La VCG tenía un objetivo delante de si: repensar la vida y la tarea de la Iglesia en este Continente a la luz de los grandes cambios sociales, políticos, económicos y religiosos que se habían acentuado después de 1992. Las nuevas provocaciones culturales, configuraciones sociopolíticas y problemáticas pastorales piden a los católicos respuestas y propuestas diferentes para anunciar a Jesucristo y transformar la sociedad y la Iglesia.
Esto le llevó a tomar conciencia en Aparecida de lo que estaba en juego. Incluso algunos se convencieron que lo que estaba en juego era y es de vida o muerte: la verdad y la fe cristiana o se encarna en la realidad o desaparece o disminuye significativamente.
Se percataron que era lógico y exigente que el continente de la esperanza se convirtiera en el continente del amor[1]. Esta encarnación real sería la nueva etapa de la Iglesia que bastantes esperan vivir en América Latina y el Caribe. Para relanzar este tiempo de gracia de la Iglesia contamos con la memoria del acontecimiento vivido en Aparecida y con ?un documento que es el punto más alto del Magisterio de la Iglesia del Continente?? (Clodovis Boff). El trabajo de la post-conferencia ha comenzado y será fundamental. Para contribuir a esta tarea trataremos de responder atinadamente a esta gran pregunta: ¿qué es lo que estaba realmente en juego en Aparecida?
1. – Bien podemos decir que estaba en juego el proponer, después de descubrir lo decisivo de la vivencia de la auténtica experiencia pascual, un revivir el momento kerigmático de la Iglesia primitiva; volver al anuncio de Cristo muerto y resucitado que lleva a la conversión. Lo podemos decir poéticamente y afirmar que se trataba de convertir el grito en canto, los signos de muerte en signos de vida. Se debía dar con la música de fondo de la vida cristiana y se consiguió; con la fe que transforma la vida, la que es capaz de convertir la muerte en vida. Es la fe en alguien que pasó de la muerte a la vida; la fe en alguien que resucitó. Esa fe viva se transforma y encarna en valores y lleva a la conversión. El Documento pone como inicio y base de todo, la fe viva en Cristo[2].
Así comenzó la Iglesia y así se podrá relanzar su misión. Eso tiene que ocurrir en la vida de un discípulo misionero. Sin esa experiencia el discípulo no se hace misionero. Bien podemos decir que la primera evangelización en algunos contextos y lugares no ha tenido todavía lugar. En una palabra, en Aparecida estaba en juego volver a Jesucristo, al centro; no quedarse en las devociones, en los santos, en lo secundario. Se precisa más evangelio y menos doctrina, más Jesucristo y menos ley, menos Iglesia y más Reino. La tarea fundamental consiste en transmitir la historia del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo resucitado. Todo comienza con el encuentro personal con él.
2. – Para el Papa estaba en juego la armonización entre el desarrollo humano, solidario, armónico, sostenible y la fe cristiana. No podemos dejar de reconocer que el discurso inaugural del Papa presentó el horizonte en el que se debía situar la VCG: ?La fe en Dios ha animado la fe y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos. En la actualidad esa misma fe ha de afrontar serios retos pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de los pueblos??. Si se mira con atención la realidad latinoamericana no nos podemos quedar en un espiritualismo etéreo y desencarnado y tampoco en un compromiso sin respiro. ?La evangelización debe estar siempre unida a la promoción humana y a una auténtica liberación cristiana?? (DI 3). El compromiso social es fuerte en el Documento. En Aparecida se descubre el rostro de una Iglesia que fiel al Concilio Vaticano II quiere juntar fe y vida. Esta Iglesia a la que quremos entrañablemente.
3. – Los brasileros dirían que lo que estaba en juego era el ?nuevo geito?? de ser Iglesia. Y ello pide una renovación y reestructuración de la institución eclesial que quedará formada de comunidades de tamaño humano en las que está presente la Iglesia familia, parroquia, diócesis y mundo entero. Así se hará realidad la indispensable renovación institucional eclesial que supone superar la eclesiocentralidad y la auto referencia. Está en juego un nuevo modo de ser de la Iglesia que soporte y haga posible un nuevo modo de hacer. Los misioneros y la misión que dibuja el Documento de Aparecida pide cambios en la estructura y organización de la misma Iglesia; en la jerarquía y en el clero. La Iglesia está muy centralizada. Cualquier expresión de autoritarismo es antagónico con el espíritu del Evangelio y no va con el de Aparecida.
