¿Qué «subsidios» ofrece Aparecida para un nuevo paradigma pastoral? -- Ángel García-Zamorano

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Amerindia en la red

Comencemos clarificando el título de esta exposición. El sentido de la palabra ?subsidios??, está calificado por ?nuevo paradigma??. Por consiguiente, no se refiere a una concepción minimalista de Aparecida, como ocurre a veces con los subsidios financieros que da el Estado para que una empresa privada continúe su operatividad, por ejemplo, el transporte público. En este caso, subsidio no tiene sentido de renovación sino de conservar lo que existe. Aquí nos referimos con ese término a los estímulos, alicientes, ayudas, criterios o medios que ofrece para buscar un nuevo paradigma pastoral que responda a los cambios que estamos viviendo. Se trata de transformar estructuras e inaugurar novedades.

Desde que terminó la V Conferencia del Episcopado L.A. (31 Mayo 2007) han ido apareciendo diversas publicaciones que tratan de evaluar su contenido, dar claves de interpretación del documento conclusivo, recoger sus luces y sombras, lo positivo y aspectos que estuvieron ausentes. Creo que avanzaríamos poco repitiendo lo mismo o conformándonos con aceptar el documento como está dando algunas explicaciones. Voy a procurar acercarme a él desde una perspectiva particular, tal como indica el título de esta exposición. Nos preguntamos por los ?subsidios?? ?en el sentido indicado-, que ofrece a los Agentes de Pastoral para buscar un nuevo paradigma pastoral y realizarlo para hacer posible el Reino; por el modelo pastoral que tiene que asumir la Iglesia en este mundo plural y problematizado ?para disminuir la hiriente inequidad que hoy existe en nuestro continente?? (DA = Documento de Aparecida, n. 538). Es decir, nos acercamos al DA para ver qué herramientas e instrumentos, elementos y mediaciones, podemos, o no podemos, encontrar en él para orientar y animar una pastoral que haga posible la misión o evangelización que propone.
1.- Aparecida, una Conferencia Pastoral
Comencemos afirmando que la Conferencia de Aparecida fue, al igual que las anteriores, una conferencia pastoral. Por tanto, desde esta perspectiva tenemos que acercarnos al documento conclusivo. Un documento doctrinal no es igual que uno pastoral, cuya finalidad es orientar las acciones de sus agentes y de los fieles en general. Para entender lo que significa ?pastoral??, mejor que teorizar puede servirnos recordar la actitud de Juan XXIII cuando convocó el Vaticano II. En su oración para preparar el Concilio, el Papa Bueno hablaba con acierto de «un Nuevo Pentecostés». No debía ser un Concilio para combatir algún error doctrinal o alguna ideología anticristiana. Debería ser un Concilio de diálogo, de apertura, de reconciliación y de unidad.
Juan XXIII encontró una Iglesia institucional muy encerrada, atrincherada en su ciudadela santa, con mentalidad eurocéntrica y fuerte centralismo romano. Pero esta misma Iglesia estaba siendo provocada por una serie de elementos internos y externos que le exigían definirse. Entre los primeros, estaban entonces el renacimiento de los estudios bíblicos en los años 30, la renovación catequística y litúrgica, los nuevos impulsos misioneros. Y entre los externos aparecían, el ansia de la reconstrucción y progreso después de la 2da. Guerra Mundial, el surgimiento de los dos grandes bloques y el comienzo de la guerra fría, el tema del armamentismo y la falta de recursos para los países más pobres, el neo-colonialismo y el racismo, la explotación del tercer mundo. Todo esto lo consideraba el Papa cercano y de interés para los cristianos y la Iglesia entera.
En esta breve alusión al acontecimiento más trascendental del cristianismo en el s.XX, podemos entender qué significa pastoral: Responder a los nuevos hechos que van apareciendo y a los retos que presentan para hacer presente en le historia el Reino de Dios. Junto a esto, estar atentos a las corrientes al interior de la Iglesia para que no se repliegue sobre sí misma ni se conforme con ofrecer un producto más en el mercado religioso. Lo dice el DA: ?La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros?? Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios?? (n. 367). En este momento, después de 43 años del Vaticano II, los desafíos son distintos o con distinto matiz, pero el planteamiento es el mismo: ¿Cómo responder a los nuevos desafíos? El peligro está, al igual que ocurrió entonces, que no recojamos el espíritu de Aparecida, nos enclaustremos y situemos al margen del mundo y de la historia. En otras palabras, que demos soluciones pastorales viejas a problemas nuevos. Son muchos los casos en que se prefiere desoír la voz de renovación y de diálogo para atrincherarse en el dogma y las cuestiones internas, olvidando que ?lo que se exige hoy a la Iglesia es que difunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio?? (Const. Humanae Salutis, 2).
Los Obispos L.A. se reunieron en la V Conferencia de Aparecida con la misma finalidad del Concilio. En el Discurso Inaugural, el Papa Benedicto XVI dice: ?Después de la IV Conferencia General, en Santo Domingo, muchas cosas han cambiado en la sociedad. La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegrías de sus hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo?? (DI 2 16, DA 16). Y en la carta en que autoriza el documento, afirma: En él ?hay numerosas y oportunas indicaciones pastorales, motivaciones con ricas reflexiones a la luz de la fe y del contexto social actual??.
Teniendo esto en cuenta, tratamos de discernir los subsidios (ayudas, elementos, medios) pastorales que ofrece el documento de Aparecida para orientar y animar la vida y el trabajo de los Agentes de Pastoral. Hemos de tener en cuenta que el documento es sumamente extenso, en muchos casos repetitivo, con distintas corrientes de pensamiento y de análisis, con toda clase de temas. Algo parecido a una enciclopedia o ?collage?? de textos yuxtapuestos que a veces son distintos, sino contradictorios, y responden a corrientes distintas y multiplicidad de tendencias en la Iglesia y en el colectivo episcopal reunido en Aparecida. Teniendo en cuenta que se trata de un documento pastoral debemos buscar en él aquellas herramientas de trabajo que nos ayuden a ser buenos pastores. Y ¿del resto? Prescindir porque puede oscurecer e incluso impedir alcanzar la finalidad que se propuso la Conferencia. Con este espíritu y actitud debemos cercarnos a los Documentos de Aparecida. Conviene tenerlo en cuenta porque muchas veces cualquier texto aislado, fuera de su contexto, sirve para apoyar ciertas afirmaciones y posturas que nada tienen que ver con el objetivo de la Conferencia; o pensar que por proceder el documento de una Conferencia Episcopal, tenemos que aceptar lo que dice tal como está escrito. Recordemos que esto no ocurre ni con la Sagrada Escritura. Para eso está la hermenéutica. El documento conclusivo no es más que un texto para orientar el trabajo pastoral del Continente para responder a los nuevos retos con que se encuentra la Evangelización. Por eso es necesario criterio para comprenderle.
2.- ELEMENTOS PARA EL ANÁLISIS PASTORAL DEL DOCUMENTO DE APARECIDA
El DA no es un documento aislado. La Iglesia de América Latina tiene una tradición y trayectoria particulares que hay que tener en cuenta. La Conferencia busca actualizarlas y ponerlas al día, de acuerdo a los nuevos factores históricos y eclesiales que se van presentando, para no estancarnos en una pastoral caduca que sólo busca satisfacer demandas religiosas y hacer planes de pastoral que no responden a las necesidades actuales. Por eso, en diversos lugares del documento, atendiendo el llamado del Papa en el Discurso Inaugural (n.2), se afirma que Aparecida se sitúa en continuidad con Vaticano II y Conferencias anteriores (cf. Doc. 9, 16, 19, 267). Pero al mismo tiempo reconoce que estamos ante ?una nueva etapa pastoral, en las nuevas circunstancias históricas?? (R 2).
En estas palabras aparecen dos elementos importantes. Por una parte, reconoce la peculiaridad de la Iglesia L.A., valora las Conferencias anteriores y la pastoral que ha impulsado. Por otra ?de acuerdo a su tradición-, busca dar respuesta a los retos históricos del momento. Dejando para más tarde esta segunda parte, preguntémonos primero por algunos elementos peculiares de las Conferencias anteriores que han dado vitalidad y animado la pastoral L.A. y cómo se sitúa ante ellos Aparecida.
