«Es alarmante el desprestigio del Arzobispado entre los cristianos y la sociedad de Granada»
Cuenta A. Cárdenas en El Ideal que la sentencia absolutoria del arzobispo monseñor Francisco Javier Martínez, ha propiciado que se movilice de nuevo gran parte del clero descontento con su gestión y que piensa que es «alarmante el desprestigio de la institución episcopal entre los cristianos y la sociedad de Granada y que tiene como muestra un libro que circula por las librerías con el título de ‘Váyase señor Martínez’, donde se recogen los múltiples escándalos aparecidos en la prensa de ese tiempo».
En una nueva circular que harán llegar en los próximos días al Nuncio, los 132 sacerdotes de Granada (casi la mitad del clero de la provincia) dicen que «el enfrentamiento y el proceso judicial del Señor Arzobispo con un sacerdote de la Diócesis, ha significado para muchos cristianos un enorme sufrimiento y un verdadero escándalo». También dicen que dicho proceso «ha aumentado la indiferencia y la apatía entre los sacerdotes, la comunidades de religiosos y religiosas, las parroquias y el pueblo cristiano con el Pastor».
Sin proyecto
En otro punto de la extensa carta, se dice que «seguimos en la Diócesis sin tener un proyecto pastoral, una programación que responda a las necesidades de nuestras comunidades, unas prioridades o líneas de actuación que unos unan a todos en un proyecto común».
El malestar del sacerdotado granadino no es nuevo. Hace aproximadamente dos años, un gran número de sacerdotes enviaron un escrito dirigido al Nuncio en el que mostraban «su alarmante inquietud ante el desánimo, la crispación y la división creciente de la Diócesis».
En el nuevo escrito, firmado en marzo, se dice sobre el arzobispo que «él escucha, dice bonitas palabras y hace algunos propósitos, pero no cambia nada, todo sigue igual año tras año».
Dicen también que ya no confían en el arzobispo «porque él tiene sus planes y los pone en práctica al margen de los proyectos de anteriores pastores». También muestran su pesimismo sobre la intervención de instancias superiores en este problema.
«No podemos esperar nada de los vicarios y de los distintos organismos diocesanos. La sumisión despersonalizada, la falta de criterios propios, la incapacidad para presentar alguna iniciativa y la desconfianza hacia los sacerdotes que hacen alguna crítica, nos lleva a perder cualquier esperanza de un cambio alentado por ellos». Terminan diciendo que «nos duele profundamente el olvido».