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¿UNA CRUZADA MODERNA EN MARCHA?. Fawaz A. Gerges

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La Vanguardia

La polémica sobre los comentarios del Papa Benedicto XVI, que vinculó implícitamente islam y violencia, ha cesado; no obstante, la cuestión que más me preocupa es el extendido sentimiento que abrigan árabes y musulmanes en el sentido de que el islam se halla asediado y es objeto de un ataque generalizado. El hecho es que ahora se ahonda un foso de malentendidos e interpretaciones erróneas entre los musulmanes y sus homólogos occidentales.

En las últimas semanas he entrevistado a decenas de activistas musulmanes, defensores de los derechos humanos, islamistas, creadores de opinión y personas de talante progresista. Muchos de ellos me dicen convencidos que Occidente, y en especial Estados Unidos, libra una cruzada moderna contra el islam y los musulmanes.

¿Por qué?, pregunto en El Cairo a un egipcio defensor de los derechos humanos. “Fíjense en lo que Estados Unidos está haciendo en Iraq”, dice Hazem Salem, un veinteañero progresista. “Estados Unidos –señala– está utilizando la democracia como un disfraz para colonizar tierras musulmanas y robar nuestro petróleo”. Paso a presionarle: “Pero el presidente Bush dice que promueve la democracia en el mundo árabe”. “No –replica airado–, lo que hace es fomentar el caos y la guerra civil”. La invasión y ocupación (dirigidas por Estados Unidos) de Iraq, un país árabe y musulmán, está echando leña a un fuego ya de por sí bastante vivo. De profesores de instituto a taxistas tienen a Estados Unidos por una nueva potencia colonial.

Pocos musulmanes compran la moto estadounidense sobre la democracia y la libertad. Consideran que la presencia militar estadounidense en el corazón del islam forma parte de un siniestro plan para debilitar y para dividir el mundo del islam y someter a los musulmanes.

En tanto el debate en marcha en Estados Unidos se centra en el impacto de su presencia militar en Iraq contra las fuerzas de Al Qaeda, los políticos estadounidenses apenas prestan atención al hecho de hasta qué punto su presencia militar en Iraq ha provocado la radicalización de la opinión dominante árabe y musulmana. La guerra de Iraq está inclinando la masa media fluctuante de jóvenes árabes y musulmanes contra la política exterior estadounidense y occidental en general.

Iraq rivaliza con Palestina como herida abierta en el universo simbólico del mundo árabe. De manera creciente, los árabes y musulmanes vinculan los conflictos en Iraq, Palestina, Afganistán y Líbano, en el seno de una realidad conjunta: desde su perspectiva, todos ellos forman parte de una embestida occidental contra sus territorios y valores. Las caricaturas danesas y los comentarios del Papa caen dentro de la misma categoría. En mis conversaciones con árabes y musulmanes, me dicen que se sientan agraviados y asediados por el ataque occidental contra sus valores más íntimos y arraigados.

Los estudiantes de la Universidad Americana de El Cairo, plaza fuerte del progresismo, expresan su ira y rabia contra el ciego respaldo de Estados Unidos a Israel. “Bush ha dado carta blanca a Israel para atacar a los palestinos y los libaneses”, me dice Rania, una joven de extraordinarios ojos oscuros, mientras sorbe su capuccino en los jardines del campus. Einsiste a continuación: “La guerra contra el terror es una guerra sin límites contra los musulmanes”. Numerosos estudiantes de la Universidad Americana de Beirut comparten los puntos de vista de sus compañeros de clase egipcios.

Las actitudes de esos estudiantes de formación occidental –de clase alta y talante cosmopolita– son muy ilustrativas sobre la grave crisis abierta entre los musulmanes y los cristianos. He asistido recientemente a una fiesta de ruptura del ayuno (el Id al Fitr) en compañía de cientos de egipcios y árabes de todas las convicciones y formas de pensar. El orador, líder político moderado, dijo que el Ramadán de este año, el mes santo por excelencia del islam, coincidió con un ataque coordinado contra nuestra religión, y recordó a sus huéspedes que el máximo dirigente de la Iglesia católica y el presidente George W. Bush equiparan el islam con violencia y fascismo. “El Papa ha proporcionado a Bush la justificación religiosa para su guerra contra el islam y los musulmanes”, manifestó el orador, figura en alza en la sociedad egipcia, vestido de traje y corbata. Los asistentes asintieron en señal de acuerdo.

Naturalmente, el así llamado Occidente no libra una cruzada contra el islam y los musulmanes. Destacados países europeos se mostraron contrarios a la aventura estadounidense en Iraq. El Papa también manifestó que la invasión y ocupación estadounidense de Iraq es injusta y ha censurado las acciones indiscriminadas y brutales de Israel contra los palestinos y los libaneses. Al igual que el mundo islámico, el Occidente cristiano no es un monolito. Sucede, sin embargo, que ello posee escasa importancia en este caso, pues los musulmanes así lo creen. El propio Bush empleó la palabra cruzada para describir su guerra contra el terrorismo, como me sermoneó un líder islamista, Abed al Rahim Barakat. “Fue un lapsus lingüístico, enmendado posteriormente por la Casa Blanca”, repliqué. “No, fue un lapsus freudiano –afirmó con el semblante serio–. Dijo lo que llevaba dentro”.

Cinco años después de los atentados del 11-S, la pesadilla de un conflicto de religiones ya no está tan traída por los pelos. En los campos occidental y musulmán, esas minorías que redoblan los tambores de un choque de civilizaciones están consiguiendo audiencias más amplias. Y reúnen más adeptos para sus sombrías perspectivas. No debemos dejarles que triunfen en su intento de arrastrarnos al abismo de guerras religiosas.

Debe hacerse un esfuerzo concertado para solucionar los conflictos que hierven en Iraq, Palestina e Irán, que están envenenando las relaciones entre los musulmanes y los cristianos. Debe encontrarse urgentemente la manera de sacar a las fuerzas estadounidenses de las arenas movedizas de Iraq. De igual modo, debe acabar ya la sangría palestina. También es urgente ayudar a los musulmanes oprimidos por sus dictadores. El sentimiento de asedio y condición de víctimas experimentado por los musulmanes es un producto de la exclusión y la opresión socioeconómica y política en su propia casa. Representa una difícil exigencia, pero sólo podemos pasarla por alto a riesgo propio.


FAWAZ A. GERGES es profesor de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio y Asuntos
Internacionales del Sarah Lawrence College, de Nueva Jersey (EE.UU.). Autor del libro ‘El enemigo distante. Por qué la yihad se globalizó’ (CUP, 2005) y de ‘El viaje del yihadista: en el interior de la militancia musulmana’ (Harcourt, 2006)

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