En medio de felicitaciones y regalos, entre cenas y bullicio, casi oculto por luces, árboles y estrellas, es posible todavía entrever en el centro de las fiestas navideñas «un niño recostado en un pesebre». Lo mismo sucede en el relato de Belén. Hay luces, ángeles y cantos, pero el corazón de esa escena grandiosa lo ocupa un niño en un pesebre.
El evangelista narra el nacimiento del Mesías con una sobriedad sorprendente. A María «le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo». Ni una palabra más. Lo que realmente parece interesarle es cómo se acoge al niño. Mientras en Belén «no hay sitio» ni siquiera en la posada, en María encuentra una acogida conmovedora. La madre no tiene medios, pero tiene corazón: «Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre». ··· Ver noticia ···
25 de diciembre, Natividad del Señor – A (Lucas 2,1-14): Volver a Belén -- José A. Pagola
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