2.1.- Sensibilidad histórica
Desde Medellín, la Iglesia de A.L. se ha caracterizado por su cercanía y sensibilidad al pueblo de Dios que peregrina en el Continente. Esto le ha hecho abrir los ojos a los excluidos sociales y explotados, tanto por el sistema predominante como por las oligarquías. Entre ellos, los indígenas y las mujeres, doblemente marginados por su condición de indígenas y mujeres (cf. DP 1135 nota 2). Esto hizo posible su opción y solidaridad con los más pobres (Med. 14.8) y no principalmente por razones sociales ?que también es válido- sino porque Jesús así lo hizo: ?Evangelizar a los pobres fue para Jesús uno de sus signos mesiánicos y debe ser también para la Iglesia signo de autenticidad evangélica?? (DP 1130).
Esta sensibilidad, desde entonces ha tenido sus altos y bajos, tanto por parte de las diócesis como de distintos grupos dentro de ellas. Pero ha dado frutos que perduran y no podemos olvidar, como el apoyo a las Comunidades Eclesiales de Base, manifestación eclesial del pueblo pobre y comprometido; la Teología de la Liberación, en la que sectores populares encontraron la expresión teórica a sus inquietudes religiosas, el apoyo a sus esperanzas, el fortalecimiento de su fe y el origen de proyectos pastorales que han tenido como referente a las clases sociales más pobres y olvidadas. Todo esto es manifestación de una particular sensibilidad a Dios y al hombre en que se ha encarnado: ?El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre?? (GS 22).
La impresión que produce la lectura del DA es que lo doctrinal y espiritual tiene prioridad sobre la situación real de las personas. No se trata de minusvalorar la doctrina y la espiritualidad, más teniendo en cuenta, como dijo el Papa, que ?la opción por los pobres está implícita en la fe cristológica??(DI 3i). Naturalmente, si en la pastoral falta la motivación fundamental que se asimila mediante la espiritualidad evangélica, esa opción podrá ser muy radical pero no nos identificará como cristianos sino como trabajadores sociales. No pretendo quitar valor ni a la doctrina ni a la espiritualidad sino reafirmarlo pero, si somos seguidores de Jesús, esa espiritualidad ?si es evangélica-, tiene que llevarnos, entre otras cosas, a ser muy sensibles y estar atentos a las personas como él lo estuvo. Por eso para él era más importante la persona que el sábado. Es parte de nuestra fe. Pero algo indica el hecho de que cuando la Asamblea recoge las palabras del Papa, tan llenas de esperanza y de vida, las rebaje añadiendo: ?Ella (la opción por los pobres), sin embargo, no es exclusiva ni excluyente?? (DA 392). Todos lo sabemos, pero esta acotación muestra que se está perdiendo sensibilidad y compasión, tan evangélicas, para dar la primacía a la doctrina y a la estructura. Es importante notar que las palabras añadidas al texto del Papa en el documento conclusivo, no figuran en la última redacción aprobada por la Asamblea de la Conferencia. Es uno de tantos textos de una redacción que fue entregada a la Comisión de Redacción sin ser propuesta ni discutida. Ha sido una instancia anónima y oscura que nadie sabe quién es, pero sí se conoce el resultado: desfiguró y quitó fuerza al documento final aprobado por la Asamblea.
2.2.- Compasión
Consecuencia lógica de la sensibilidad es la compasión, sentirse afectado y cargar con el sufrimiento ajeno. Es un aspecto importante del humanismo. La persona, por su naturaleza, no puede pasar de largo ante el dolor del prójimo. Cuando lo hace se deshumaniza porque el otro es un ser igual que yo. Cuando somos compasivos, deseamos que los sufrimientos de las otras personas cesen porque tienen derecho a una vida digna y humana. Tenemos que ser capaces de colocarnos en el lugar del otro para entender sus sufrimientos, compartirlos y sentir lo mismo que él.
La compasión no es señal de debilidad o sentimentalismo, sino de fortaleza emocional y espiritual. Tampoco es una virtud o cualidad pasiva sino sumamente activa, porque quien tiene compasión ?si es verdadera- ha de hacer algo para cambiar la situación que causa el sufrimiento, de lo contrario se vuelve cinismo, indiferencia y deshumanización. El Talmud -obra que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, leyendas e historias-, tiene una frase que es una verdadera joya: ?La caridad salva de la muerte?? ¿Qué es la caridad? Los vivos deben preocuparse por la tristeza o enfermedad del próximo. Quien no se preocupa no es realmente sensible; quien no es sensible no está realmente vivo. Y éste es el significado del llamamiento del shammash: la caridad nos libra de morir en vida?? (Citado por Jung Mo Sung).
La compasión ha estado muy presente en la Iglesia L.A. Ya la I Conferencia del Episcopado L.A. indicaba que ?muchos habitantes del Continente ?especialmente entre los trabajadores del campo y de la ciudad- viven todavía en una situación angustiosa??. Esta situación ?repercute forzosa e inevitablemente en la vida espiritual de esta numerosa población?? (Declaración III). Ese ?todavía??, en el transcurso de los años se ha ido debilitando y retrocediendo, como vemos, hasta hacer exclamar: ?La Conferencia de Medellín apuntaba ya, desde hace ya más de diez años, la comprobación de este hecho: ?Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte? (Pobreza de la Iglesia, 2). El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante?? (DP 88-89). El ?empobrecimiento social y solidaridad?? de que habla el texto de Sto. Domingo (SD 178-179), es expresión de lo mismo. Esto ha dado lugar a un acercamiento particular a los crucificados de la historia para bajarlos de la cruz. Los innumerables proyectos, tanto pastorales como sociales en todo el Continente, son exponente particular de compasión. Lo mismo indican muchas Cartas Pastorales de las Conferencias Episcopales.
Teniendo en cuenta que la compasión implica acción, después de Medellín se inició un proceso de encarnación de los agentes de pastoral en el pueblo, comenzando por muchos Obispos que dejaron sus residencias episcopales para vivir en casas sencillas. Fue una época de grandes esperanzas y realizaciones. Recordemos algunas figuras del tiempo de Medellín y Puebla: Helder Cámara, Evaristo Arns, Sergio Méndez Arceo, Manuel Larraín, Arnulfo Romero, Pedro Casaldáliga, Aloisio Lorscheider, etc. A Helder Cámara (+1990), siendo obispo de Olinda y Recife durante la dictadura militar, se le admiró internacionalmente por su decidida acción en favor de los presos políticos, por sus denuncias contra la tortura que los militares negaban, y por su defensa a ultranza de los más pobres.
El Card. Lorscheider, fallecido recientemente (+ 23 Diciembre 2007), refleja su talante compasivo en la respuesta a la prensa sobre el papel episcopal, durante el Sínodo extraordinario de 1985, celebrado para conmemorar el 20 aniversario del Vaticano II: ?No me veo, decía, como si fuera el gestor de una sucursal del Banco Espiritual Internacional, S.A., ni mucho menos. El pueblo y yo aprendemos mutuamente. El pueblo confirma mi fe y yo trato de confirmar la suya. Llego a caballo o en jeep a una parroquia, pero no hace falta que sea yo siempre quien presida. Cuando me preguntáis los periodistas qué pienso sobre un tema, os contesto cómo lo ve el pueblo??. Estas palabras indican su empatía y compasión por los más pobres para hacerles sentir la cercanía de la Iglesia y aliviar su pobreza y sufrimientos. Podíamos añadir otros muchos testimonios, pero es suficiente lo dicho para indicar la trayectoria de la Iglesia L.A. después de Medellín. Se presentaba como Iglesia compasiva, dinamizando y apoyando miles de organizaciones populares en su lucha por la justicia y promoción humana. La compasión le hacía desplazarse de una Iglesia formal a otra más cercana al pueblo. La figura más emblemática es, sin duda, Mons. Romero. En sus Cartas Pastorales y homilías supo armonizar la fe con realidad social como los primeros Padres de la Iglesia, hasta sellar con su sangre su compasión y opción por el pueblo del que siempre se consideró parte. Por eso dijo: ?Con este pueblo no cuesta ser buen pastor??.