Sin esta renovación estructural de la Iglesia el número de católicos seguirá disminuyendo; no serán pocos los que irán a buscar fuera lo que no encuentran dentro: más Biblia, más comunidades de tamaño humano, más acercamiento a la persona de Jesucristo y más ministerio y por supuesto más ministros, más rostro original de la iglesia local. En una palabra, estaba en juego descubrir la tensión entre la iglesia real y la que queremos. Y la que queremos va más por la línea de pueblo de Dios, comunidad de comunidades que se transforman en una oportunidad para vivir una experiencia de servicio en línea de fraternidad.
Para reposicionar a la iglesia, es fundamental conectarse con el pobre, con la mujer, los laicos y con los que están lejos de ella o de ella se han alejado. Para ello hay que crear condiciones. Tengo la impresión que en Aparecida se ha sembrado; es de esperar que se den las condiciones para germinar; para crecer; y que, por supuesto, no falten las que llevan a florecer y a fructificar. Para que así ocurra la Iglesia tiene que ser discípula, oyente de la Palabra, orante, contemplativa, adoradora, doxológica y eucaristía; tiene, también, que ser misionera, anunciadora con alegría y entusiasmo la buena noticia de un Dios que es amor, dialogante, acogedora y auténticamente samaritana. Si se mira la realidad se constata que ello supone una verdadera conversión eclesial que suponga moverse, no seguir dónde está, que salga al encuentro de la gente, de la cultura, de la diversidad, que recupere la incidencia positiva en la historia. Si esta no se da los resultados serán opuestos a los que se buscan.
4. – Estaba en juego el responder a unos cambios de época. En Aparecida hubo sensibilidad por el momento histórico cultural que estamos viviendo[3]. Se tomó conciencia de que existen en nuestros días, significativos y profundos cambios en curso[4].. En el aula se recordó que estamos viviendo en el Continente un viraje crucial de nuestra historia. Estamos, como Jonás, en el vientre de la ballena. Nos movemos desde una condición ya superada hacia una nueva todavía no definida. Parecemos personas que caminan en el aire sobre el abismo. Somos evocadores de lo posible y creadores del contexto en el que lo posible puede llegar a ser realidad. Toca evangelizar las matrices en las cuales lo humano es plasmado y sostenido y, por tanto, evangelizar de un modo nuevo y basándose en el bien que supera el mal.
En medio de las tensiones que vivimos no es posible vislumbrar con claridad a dónde va a desembocar esta crisis. Sin embargo, hay realidades que tienen importantes repercusiones en la tarea misionera de la Iglesia: la globalización, el surgir de una conciencia planetaria, la movilidad humana, la exclusión institucionalizada, el individualismo, la fragmentación, el relativismo de valores, el consumismo, el crecimiento vertiginoso de la pobreza y la violencia… Todo esto lleva a una nueva forma de pensar, de sentir, de proceder y de creer. ¿Cómo tiene que ser? No son muchos los elementos que encontramos en el Documento para responder a estos repetidos diagnósticos. Esta tarea queda por delante. El Papa sí nos dejó con un tremendo desafío en este campo[5].
5. – Estaba en juego la opción por los pobres, que es la opción de Jesús y tiene que ser la de todo discípulo misionero y la piedra de toque en el interior de la Iglesia. La teología de la liberación, que la sostiene y articula, sigue viva y tiene el derecho de estarlo. Es algo tan arraigado en la Iglesia del Continente que es un camino sin retorno. Las motivaciones teológicas varían. ¡Cuántos comentarios ha levantado la teología de la liberación nacida en este continente latinoamericano! Tan criticada por algunos y tan valorada por otros. Con seguridad en ella se han dado equivocaciones pero, al mismo tiempo, ha generado vida y la vida ha sido fecunda en ese suelo. Este último aspecto fue el que pude constatar en la VCG.
En este sentido hizo bien la declaración del Card. Bertone, Secretario de Estado a 30 Giorni en vísperas del viaje del Papa ?Una cierta teología de la liberación, no contaminada por doctrinas que son extrañas y opuestas a la fe cristiana, como las marxistas, pertenece a la Iglesia en pleno derecho??. ¿Sería ésta la teología que subyacería a la propuesta de pastoral, de espiritualidad, cultural de la VCG? Se había pedido que la teología que sustentara toda la propuesta de Aparecida fuera bíblica, cristológica, inspirada en el Vaticano II y en la tradición teológica del Continente. Por supuesto, como decíamos, no faltaron los que estaban atentos a que no fuera la teología de la liberación y para ello y por ello algún periodista connotado (Marco Poleti- La Repubblica) y algún Cardenal (Card R. Martino-) habían levantado la voz. El Card Rodríguez Madariaga y J. Allan, otro periodista también connotado (National Cath. Reporter), se posicionaron a favor.
