivio». Se entiende así que no exista arrepentimiento por la decisión tomada. Y eso que alguno dejó cargos de relevancia en la diócesis (vicario episcopal).
?¿POR QU? NOS SALIMOS LOS SECULARIZADOS ???
Coordinador: Antonio Signes
Escriben: Vicente Conejero, José Palau, Francisco Tro, Ramón Gascó, Antonio Vicedo, Antonio Duato, José Pellicer, Manuel Palomar, Luis Marco, Enrique Herrero, Carlos Pinazo, Onofre Vento, Francisco Gramage y Antonio Signes.
Editor: Carena editors. Valencia, 2008.
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