Actualmente, ¿se está debilitando la sensibilidad histórica? ¿Nos estamos haciendo menos compasivos? A nivel teórico hemos de responder que no. A modo de ejemplo, fijémonos en el DA n.65, donde se hace un análisis muy lúcido de la realidad y aparecen verbos y expresiones que indican sensibilidad y compasión, como: ?contemplar los rostros de quienes sufren??, ?nos preocupa??,?? no olvidamos??, ?nos duele??; invita también al presbítero a ?ser hombre de la misericordia y compasión?? (n.198). Pero, por otra parte, al hablar de los discípulos misioneros de Jesucristo (c.5), son frecuentes las llamadas a su ?identidad?? (n. 192), a la ?comunión con el obispo?? (n.199, 206, 218). En una palabra, a mirarse y cuidarse a sí mismos. Esto da la impresión de miedo y desconfianza. Con tantas advertencias es difícil, por no decir imposible, avanzar. No quito valor a lo que dice el DA y su necesidad. El problema está en guardar el justo equilibrio. Pero tantas advertencias hacen olvidar que al discípulo y misionero le hace la misión que está llamado a realizar -con el espíritu de Jesús, por supuesto-, no los frenos que se le ponen. Se nos olvida fácilmente que el Hijo de Dios, para llevar a cabo su misión redentora lo primero que hizo fue encarnarse.
Algo también importante es que el DA, a pesar de hacer más de medio año que fue aprobado y publicado, no ha supuesto mayor entusiasmo en la Iglesia L.A. hasta el momento, como ocurrió con Medellín y, en parte, con Puebla, inmediatamente después de su aparición. Esto da a entender su ambigüedad a pesar del compromiso de fidelidad a la tradición L.A. José Comblin da un principio muy iluminador: ?Los documentos publicados por la jerarquía valen en la medida de su recepción por el pueblo de Dios??. Y la razón que da es que ?El Espíritu Santo actúa en todos los miembros del pueblo de Dios?? (El papel histórico de Aparecida, Agosto 2007). El lenguaje y contenido del DA no está al alcance y comprensión del pueblo de Dios. Desde el punto de vista religioso, tiene otros intereses y distinta forma de ver las cosas.
2.3.- Valorar a las personas más que las estructuras
La Iglesia L.A. ha sido por tradición una Iglesia que ha valorado a la persona por encima de las estructuras. Esto que es muy claro en teoría, no es fácil en la práctica. Cuando se presenta la disyuntiva persona-estructura, de ordinario ésta tiene la primacía. Aunque es un punto muy espinoso, al menos los principios han permanecido claros en A.L. y se han dado pasos importantes. La sensibilidad y compasión con los más desprotegidos, hicieron posible que la persona fuera el centro de su atención y que después de Medellín, la estructura complicada, rígida, vertical y autoritaria que prevalecía, fuera cambiando por otra más sencilla, ágil y cercana al pueblo. Por eso advirtió la necesidad de renovar y reajustar las estructuras eclesiales ?para satisfacer las exigencias de situaciones históricas concretas?? (15,5), ?de forma que pueda desarrollarse armoniosamente esa obra salvífica común exigida por la misión de la Iglesia?? (15,9). De hecho, la historia lo confirma. No hay más recordar el etilo o actitud pastoral los llamados Padres de la Iglesia de América Latina, algunos de los cuales hemos recordado.
Esto fue consecuencia de considerar a la persona como centro de la misión y pastoral de la Iglesia por ser amado de Dios (DP 74), ?destinado a ser hijo de Dios?? (ib. 205) y ?colaborador en su designio salvador??(ib. 187). El Papa Juan Pablo II dedicó una parte de su Discurso Inaugural en Puebla a la ?verdad sobre el hombre??. Lo mismo hizo desde otra perspectiva en Santo Domingo al hablar de la promoción humana. En el Discurso Inaugural, de esta Conferencia, recuerda lo que repite incansablemente el evangelio, ?el amor de Dios se muestra en el amor a la persona humana?? (DI 13). Y por eso afirma que ?ante una situación caótica, y desconcertante?? se impone un cambio de mentalidad, de comportamiento y de estructuras?? (ib. 15). Todo esto se está olvidando.
El DA da la impresión de que la prioridad real, no la formal, no la tiene la persona ni siquiera el proyecto de misión que propone, sino unas estructuras que impiden más que animan la misión de la Iglesia. Muchos párrafos hablan del cambio de estructuras caducas (DA 365), ?transformar estructuras injustas (n. 537), pero siempre se refiere a las estructuras sociales. Hasta aquí todos estamos de acuerdo. Pero al interior de la Iglesia, quiere dar la impresión de que todo está bien. Lo más que se atreve a decir es que de ?las transformaciones sociales y culturales?? nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales?? (DA 367, cf.450). Habla de renovación y reformas, sin tener en cuenta que mientras la estructura eclesial no se renueve y actualice, es más, no cambie, todo lo demás tendrá muy poca efectividad. Si la pastoral tiene ir de acuerdo al ?contexto histórico?? (DA 367), y reconocen los Obispos que ?vivimos un cambio de época?? (DA 44), la consecuencia lógica a nivel eclesial y pastoral será también el cambio de paradigma. Pero no fue así. El centralismo y control romano apareció una vez más, dejando a la Asamblea ?como dice José Comblin- sin poder para hacer algo a este respecto.
A partir del evangelio, no de interpretaciones que muchas veces desfiguran su espíritu, encontramos en la Iglesia una serie de estructuras caducas que en lugar de ser transparencia significativa le opacan e incluso se oponen a él. En muchos casos, son más puntales de sobrevivencia que medios para darse y vivir para los demás. Tema largo y complejo que, aunque no es ajeno a lo que tratamos, no es objeto de nuestra reflexión.
2.4.- Reconocer el valor de las realidades temporales
Esto fue una de las aportaciones del Vaticano II a la vida de la Iglesia que Medellín asumió y se está echando en olvido. En el principio de autonomía de las realidades temporales enunciado por el Concilio, muchos encontraron una guía para orientar su doble militancia en la fe cristiana y en las tareas civiles donde se construye la sociedad. Dice así: ?Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar?? es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía??, responde a la voluntad del Creador?? Todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias?? que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte?? (GS 36). Este principio es importante por sus consecuencias prácticas en los estados que se confiesan laicos o aconfesionales. Esta palabra no tiene connotación negativa. Se refiere a que cada persona, sea creyente o no creyente de una religión u otra, respete el orden público y no se oponga al orden moral. La armonía de libertades se realiza buscando el bien común de todos.
En Medellín encontramos varias alusiones al tema. El texto que mejor recoge y clarifica el espíritu del Concilio es el siguiente: ?Queremos reconocer todo el valor y autonomía legítima que tienen las tareas temporales: sirviéndolas no queremos desvirtuarlas ni desviarlas de sus propios fines. Deseamos respetar sinceramente a todos los hombres y escucharlos para servirles en sus problemas y angustias?? (14.18). Con estas palabras anima a todos los católicos a participar en los proyectos temporales sin querer que prevalezca un modelo de acuerdo con nuestra fe, sino que se alcance el bien común en una sociedad plural. Nos falta mucho para asimilarlo y ponerlo en práctica. Da la impresión de que el punto de vista católico es el único válido para la sociedad y sus proyectos. Los que no son cristianos o católicos ¿tienen que regirse por nuestra fe? En Puebla, Santo Domingo y Aparecida no se menciona este principio, dando la impresión de que la Iglesia quiere recuperar el espacio social que tuvo en épocas pasadas. Esta última Conferencia habla de una tradición católica que hay que recuperar (cf DA 7, 8, 13). Es importante tenerlo en cuenta porque del reconocimiento de la autonomía y valor de las realidades temporales, depende en gran manera la forma cómo se sitúe la Iglesia ante el mundo y la aceptación o rechazo por parte de éste. Aunque en la práctica se está olvidando, es una la tradición que hay que recuperar. Es uno de los puntos importantes frente al pluralismo religioso que está cada día más presente.
