Navegamos hacia las elecciones generales en un mar embravecido por meses de griterío callejero y parlamentario y por el estreno de derechos, nefandos para algunos. Seguimos torturados por las voces destempladas de una parte belicosa del episcopado español. El fin profetizado del combate socio-político será una victoria por la mínima. ¿Quién perderá? Seguro los más exaltados. ?Ultras?? que les llaman.
Estos pierden jirones de su honorabilidad.. Porque la sociedad no perdona las rémoras en su avance social. La humanidad tras el eclipse medieval de la persona humana -ignorante, sometida al poder feudal y eclesiástico, poseída por miedos y supersticiones- vivió la eclosión de la Ilustración como antes el Renacimiento. El enfrentamiento de lo moderno con lo medieval sintetizó una nueva sociedad.
Resucitó la persona humana.. Antes servil. Ahora democrática. Aquella penosamente sumisa, ésta gozosamente en vías de liberación.
Los obispos no suben al carro de la liberación de pueblos y personas. Obstaculizan el progreso de la sociedad. Aplican su poder a rehacer su Cristiandad siempre añorada. De su boca salen falsas palabras de ?libertad?? y ?derechos humanos??. Cuando el Vaticano no ha firmado esos ?Derechos humanos?? y en su organización priman la obediencia, la sumisión y el abuso del poder, que llaman divino, de sus jerarcas. Poderes que serán para gloria de Dios, y negativos para el bien del hombre.
Como el menosprecio de la mujer en la Iglesia: negar al sacerdote su derecho al matrimonio; imponer a los matrimonios, especialmente a la mujer, una moral insoportable; tolerar, silenciosos, los abusos del mundo ultraconservador…
Si quieren tutelar la vida política y social mejor que funden un controlado partido católico. Pero eso no interesa. Tiene riesgos, como la. fracasada ?Democracia Cristiana??. Obispos y Vaticano sueñan con una especie de tribunal, para validar, o no, las leyes gubernamentales. Puesto que son infalibles para interpretar la voluntad divina e imponer su particular y desvirtuado mensaje de Jesús de Nazaret ?que, por cierto, vivió pobre y sin poder.
Ante esta visión tridentina del Cristianismo, desacreditada y obsoleta, surgen de oriente a occidente pequeñas ?Comunidades Cristianas??, -también llamadas ?Comunidades de base??. Son mujeres y varones, sacerdotes y religiosas, todos como laicos en un plano de igualdad, estudiosos del Evangelio de los pobres para ponerlo en práctica. Quieren vivir la radicalidad del Evangelio desde el mensaje de Jesús de Nazaret que libera al hombre de toda esclavitud: tanto de la pobreza, como del abuso, de la sumisión, del miedo a Dios y a sus sacerdotes. Porque Dios se reveló en Jesús, como Padre, no como juez vengativo, ni como tirano sediento de sacrificios, ni como el Jahvé del Antiguo Testamento.
Para las ?Comunidades Cristianas?? ?con el espíritu del Vaticano II- no hay lugares, ni edificios, ni personajes, ni ornamentos… sagrados. Sólo es sagrado el hombre. Según Jesús libre y autónomo. ?Si quieres sígueme?? ?dice el Maestro. No impone dogma alguno. No castiga. Salva. Da su espíritu. Sólo exige el amor a sus seguidores.
Esperamos que el espíritu del Vaticano II arrumbe, por obsoleto, al de Trento.