13 de noviembre 2015: ¿Quién es responsable? -- José Luís Remírez (Bayona-Francia)

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

La fecha del 13 de noviembre de 2015 pasará a la historia no solamente porque 130 inocentes perdieron la vida. Este horror tiene un significado mucho más profundo de lo que puede aparecer a través de los numerosos y , en muchos casos, superficiales comentarios de los medios de comunicación.
No existe razón alguna que pueda justificar matar a un ser humano, y mucho menos en nombre de Dios, el que sea. Y que quede muy claro que, ante Dios, todos los seres humanos son iguales, sea cual fuere su país, su religión, sus creencias.

Este desaguisado humano, en ninguna manera justificable, nos sitúa enfrente de un disfuncionamiento global de las relaciones en la humanidad actual, relaciones regidas mayormente por la economía y en las que cada país busca ante todo su interés. Y, ahí, por favor, no nos dejemos llevar por un maniqueísmo simplista, el del enjuiciar de inmediato, no nos dejemos arrastrar a ese mundo un tanto pueril de los buenos y de los malos, de los verdugos y de las víctimas. Ese mundo, al que tan acostumbrados estamos, no existe.
Los verdugos. Y lo son. ¿Qué puede explicar ese comportamiento de locura? Me pregunto: ¿Qué terrible sufrimiento interior tiene que habitar a esos seres humanos para llegar a sacrificar sus vida matando a otros seres humanos? Son presos de locura consecuencia del cáncer de una fe desajustada y sacada de su verdadero contexto. ¿No son, en cierto modo, también victimas?

Las víctimas. Y lo son. Las 130 y todo el Occidente que se ha sentido profundamente herido. Y estamos con ellos. Pero me pregunto : ¿Es el comportamiento del Occidente en esos países , desde hace años, justo y desinteresado? Gran sufrimiento interior tiene que habitar al Occidente para que, en aras de su cultura y de una llamada democracia, imponga con sus medios, incluidas armas y finanzas, su visión del mundo. ¿No estamos ante un comportamiento desajustado, minado por el cáncer de la buena conciencia? Víctima, ciertamente, pero ¿No es, en cierto modo, también «verdugo»?

Todas las vidas humanas tienen igual valor, todas son únicas, dignas y respetables. En todas ellas, sin excepción, se halla una chispa divina.
Vivimos en un mundo complejo, un mundo lleno de mentiras y de medio verdades. Pero es el nuestro, en el que nos es dado vivir. De nada sirve el lamentarse.
Y es fácil decirnos, en nuestra «buena conciencia» que nosotros, cada uno, nada podemos hacer. Y, sin embargo, como personas y como cristianos, es eso lo que podemos hacer, hacernos la terrible pregunta, interiormente: ¿En qué soy yo responsable de este estado de locura del mundo?»

Responsable no quiere decir «culpable». Nada de juicios que esterilizan y paralizan, pero ponernos en frente de la realidad.
Cada uno de nosotros, ¿Qué papel estamos jugando? Porque las guerras, todas las guerras, empiezan en nuestros comedores, en nuestras cocinas, en nuestros salones, en nuestros dormitorios, en nuestras camas, en nuestras oficinas o talleres y fabricas. Todas las guerras del mundo empiezan en nosotros, en nuestro interior y desbordan en los que nos rodean.

Y es en esos mismos lugares donde empiezan todas las paces del mundo, en nuestros lugares de trabajo o de ocio, en nuestras casas, con todos los que nos rodean. Jesús decía: «MI paz os dejo, MI paz os doy» La paz no es la simple ausencia de guerra. La paz no es exterior en su inicio. Cada uno la ponemos en marcha o no. Ahí, sí que somos responsables ¿Qué estamos esperando?