2.5.- ?Hora de la acción??
Las palabras anteriores son de Medellín (Intr.3). Y continúa: ?Esta asamblea fue invitada a tomar decisiones y a establecer proyectos, solamente si estábamos dispuestos a ejecutarlos?? (ib.). Después de 40 años, estos textos todavía conservan su frescor y son una invitación a hacerlos realidad. Captar la presencia de Dios en la historia y colaborar con El, fue lo que hizo posible aquel Pentecostés eclesial que surgió a raíz del Vaticano II. La vida de la Iglesia y de los cristianos que la formamos, no se compone de palabras ni de teorías sino de hechos que vayan transformando la historia y haciendo presente el Reino. Con Aparecida también se presenta la hora de la acción. Un ejemplo de lo que decimos y que refleja el espíritu del documento ,son las formulaciones que expresa la Asamblea en el Mensaje final.
Las intenciones son buenas, pero la impresión general del documento es que la Iglesia L.A. está más preocupada de sí misma que de cambios que le acerquen más al mundo a quien tiene que llevar la Buena Noticia de Jesús. Cuando se vuelve la espalda a la historicidad o no se le da la debida importancia, inmediatamente surgen las consecuencias, como no estar atentos a los ?signos de los tiempos??, que son manifestaciones verdaderas de la presencia y de los planes de Dios?? (GS 11). Y en segundo lugar, el estancamiento y fundamentalismo. ?ste no es una doctrina sino una manera excluyente de ver la doctrina. El fundamentalista se estanca en la historia y está absolutamente convencido de que su doctrina es la única verdadera y todas las demás, falsas. Por eso ellas no tienen cabida, pueden y deber ser combatidas. Esto disminuye la sensibilidad y, por consiguiente, hay menos empatía o participación en la realidad ajena. Y ante el distanciamiento no podemos pedir ?compasión??, por la sencilla razón de que lo que desconocemos no nos afecta, ni tampoco reconocer el valor absoluto de la persona o valorar las realidades temporales.
No debemos extrañarnos de estas ambigüedades en un documento muy largo, desigual, con discursos y teologías diferentes y a veces contradictorias. Por eso es tan necesario el discernimiento y juicio crítico, no en sentido negativo sino positivo, para captar los elementos que ayuden a la Iglesia L.A. a recuperar la tradición de Medellín y su identidad. Pablo Richard ha hecho un trabajo muy bueno cribándole para separar la escoria del trigo y rescatar todo lo más positivo del documento. Merece la pena tenerlo en cuenta y como decía al principio, el resto dejarlo de lado (cf. Pablo Richard, Aparecida: Una versión breve y crítica del Documento Conclusivo).
Hoy necesitamos de nuevo la audacia (parresía) de los primeros cristianos (Hch 4,29. 31) para ir haciendo realidad el Reino en el mundo complicado y cambiante que nos ha tocado vivir. Juan Masiá, hablando de las audacias o atrevimientos de los cristianos, indica que tenemos que continuar la brecha abierta los años pasados. Parafraseando lo que dice para aplicarlo a la lectura e interpretación de Aparecida desde la perspectiva pastoral, podemos decir lo siguiente. A la hora de actuar, organizarnos y hacer planes pastorales, podemos acudir al documento diciendo: ?Como dice Aparecida ????. Hay casos en que hay que ir más lejos y cambiarlo por: ?Esto no lo dijo Aparecida, pero lo diría si quienes participaron en la Asamblea vivieran en determinadas circunstancias??. Después viene la tercera audacia: ?Esto no lo dijo Aparecida ni probablemente lo diría, pero quienes vivimos en esta situación, a la luz del Evangelio tenemos que decirlo??. Y la cuarta se parece y completa a la anterior: ?No tenemos claro los nuevos paradigmas, tenemos más claro por dónde no hay que ir. Ante esto, hemos de acudir a la praxis de Jesús con la fuerza de su Espíritu para realizar lo que está más de acuerdo con el evangelio?? (cf. El cuarto atrevimiento, Atrio 29.12.07).
Vivimos en una situación difícil, no sólo de cambios sino de confusiones. Por eso, es más necesario que nunca acercarnos al evangelio de forma que sea él y no carismas o documentos quien guíe nuestra práctica pastoral. El DA, después de afirmar que Jesucristo ?es el primer y más grande evangelizador?? (n.103), dice: ?Ante la exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser humano. De su Maestro, el discípulo ha aprendido a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona humana. Sólo el Señor es autor y dueño de la vida?? (n.112). Este principio tan claro no necesita explicación y anima a una acción pastoral que descubra las aspiraciones y clamores de este Continente como orientaciones del plan de Dios para los agentes de pastoral.
Es importante tener en cuenta los aspectos señalados de la tradición L.A. El mundo de hoy percibe inmediatamente quién está animado por el espíritu que contienen. Reacciona positivamente cuando están presentes, y negativamente en su ausencia. Ante las diversas opciones que se presentaron en Aparecida, poner entre paréntesis Medellín y Puebla, reafirmarlas o la postura intermedia, parece que predomina la última. Esto quiere decir que tenemos una puerta abierta para continuar una acción pastoral que haga posible recuperar y continuar la credibilidad que ha tenido la Iglesia de este Continente, prescindir de aquello que lo obstaculiza e ir buscando un nuevo modelo pastoral.
3.- D?NDE REALIZAMOS NUESTRO TRABAJO PASTORAL
La pastoral no puede realizarse al margen de la realidad. Por eso es importante preguntarnos por el mundo o sociedad en que vivimos y cuáles son sus particularidades, tanto desde el punto de vista social como eclesial. Este conocimiento de la realidad, acercarnos a ella, nos indicará qué tenemos que hacer, cómo influye en nuestro acción pastoral positiva o negativamente, por dónde tenemos que conducirnos para hacer presente el Reino.
3.1- Realidad socio-política
No es el momento ni el lugar de hacer el análisis amplio de la realidad socio-política envolvente. Voy a enumerar únicamente tres aspectos que quizá no figuran entre los que ordinariamente presentan los medios de comunicación, pero expresan lo que está en la base y son causa de lo que sucede a nuestro alrededor y dan la pauta para entenderlo. Es imprescindible tenerlos en cuenta para una acción pastoral consistente y efectiva.
3.1.1.- La Ilustración (ideas)
Comencemos por el orden de las ideas. El final del siglo XVIII fue una época de trastornos en muchas partes del hemisferio occidental, que se pueden atribuir, directa o indirectamente, al fermento de las ideas conocidas como la Ilustración. Estas ideas eran reflejo de las necesidades y tensiones de una sociedad cambiante. Surgieron a raíz del nuevo conocimiento científico del siglo XVII, que engendró una nueva fe en la razón y en el progreso. Con la ciencia y la técnica, el hombre se hace cada vez más dueño de la realidad, la planifica y dirige. Podemos entender la ilustración como un proceso de emancipación. El hombre quiere liberarse de la autoridad y de la tradición que le habían sido dadas previamente; quiere ser él mismo, juzgar él mismo, decidirse él mismo. Kant (1724-1804), lo expresó en estos términos: ?Sapere aude??, atrévete a pensar, ten valor de servirte de tu propio entendimiento.
Esta corriente llevó al rechazo de la autoridad y a una afirmación de los Derechos del Hombre. La Revolución Francesa (1789-1799), que marcó el fin de la Edad Moderna y el comienzo de la Edad Contemporánea, la formuló en el famoso lema: ?Libertad, igualdad, fraternidad??, que expresa las tres grandes aspiraciones del hombre moderno.
