El pasado día 29 de octubre, se cumplía el décimo aniversario del asesinato Mons. Christophe MUNZIHIRWA, arzobispo de Bukavu (R. D. de Congo). Fue nombrado arzobispo el 27 de marzo de 1994. Pocas semanas después, tuvo que dejar su diócesis para asistir en Roma al sínodo de los obispos para África. Cuando regresa a casa a finales de mayo se encuentra con un hecho que va a marcar el resto de su vida y culminará en su martirio: cientos de miles de refugiados ruandeses han buscado cobijo en la región congoleña de Kivu del Sur para escapar de las matanzas de hutus que se están produciendo en su país como venganza al genocidio de tutsis que había tenido lugar pocos meses antes.
Durante los dos años siguientes y hasta el mismo día de su muerte, Munzihirwa levanta su voz tanto en los foros locales como en los internacionales para defender los derechos de los refugiados y exigir que se les preste la debida atención, a la vez que propone un camino de paz basado en el perdón y la reconciliación para la región de los Grandes Lagos africanos.
Pero Munzihirwa no se limitó a defender de palabra a los cientos de miles de huidos que buscaban refugio en la región. También se preocupó de movilizar a los cristianos y a grupos de la sociedad civil para que cooperaran en las tareas de acogida de los refugiados, en la defensa de sus derechos contra los abusos de los grupos armados y en la promoción de la justicia y la paz. Este empeño por involucrar a las fuerzas vivas de la Iglesia y de la sociedad en la defensa y promoción de los derechos humanos, la justicia y la paz, es uno de los legados más significativos de Munzihirwa.
Puso a trabajar sus dotes de liderazgo compartido y su capacidad para unificar voluntades con el fin de afrontar el enorme drama humano, haciendo suyos los sufrimientos de todos esos cientos de miles de ruandeses que habían buscado refugio en Bukavu, y no descansó hasta conseguir que numerosos individuos y colectivos cristianos de la diócesis se sumaran a su acción por la justicia a favor de los refugiados. También denunció y actuó ante la invasión del Congo por el ejército de Ruanda con la excusa de estar actuando contra los rebeldes ruandeses cobijados en territorio congoleño.
En los primeros momentos de invasión ruandesa y de guerra, Munzihirwa envió varios mensajes a sus sacerdotes para que permanecieran junto a la población y la ayudaran a organizarse para afrontar juntos esos momentos difíciles y para protegerse mutuamente. ?Os pedimos que os organicéis por barrios ? les decía el 26 de octubre de 1996, tres días antes de su muerte-. Que cada jefe de barrio dirija las fuerzas vivas de la zona para mantener la seguridad??
Permanezcamos en casa. Es mejor que escapar. Además, ¿a dónde huir?…??. Al día siguiente, 27 de octubre, en su último mensaje, Mons. Munzihirwa hacía un llamamiento también a los periodistas: ?Aprovechen esta ocasión para ofrecernos a nosotros que estamos aquí, y quizás al mundo entero, una información más objetiva que presente al pueblo, según la deontología, el conocimiento de la realidad de los hechos. Eso evitará a la gente sucumbir al pánico injustificado sembrado, por una parte, por el ejército del Frente Patriótico Ruandés y, por la otra, por nuestros soldados que han huido de los combates??.
Uno de los primeros actos del ejército ruandés, tras su entrada en Bukavu el 29 de octubre de 1996, fue acallar de un tiro en la nuca la única voz que había sido capaz de unificar a la población para dar una respuesta solidaria al drama de los refugiados y, después, resistirse a los abusos de los invasores. El espíritu de Mons. Munzihirwa sigue inspirando hoy a numerosos colectivos eclesiales y de la sociedad civil de la R. D. de Congo que arriesgan su vida para hacer realidad el sueño de justicia y de paz que el arzobispo mártir de Bukavu les dejo como herencia.