¿SE ENAMORAN LOS OBISPOS? Carlos F. Barberá

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Alandar

Un amigo mío me reprocha que escribo siempre criticando a los obispos. Si es así, al menos que no caiga en la tentación de utilizar el privilegio de esta columna para desfogar mi malestar de funcionario frente a su jefe. Y si es que me repito en la crítica, que sea con buenos fundamentos. Con esa agudeza de los humoristas, capaces de sintetizar en una broma toda una filosofía, no hace mucho que Cortés hacía exclamar a uno de sus ángeles: ?¿Pero es que los obispos nunca se enamoran???. Se me ocurre que en el fondo, en el fondo, lo que reprocho a los obispos es que nunca se enamoren, que, por lo que puede verse, carezcan de ese toque de desmesura, de arrojo, de creatividad, de ingenuidad, de ternura, y hasta de tontería de la persona enamorada.

Nadie espera de un director de un banco otra cosa sino que administre bien y reparta buenos beneficios. Todo lo demás sobra. Ni de un registrador de la propiedad sino que inscriba sin errores los datos del registro.

Pero un obispo debería tener siempre ante los ojos la figura de Jesús que lloró ante la tumba de Lázaro, se entristeció con el joven rico, llamó zorra a Herodes, jugaba con los niños, se dejó perfumar por una mujer de dudosa reputación, comía con los pecadores, aceptó un homenaje popular montado en un burro y, llegados los momentos difíciles, no pudo ocultar su desolación.

No veo que a los obispos les pasen ninguna de estas cosas. Sin duda se me argüirá que conozco pocos obispos y que apenas les veo sino en actos oficiales pero es que justamente esa es una de mis objeciones, que casi no se les ve sino en actos oficiales.
Quiero contar como muestra de lo que digo tres o cuatro sucedidos del cardenal Rouco: Ya conté en este mismo periódico que, interpelado por un cura sobre si no sentía vergüenza por las largas vestiduras, las reverencias de los fieles, los primeros puestos en los banquetes, la respuesta fue que no porque eso es un lenguaje simbólico. En otra ocasión, cuando en una reunión de curas se le preguntó sobre el efecto alejador de la COPE, su respuesta fue que en la COPE no se imparten consignas y se respeta la libertad de opinión. Tercer caso: con motivo de una visita pastoral y en la reunión con los curas de un arciprestazgo se le plantea la cuestión siguiente: los inmigrantes ecuatorianos no se casan. En el mejor de los casos hacen una boda civil. Sin embargo muchos son personas religiosas y vienen a comulgar. ¿Hay que negarles la comunión? Respuesta literal: ?Bueno, antes en la misa no se comulgaba??.

Ante todas estos y semejantes sucedidos me he preguntado una y otra vez: Pero este hombre ¿no se enamora nunca? ¿nunca tiene una duda, nunca se desazona, nunca pierde pie, nunca se angustia, nunca se entusiasma?

Volviendo este año a casa tras la celebración de la Vigilia Pascual se me ocurrió poner un poco la tele antes de dormirme. Venía de mi parroquia, donde nos habíamos emocionado, habíamos cantado, bailado, abrazado, brindado… Jesús había estado vivo en medio de nosotros. Pues bien; a la una y media de mañana una cadena transmitía la ceremonia desde la catedral de la Almudena. No pude aguantar más de diez minutos. ¿Cómo podía ser la celebración de la Pascua algo tan aburrido, tan ritualizado, tan poco pascual?. Volví a pensar y esta vez ya no como pregunta: verdaderamente, este hombre no se enamora nunca.

Llegado a este punto del artículo, me viene a la cabeza la figura de nuestro querido Pedro Casaldáliga. ¿Por qué querido? No tanto probablemente por que conozca al detalle su labor pastoral sino porque siempre he visto en él un hombre enamorado. Se dirá que debe serlo como poeta que es pero también se puede formular al contrario: es poeta porque le brota de dentro el amor. Cuando escribía ?con mi pueblo en lucha vivo, con mi pueblo en marcha voy??, estaba dando cauce poético a una actitud enamorada.

¿Y si los demás obispos hicieran lo mismo? ¿si se sacudieran de encima los ropajes, los títulos, los palacios, las reglas, las convenciones, el lenguaje medido, las soluciones prefabricadas y el miedo al qué dirán ?sobre todo en Roma- y probaran a enamorarse? Al fin y al cabo es primavera y Jesús ha resucitado.

Es que los obispos nunca se enamoran