La consecuencia de la Ilustración es un mundo hominizado y secularizado en el que van desapareciendo las huellas de Dios y apareciendo cada vez más las huellas del hombre. Es un problema muy actual al que todavía no se le ha dado una solución satisfactoria, su falta de comprensión y asimilación, es causa tanto de abandono religioso por parte de muchas personas, como de fricciones entre la sociedad y la Iglesia por querer imponer ésta el antiguo régimen de cristiandad en el que todo estaba regido por su doctrina y orientaciones. De la Ilustración surge la crisis Modernista que, a pesar de haber comenzado hace un siglo, todavía sigue presente. Muchos problemas que vive la Iglesia actual provienen de aquí. Por ejemplo, las discusiones respecto a lo natural y artificial, la ingeniería genética, el deseo de protagonismo social, etc. La renuncia a que fue obligado el Papa a mediados de este mes de Enero a pronunciar un Discurso en la Universidad Sapienza, la más grande de Italia, tiene el mismo origen. Antonio Duato, en un texto publicado el 29.6.07 dice lo siguiente: ?Creo que es necesario hacer abiertamente una valoración positiva del modernismo (puede añadirse, de la Ilustración de donde procede), proponiéndolo precisamente como el único camino posible para que no se acabe la fe cristiana en nuestro mundo?? (La crisis modernista cien años después). Esta frase expresa la importancia del tema y urgencia de buscar respuestas.
¿Qué dice el DA sobre esta corriente, que a pesar de los siglos es tan actual? Al hablar de la situación socio-cultural (nn.43 ss.) enumera muchos hechos que preocupan a la Iglesia L.A. La respuesta que da es más bien negativa, como si las reivindicaciones actuales a la libertad, la valoración de la persona, etc., fueran algo que se opone a los derechos de la Iglesia. ¿No habrá que hacer un análisis más sereno y responder más que con quejas y lamentaciones, buscar los aspectos positivos de la secularización para orientar a los cristianos? Por otra parte, tenemos que ser conscientes de que es una corriente irreversible y de nada sirve ignorarla u oponerse a ella. Las consecuencias de esta actitud son el empobrecimiento intelectual y la falta de capacidad para entender las transformaciones de la sociedad.

3.1.2. El Neoliberalismo o liberalismo económico (economía)

Después del orden de las ideas, fijémonos en el sistema que rige la economía, la máquina que mueve el mundo. El Neoliberalismo ensalza la competencia capitalista, afirmando que ésta pone a funcionar al máximo las energías latentes en los individuos que conforman la sociedad. La extrema movilidad que se genera ?según sus partidarios-, tras una etapa dolorosa de ajustes, provoca una sociedad de bienestar. En este sistema, la función del Estado debe ser promover la libre competencia, crear las condiciones para que funcione y velar porque no se alteren. No puede sobreproteger al pueblo: el populismo o la planificación central le mantienen en perpetua minoridad; al atrofiarle la iniciativa y la responsabilidad se mantiene no sólo improductivo para la sociedad sino débil y carente de valor a sus propios ojos. El bien común lo hacen posible los ciudadanos a través de las organizaciones económicas en la concurrencia del mercado. Detrás de este planteamiento tan atractivo, se esconde la verdadera realidad del capitalismo. No persigue más objetivo que su interés y el beneficio privado. En realidad, el neoliberalismo económico pretende legitimar el poder del dinero, lo cual es un obstáculo para el ejercicio democrático.
La importancia de este tema la vemos al observar las consecuencias se la inequidad y vergonzosa desigualdad que está generando en nuestra sociedad. La competencia en que se asienta el capitalismo requiere recursos económicos y quien no los tiene se queda fuera de juego. Esto es causa de la pobreza de la mayoría de la población.
¿Qué dice Aparecida sobre este problema? El término neoliberalismo no aparece al analizar la situación económica (nn.60 ss.). Muchos de sus aspectos se indican al hablar de la globalización. Creo que son problemas distintos, aunque tengan puntos comunes, y tienen también distintas manifestaciones. El Papa en su discurso Inaugural, menciona el capitalismo del que el neoliberalismo es la edición actual, afirmando que lleva al ?crecimiento constante entre pobres y ricos y produce una inquietante degradación de la dignidad personal con la droga, el alcohol y los sutiles espejismos de la felicidad?? (DI 4.g). Y el DA, aunque lo trata como una dimensión de la globalización, dice unas palabras que resumen el espíritu del neocapitalismo: ?La dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace (del neoliberalismo), un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples?? (n.61).
Sobre este punto concreto, de forma expresa ofrece poco el DA. Pero en el análisis que hace de la realidad, podemos apreciar su maldad, que es la causa de la mayor parte de los problemas que enumera y, por consiguiente, que debemos tenerlo muy en cuenta en la acción pastoral y ser muy críticos del sistema económico en que vivimos por las consecuencias nefastas que produce.

3.1.3. La globalización (mundialización y comunicación)

Globalización o Mundialización es un término que aparece a mediados de la década de los 60. Su importancia aparece en estas palabras de un especialista sobre el tema: ?Globalización es, a buen seguro, la palabra (a la vez slogan y consigna) peor empleada, probablemente la menos comprendida, la más nebulosa y, políticamente, la más eficaz de los últimos, y sin duda también, de los próximos años?? (U. Beck, Qué es la globalización. Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Barcelona, Paidós 1999, pág. 40). Se usa para describir los cambios en las sociedades y la economía mundial que resultan del incremento del comercio cultural. Es un proceso continuo, dinámico y progresivo, originado en la tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse más allá de las fronteras nacionales. Pero no es cuestión sólo de economía. Sobrepasa toda particularidad y está universalmente presente. Nadie puede considerarse al margen de la misma. La globalidad afecta a todas las dimensiones de la persona: economía, cultura, ecología, derecho, religión, política, etc.

La caída del muro de Berlín en 1989 y sobre todo el colapso de la Unión Soviética en 1991, que terminó con el mundo bipolar de la Guerra Fría, abrió nuevos horizontes para los países de Europa del Este que ahora se están integrando en la Unión Europea, creó un nuevo escenario favorable a la expansión del mercado internacional y a la interrelación entre los pueblos. Algunas de sus manifestaciones son las Empresas Multinacionales con su influencia creciente en la economía mundial, y la movilidad humana.
Para algunos, la globalización es resultado directo del neocolonialismo capitalista actual. Más que integración del mundo, es el arraigo del yugo de las potencias sobre los países menos favorecidos. Las ventajas que pueda tener no serán relevantes mientras el mundo siga sumido en la ley del más fuerte o prevalezca el «capitalismo salvaje». La expansión del capitalismo que ha originado la globalización, crea la subordinación neocolonial de los países más pobres, la invasión de empresas transnacionales, la privatización de todo, la destrucción de sus economías y la consecuencia de que el pobre sea más cada día más pobre en contraste con que el rico, cada día más rico, el aumento de los que son excluidos. Y en lo político, significa la pérdida de la soberanía de los países más indefensos.
La globalización es tratada con amplitud en el DA. Junto al reconocimiento de que favorece las relaciones a nivel planetario y las aspiraciones a la unidad (n.60), señala los riesgos que conlleva para las personas y los países más débiles, como falta de justicia (n.82), amenaza para los indígenas (n.90), es causa de más pobreza para los estratos más indefensos de la sociedad (n. 406), prescinde de la ética (n.465), favorece los Tratados de Libre Comercio que perjudican a los países más pobres (n.67). En último término, ni combate el hambre ni el desarrollo rural sostenible (ib). El Papa en el Discurso Inaugural dice a este propósito: La globalización es ?un entramado de relaciones a nivel planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. Como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios?? (DI2b). Y el DA pide orientar la globalización hacia el bien común y la solidaridad (n.406). Son sugerencias prácticas para la pastoral que, aunque hay que profundizarlas, indican por dónde tenemos que orientar al pueblo respecto de los espejismos de la globalización y del mercado.
3.1.4. Retos para la pastoral
Echar una mirada retrospectiva a algunos aspectos que están en la base de la situación socio-política actual, no es para recordar algo pasado, sino para ver cómo están presentes y los retos que presentan a la pastoral. La única forma de solucionar los problemas es conocerlos y saberlos plantear. Fijarse sólo en el dolor, la pobreza, injusticia, violencia, etc., desconociendo o dejando intactas sus causas, no pasará de ser un barniz superficial y continuarán apareciendo los problemas. Por eso tenemos que leer Aparecida buscando aquellos elementos y pautas pastorales que nos alienten y estimulen a dar una respuesta adecuada y evangélica a los problemas que nos afectan.
La memoria de las corrientes de pensamiento y culturales de nuestra época, invitan a que nos preguntemos cómo responder a estos ?signos de los tiempos??. De muy diversa manera, son una llamada para descubrir que Dios (teofanía), algo quiere decirnos sobre nuestra manera de pensar, de organizar la economía, de comunicarnos y de vivir, no sólo a nivel social, sino de comunidades, de cualquier género que sean, y de instituciones.
3.2.- Situación Eclesial
Una característica común de la Iglesia actual, de la que se habla y escribe en todos los medios, es no responder a los retos que presenta el mundo y refugiarse en una estructura y doctrina tradicionales que pudieron ser muy buenas en su tiempo pero hoy no responde a nuestras necesidades. Por eso, tenemos también que discernir esta teofanía que indica lo que tenemos que ?renovar y actualizar?? en la Iglesia (DA 11, Dis.Inaug. 4.l) para que responda a los planes de Dios y sea presencia histórica de Jesús. Al igual que hicimos con la situación socio-política, vamos a fijarnos en tres aspectos que nos ayudan a entender otros muchos.
3.2.1.- Proceso involutivo
Tomando como punto de referencia el Vaticano II, sus documentos y el espíritu que le anima de apertura al mundo y sensibilidad por el hombre, comprobamos que pocos años después se ha venido produciendo un proceso de involución en la Iglesia. En el contexto en que lo empleamos, significa desvirtuar el espíritu del Concilio, evitando el pluralismo ad intra y ad extra, la libertad de expresión, imponer el uniformismo.
El Vaticano II fue una verdadera revolución al interior de la Iglesia y puso los cimientos de una nueva visión más evangélica y abierta al mundo. Pero la ?ventana abierta?? por Juan XXIII duró poco tiempo. Enseguida se fue desvirtuando la colegialidad episcopal, recortada la autonomía de las Iglesias locales, se fue produciendo un centralismo cada vez más fuerte, el control para el nombramiento de obispos y profesores de teología, la represión de muchos teólogos, el acoso de la Teología de la Liberación y de las CEBs. Estos breves datos muestran, como decía Rahner, que ?este Concilio Ecuménico no ha sido todavía aceptado de hecho en la Iglesia ni en la letra ni en el espíritu. En grandes líneas, vivimos en una ?invernada?, como suelo decir yo?? (En Imhof,P., La fe en tiempo de invierno, Desclée, Bilbao 1989, p.45).
La involución respecto al Vaticano II no ha cesado. Aparece en la preparación y desarrollo de Aparecida y en muchos párrafos del Documento Conclusivo. Hemos de reconocer también sus aspectos positivos y las sugerencias e insinuaciones para un nuevo impulso de la vida de la Iglesia. Las consecuencias de la involución se reflejan en cómo nos ven y juzgan desde fuera: ?No es difícil adivinar las consecuencias de la evolución moderna para la fe. El cristianismo se ha quedado sin sitio en esta nueva realidad, apenas sabe qué lugar le corresponde en ella. Su imagen del mundo y del hombre, su comprensión de la autoridad estaban demasiado profundamente impregnados por una época ya definitivamente superada?? (Rafa Castellano: Fe, razón, Iglesia, sociedad. Religión digital 17.09.07). La involución, lleva consigo que la Iglesia adopte una estrategia defensiva para defender sus propios intereses amenazados más que continuar la presencia de Jesús. Como dice Claude Geffré, cerrarse a la modernidad implica ?replegarse en el fundamentalismo y en la sacralización indebida de la verdad?? (El futuro de la religión entre el fundamentalismo y la modernidad).
En el Documento Conclusivo hay muchas manifestaciones de esta involución, resultado de los Documentos de Participación y Síntesis. Baste recordar que reconoce muchos retos y se repliega siempre a lo mismo: lo establecido, lo tradicional, en el sentido incorrecto de la palabra, porque la tradición es viva y dinámica, como dijo Juan XXIII en la inauguración del Concilio; no consiste sólo en transmitir, sino en responder. Es cierto que se expresa positivamente de las CEBs (n.178), pero indirectamente manifiesta muchos reparos sobre ellas. No hay más que ver la diferencia fundamental entre la versión aprobada por la Asamblea y cómo quedó el tema de las CEBs en el Documento Conclusivo. Habla también de la escasez de sacerdotes y su mala distribución (DA 100e) y no da ninguna solución; reconoce la dignidad e igualdad de la mujer (DA 451, DI 5b) y la necesidad de incorporarse a los ministerios (DA 458b), pero sigue marginada en la estructura eclesial y se le cierran las puertas para determinados ministerios. Mientras continúe una visión triunfalista, jerárquica y dualista, va a ser difícil dar una respuesta aceptable a este y otros problemas y la consecuencia lógica será el fundamentalismo teológico y eclesiológico (cf. DA 146, 246).

3.2.2.- Actitud defensiva frente ante la nueva realidad emergente
Uno de los hechos más característicos de la Iglesia actual es no percibir o no reconocer los cambios que se están dando en la sociedad occidental (cf. J. Comblin, Las grandes incertidumbres de la Iglesia actual. Atrio 2 Septiembre 2007).
A partir de los años 70, debido a las causas que apuntamos sobre la situación político-social y otras, comenzó el desmoronamiento de la cristiandad. Es un tema largo y complejo. Brevemente, se entiende por cristiandad un régimen en el cual la religión, más en concreto la cristiana-católica, era el centro del estado y la forma cómo se organizaba la sociedad. En Europa todo partía y convergía en la Iglesia, quien era la encargada de conservar y transmitir la cultura y el estilo de vida. La escolástica era la que animaba el pensamiento y los sistemas de gobierno. La pastoral predominante era la penitencial del miedo y el freno de la libertad humana. Durante más de 200 años, Occidente vivió una coexistencia agresiva entre la cristiandad que se resistía a morir y un nuevo tipo de sociedad que recibió el nombre de ?modernidad??. En la mayor parte de los países se ha implantado el estado laical que tiene grandes repercusiones en la Iglesia.
La primera consecuencia del fin de la cristiandad es que la Iglesia no puede evangelizar ni realizar su acción pastoral a partir de una posición de poder, como estaba acostumbrada desde tiempos de Constantino. En el Vaticano II los laicos fueron promovidos para que la evangelización se realizara de persona a persona. Pero en la práctica nada mudó por seguir igual la institución y las estructuras. Cuando se niegan las libertades, surge como reacción normal o bien el fundamentalismo en quienes se sienten inseguros, o abandonar el peso de la institución en quienes ven recortadas sus libertades.
A la revolución cultural que estamos viviendo, la actitud de la Iglesia es volver a la gran disciplina restaurando tradiciones, usos, costumbres y devociones anteriores al Vaticano II que habían perdido prestigio o caído en desuso. Esta nostalgia al pasado, continúa en las recientes disposiciones sobre la misa en latín, normas litúrgicas rígidas, etc. Todo esto, en un ambiente de rigor, trae como consecuencia que predomine una actitud de indiferencia y rechazo de la institución eclesial.
Basta leer lo que dice el DA sobre la situación de la Iglesia (DA 98-100), para ver la poca atención que pone a los problemas de fondo que la aquejan, la inmovilidad estructural que manifiesta, lo poco que se ha avanzado en este punto y lo que se ha retrocedido respecto al Concilio y Medellín. La culpa siempre está en los demás (DA 100 b).
3.2.3.- Crisis del modelo tradicional de Iglesia
Como consecuencia y continuación de lo anterior, el modelo de Iglesia y el cristianismo tradicional entran en crisis. Crece la impresión de que todo lo que hace el clero, desde la curia Romana hasta la parroquia, es irrelevante, artificial y permanece lejos de la realidad humana y del interés de los hombres.
El modelo tradicional de Iglesia, se funda en una estructura jerárquica rígida, desde el Papa a las parroquias. En la Iglesia predomina el autoritarismo, el miedo y las amenazas. Es una Iglesia cerrada sobre sí misma, ajena al mundo, que busca autogenerarse. El trato de y con la jerarquía es más formal y de apariencias que sincero. El DA justifica el abandono de la Iglesia culpando a ?otros grupos religiosos?? (DA 100f), sin atreverse a mirar la necesidad de un cambio interno ni reconocer que está alineada con el modelo neo-liberal y las clases dominantes (cf. Pablo Richard, Hacia un nuevo modelo de Iglesia. Atrio 25 Mayo 2007). Este modelo de Iglesia ha hecho crisis y según la opinión de muchos de forma irreversible. Hay quien achaca esta crisis al Concilio. La razón no es esa, sino ?a pesar de??. El Concilio llegaba tarde y querer neutralizarlo no ha servido más que para profundizar la crisis.
El nuevo modelo de Iglesia que emerge es el de una Iglesia inserta en la historia, en la que prevalezca la igualdad fundamental por encima de las diferencias que brotan de su estructura jerárquica; que recupere la idea teológica de ?Pueblo de Dios?? superando la mentalidad clerical; consciente de la situación económica, política y social de la humanidad, toma parte por los excluidos y se une a todas las fuerzas sociales que buscan una igualdad fundamental. Una Iglesia capaz de autocrítica, que busca una transformación de sus estructuras internas sin miedo a la reacción de la Iglesia hoy dominante; acompaña a los movimientos sociales de todo tipo y a quienes se comprometen con ellos (Cf. José Ma. Castillo, El futuro de la Iglesia, en 25 años de Teología: Balance y perspectivas, PPC Madrid 2006, pág. 197-216).
El DA presenta los dos modelos de Iglesia, el que está en crisis y el nuevo que emerge. En los nn. 11 y 12 aparece la Iglesia que ha de ?renovarse?? y la que quiere mantenerse en la misma situación; cuando da la razón de por qué muchos abandonan la Iglesia, la culpa está en las personas, no en las estructuras (DA 225); muestra cierto temor al Vaticano II, por eso pide auténtica obediencia a la autoridad (DA 100b). La Iglesia en Aparecida da la impresión de que se siente acosada (DA 10) y quiere recuperar el lugar perdido (DA 11). En la Asamblea no faltaron voces proféticas y directrices que han de ser fuente de inspiración para alcanzar los objetivos que propone (MF 2d; 4c; DA 10, 13).

3.2.4. Retos para la pastoral

Al igual que dijimos al tratar del contexto socio-político, la situación de la Iglesia nos invita a sacar algunas conclusiones pastorales. Como teofanía, está indicando el papel que tiene que desempeñar. Los ?clamores y esperanzas?? de los pueblos latinoamericanos, cuya mayoría es católica y esperan de la Iglesia una respuesta que ?no les llega de ninguna parte?? (Med, Pobreza 2; Puebla 88-89), tropiezan muchas veces con una estructura rígida y/o con soluciones que no responden a sus demandas. Su reacción, a nivel oficial, casi siempre es negativa y contribuye a desvanecer el papel histórico que ha tenido en el Continente.
Por eso, ?estamos llamados a ser Iglesia de brazos abiertos, que sabe acoger y valorar a cada uno de sus miembros. Alentamos los esfuerzos que se hacen en las parroquias para ser ?casa y escuela de comunión??, animando y formando pequeñas comunidades y comunidades eclesiales de base?? (MF 3e). ¿Cómo conjugar estas palabras con tantas amonestaciones y sospechas como aparecen en el documento conclusivo?
Por otra parte, tenemos que escuchar las voces proféticas que nunca faltan en la Iglesia y que, de ordinario, vienen del pueblo sencillo y pobre, y de quienes optan por ellos.
4.- LLAMADA A LA ?CONVERSI?N PASTORAL??
Para entender y captar los ?subsidios?? que propone Aparecida a la acción pastoral de la Iglesia L.A., tenemos que partir del llamamiento que hace a la ?conversión pastoral?? (DA 365 ss). Sin ésta, serán inútiles los planes que puedan hacerse y las mediaciones para realizarlos. El DA entiende por conversión pastoral, ?pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera?? (n.370), para atender las exigencias del mundo de hoy. Como elementos que iluminen y animen este proyecto, propone el discipulado y la misión, ejes y fundamento de todo el documento por ser el lema en torno al cual giraron todas las reflexiones de la Asamblea: ?Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en ?l tengan vida??. En el discipulado y la misión está la fuerza y debilidad del documento. La fuerza, porque son elementos básicos del seguidor de Jesús y, por tanto, del Agente de Pastoral. Implican salir de la pasividad y tener ilusión por ofrecer al mundo una Buena Noticia en que encuentre sentido y esperanza. Y la debilidad, porque los propone a un nivel que no corresponde a las exigencias y urgencias del momento.
4.1. El discipulado
No es el momento de hacer un discurso sobre el tema. Limitémonos a indicar los rasgos principales y cómo lo presenta Aparecida. ¿Qué es ser discípulo? De acuerdo a su etimología (del latín ?discere??), es el que aprende o se deja enseñar de otra persona. Tratándose de Jesús, es aprender de su vida y enseñanzas. Teniendo en cuenta que Jesús, por su encarnación, fue hombre como los demás (Heb 4,15), ser su discípulo no es saber mucha teología, practicar muchos actos religiosos, llevar distintivos externos, etc., sino acompañarle para conocerle, aprender una manera nueva de vivir y orientar toda la vida; observar, mirar y actuar como él. Está muy relacionado y forma parte del ?seguimiento??.
Benedicto XVI, tiene unas sabias palabras que resumen muy bien todo lo que pueda decirse al respecto y merecen recordarse. A la pregunta, ¿Qué quiere decir en concreto ?seguir a Cristo???, responde: ?Al inicio, en los primeros siglos, el sentido era muy sencillo e inmediato: significa que estas personas habían decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida para ir con Jesús. Significaba emprender una nueva profesión: la de discípulo. El contenido fundamental de esta profesión consistía en ir con el maestro, confiar totalmente en su guía. De este modo, el seguimiento era algo exterior y al mismo tiempo muy interior. El aspecto exterior consistía en caminar tras Jesús en sus peregrinaciones por Palestina; el interior, en la nueva orientación de la existencia, que ya no tenía sus mismos puntos de referencia en los negocios, en la profesión, en la voluntad personal, sino que se abandonaba totalmente en la voluntad de Otro. Ponerse a su disposición se había convertido en la razón de su vida. La renuncia que esto implicaba, el nivel de desapego, lo podemos reconocer de manera sumamente clara en algunas escenas de los Evangelios?? (Homilía del Domingo de Ramos 2007). Poco más puede añadirse a este párrafo. El seguimiento de Jesús despertó en sus seguidores honestidad, entusiasmo y esperanza en la realización de las promesas hechas al pueblo de Israel. El mismo resultado ha de producir en nosotros para hacer presente hoy el Reino.
La razón de elegir Aparecida el tema del discipulado y la misión, no es casual ni el deseo de reflexionar sobre un tema importante entre otros muchos. Es más profunda. Mirando a su interior, la Iglesia L.A. encuentra luces y aspectos positivos (nn 98-99). Pero también sombras: ?Se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia Católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudorreligiosas?? (DI 2 d). La Asamblea completa esta apreciación aludiendo a la creciente erosión y disolución del catolicismo (DA 13), al debilitamiento de la vida cristiana, individualismo, disminución del clero, pérdida del sentido de la trascendencia, abandono de la práctica religiosa y de la pertenencia a la Iglesia, etc (cf. DA 100). Los Obispos se sientan preocupados por esta pérdida real de vitalidad de la Iglesia y sienten la necesidad de ?repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión?? (DA 11). Esto plantea el reto fundamental de ?promover y formar discípulos y misioneros?? (DA 14).
A este planteamiento lógico y bien hecho, debiera responder la presentación del discípulo con los rasgos fundamentales del evangelio. Pero no es así. Sobre los cap. 3 y 4 en que trata el tema, dice Pablo Richard: ?Discurso genérico de auto legitimación, sin mucha referencia a situaciones históricas. Muchas citas bíblicas, pero no se escucha la Palabra de Dios??. Por otra parte, la Cristología, en que se fundamenta el discipulado, es muy limitada y pobre. Hubiera sido de desear unas palabras más alentadoras y sugerentes. Ante su ausencia, teniendo en cuenta la importancia de este planteamiento, hemos de acudir a otras fuentes que iluminen e inspiren el discipulado, tema central en Aparecida. Ante propuestas pastorales claras y necesarias, hay que buscar medios para hacerlas realidad.
4.2. La misión
La razón del discípulo es la misión: ?Jesús llamó a los que él quiso?? para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar los demonios?? (Mc 3,13-14). Aparecida lo expresa diciendo: ?La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo?? deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridas por las adversidades?? (n.32). ?Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla?? (DI 3 o). Este tema es de los mejores tratados en el documento conclusivo. A la situación dramática que vive el continente y su situación injusta, descritos en la primera parte, corresponde la tercera parte (cap.8, nn. 380-430), dedicada los principales campos de acción. Esta misión está pidiendo a los agentes de pastoral des-instalación para ser capaces de hacer presente un nuevo estilo de Iglesia. La Iglesia ha de ser samaritana, salir constantemente de su camino, solidarizarse con los más pobres y estar próxima a ellos para ir haciendo realidad el Reino de Dios y su justicia.
La misión no puede mantenerse a nivel teórico y espiritual, necesariamente ha de tener dimensión social. El Papa, en el Discurso Inaugural de Aparecida, insistió en la necesidad de formación social (DI 3 n; n.505), porque ?la vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas?? (DI 3 n; n.505). Este tema está ampliamente desarrollado en el documento conclusivo, donde se indica que el creyente ha de estar ?al servicio de una vida plena para todos?? (numeral 7.1.3.) y ?su misión es comunicar vida?? (7.1.4.). Esto le lleva a renovar la opción por los pobres y excluidos (n.391) y a pedir que se globalice la solidaridad y la justicia hacia los rostros sufrientes que nos duelen, las personas de la calle (n. 407ss), los migrantes (n.411ss), los enfermos (n.417ss), los adictos dependientes (n. 422ss), los presos (427ss). La Iglesia ha de ser ?abogada de la justicia, defensora de los pobres ante las intolerables desigualdades sociales y económicas que claman al cielo?? (n.395). El texto sobre la opción preferencial por los pobres es el más completo, profundo y exigente en Aparecida. Habrá que tener en cuenta también la ampliación del concepto ?pobre?? a otros colectivos en los que quizá no hemos pensado. El P. Adolfo Nicolás, nuevo Superior General de los Jesuitas, en su primera homilía el 20 de Enero, entre los pobres, marginados y los excluidos, añade, los disminuidos, los desaventajados y los manipulados.
Todo esto está muy bien. El problema está en que la misión no se realiza con palabras sino con la vida y por personas preparadas y dispuestas a realizarla. Y aquí surge la dificultad. ¿Está la Iglesia L.A. preparada actualmente para la misión que propone Aparecida? ¿Cuenta con agentes de pastoral capaces de realizarla tal como la propone? A este propósito, J.Comblin escribió un interesante artículo poco después de concluir la Conferencia, al que me voy a referir (cf. El proyecto de Aparecida, 3.8.07). Los cambios profundos en la Iglesia han sido realizados a lo largo de su historia por personas nuevas, con un nuevo estilo de vida a partir de la opción por la pobreza. Como ejemplo cita el caso de los Albigenses (s.XII-XIII), también llamados cátaros (gr. puros). Este grupo, junto con algunos aspectos positivos, como repudiar la relajación de costumbres del clero medieval y las ansias de poder temporal de sus prelados, admitían únicamente el sacramento de la imposición de manos y rechazaban todos los sacramentos que no se fundaban en las Santas Escrituras, de las cuales sólo admitían el Nuevo Testamento. Un punto especialmente conflictivo de la doctrina cátara fue que en Jesucristo solamente admitían la naturaleza divina, en la medida en que pensaban que era un ser celestial enviado por el Padre para ofrecer la esperanza de salvación a los hombres. Negaban tajantemente la naturaleza humana de Jesús y rechazaban, igualmente, la eucaristía y la veneración de la cruz. Para hacer frente a esta secta, el Papa Inocencio III pidió a los Cistercienses, la orden más poderosa en aquel momento, que frenase ese movimiento en expansión. Fue un fracaso. Entonces aparecieron Francisco de Asís y Domingo de Guzmán que viviendo una vida realmente de pobreza y evangélica, evangelizaron a las masas populares y consiguieron lo que las órdenes poderosas no habían conseguido.
Esto lleva a Comblin a afirmar que la misión que propone Aparecida exige en primer lugar cambiar radicalmente la formación y preparar nuevas generaciones muy diferentes a la actual; un cambio de mentalidad, de estructuras y de comportamiento que actualmente no existe. Dice Aparecida: ?La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, en el estancamiento y en la tibieza, marginando a los pobres del Continente?? (n. 362). ¿Quién va a poner en práctica este programa? En las condiciones actuales que vive la Iglesia, la formación que en ella se da y las estructuras con que se mantiene, va a ser imposible. Por eso, hay que comenzar por una formación fuerte y radical espiritualidad que sea capaz de cambiar la mentalidad a los agentes de pastoral. Hay que dejar de ser administradores para ser pastores. Para esto propone Comblin comenzar desde abajo y no con planteamientos teóricos. ?Comenzará con personas voluntarias dispuestas a entrar en una aventura, esta vez con el apoyo de la jerarquía. No se les dará ningún programa previo, porque el Espíritu les mostrará lo que pueden hacer. Si su actuar misionero no procede de ellos mismos, no tendrá ningún efecto, porque no será un testimonio humano vivo, el único que puede tocar el corazón de los oyentes??. El DA quiere recuperar la historia y tradición L.A. y aquí es donde entra la iniciativa y creatividad de los Agentes de Pastoral. Contamos con ?el apoyo de la jerarquía??, porque su más alta instancia en A.L. -la V Conferencia en Aparecida-, así lo ha pedido. Quien buscar un fin, tiene que querer los medios.
En la conversión pastoral está el ?vuelco copernicano?? a que invita Aparecida para pasar de una pastoral de ?conservación?? a otra de ?misión??, que haga llegar el evangelio a la población ajena a nuestras parroquias y haga atractiva la Iglesia a los que esporádicamente se acercan a ella. Para esto hacen falta, además de audaces misioneros y cambio estructural, cambios profundos en contenidos y metodologías (cf. DA 363). La misión se ha interpretado tradicionalmente como un trabajo de predicación, con miras a provocar la conversión e incorporar a los interlocutores a la Iglesia. En el cambio y novedad que propone Aparecida, la misión se ha de hacer en la línea de descubrir a Dios, sin la connotación proselitista que normalmente atribuimos a la misión.
CONCLUSION
Al llegar al final de esta exposición, tratemos de contestar brevemente a la pregunta inicial: ¿Qué ?subsidios?? ofrece Aparecida para un nuevo paradigma pastoral? La evaluación ha de ser positiva y esperanzadora ?a pesar de????. Ha sido el re-encuentro de la Iglesia L.A. con su identidad. Invita a los Agentes de Pastoral a un encuentro personal y comunitario con Jesucristo y las fuentes de la vida cristiana para pasar de una pastoral tradicional y costumbrista a otra más con más libertad, coraje y osadía, menos dependiente de las estructuras y más abierta al Espíritu que actúa en todos. Ahora queda la segunda parte. Decidirse, con libertad y valentía, a ponerlo en práctica con la ayuda de Dios y sin contar muchas veces con el apoyo y comprensión de los hombres. Y para hacer esto realidad, saber usar el Documento Conclusivo con criterios que hagan posible descubrir en él, los lineamientos del nuevo paradigma pastoral.
P.Ángel García-Zamorano
Enero 26, 2008

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