El Papa había dicho una palabra a los periodistas en el avión que le conducía a Sao Paolo. Para él ha cambiado la situación de la teología de la liberación; corren otros aires. En estos nuevos aires cuenta mucho el acertar a poner nombre a los nuevos rostros de pobres: los refugiados, los cesantes, los migrantes, las mujeres, las personas ?de la calle??, los presos, los indígenas y afro americanos, las víctimas de la violencia y de la explotación sexual. Cuenta, también, también que estos rostros no solo escuchan sino que hablan y que no solo sean destinatarios sino también protagonistas. Algo de todo esto se encuentra en Aparecida.
6. – Estaba en juego la superación de tensiones. Tensiones que se habían incubado ya en Medellín y habían rebrotado y crecido en Puebla y Santo Domingo. ?Estamos cansados de tensiones. No queremos continuar con estos conflictos internos. Queremos dejar atrás esta situación en la que hemos estado tanto tiempo, siempre despertando las sospechas de Roma y entre nosotros. Queremos que no se repita las animosidades de Santo Domingo?? (Mons D Valentini en declaraciones a The Tablet). Para él, el clima y el espíritu de la Asamblea fue reflejo de un paso nuevo en esta comunión. Ese clima incluye la disensión, que supone ?la actitud de la religiosa escucha?? que pidió el Papa en la homilía de la misa de la inauguración. El DA recoge ese espíritu con su estilo pastoral, con su tono equilibrado y en general de conciliación; el encuentro se da en la perspectiva de la misión, no tanto de la teología. No hay duda que es fruto de un clima de confianza creado y reafirmado entre los integrantes del encuentro, en el cual, por supuesto no estuvieron ausentes las tensiones. .
7. – Estaba en juego, también la espiritualidad; la que debe acompañar e los hombres y mujeres de este Continente que leen su vida y su historia desde una comprensión teológica que se ha ido afirmando poco a poco y se ha hecho ya tradición. De esa teología nace una espiritualidad. Una espiritualidad nueva que junta la lucha por la justicia y la lucha ecológica, mística y profecía, adoración con compromiso, religiosidad popular, en la que Benedicto XVI ve reflejada el alma de los pueblos latinoamericanos, con eucaristía. Todo parte del encuentro vivo con la persona de Cristo[6]. La fe no es una tradición cultural; la parte vital e íntima de la fe es Cristo. Para que así sea se precisa una iniciación en la espiritualidad cristiana (Cap VI). Eso ocurrió en el lugar de Aparecida. El santuario de Aparecida lleno rostros diversos, de afros y migrantes, casa de María, Nossa Segnora nera, donde se respiraba un ambiente de piedad y de oración puede es la mejor expresión de la nueva espiritualidad[7].
8. – Estaba en juego la relación entre la oferta religiosa y la demanda. En América Latina sigue habiendo demanda religiosa. Contra todo diagnóstico la religión hoy no deja de crecer; la búsqueda desenfrenada del ?tener??, marcada por la productividad y el lucro, ha dejado sin respuesta las preguntas ligadas al ?ser?? y a la vida. Frente a esos grandes interrogantes también la oferta de la Iglesia es de poca la calidad. Sino se dan respuestas atinadas a estas demandas que tienen que ver con el sentido de la vida, y las grandes necesidades de creer y que a uno le creen, de amar y ser amado, de ser feliz y comunicar felicidad surgirán muchos cristianos sin Iglesia, que creerán sin pertenecer. En el DA se recogen los problemas pero con alguna frecuencia ni se atisban las soluciones ni aparecen las grandes y originales novedades que superan esos problemas. Queda mucha tarea por hacer.
Veamos un caso concreto. La CNBB en una de las contribuciones que envió al Documento de Participación, encara valientemente el problema de las muchas comunidades católicas que no tienen posibilidad de participar de la eucaristía del domingo por no haber sacerdotes en el lugar donde están situadas. Por una parte se afirma que la Iglesia hace la Eucaristía y que la Eucaristía hace la Iglesia y por otra se sabe que en Brasil el 80% de los católicos está impedido de participar en la eucaristía los domingos por no tener ministros para ello y por tanto están privados de una muy importante dimensión de su vida cristiana[8]. Por lo cual los Obispos de Brasil sugieren que se reconsidere la posibilidad de la ministerialidad laical o de la posibilidad de que los curas casados puedan retomar el ministerio sacerdotal. Aparecida toma nota de este problema en el documento final pero no se ofrece ninguna alternativa consistente. Se contenta con sugerir que aquellos que no pueden celebrar la eucaristía los domingos busquen participar devotamente de celebraciones de la Palabra y recen por las vocaciones sacerdotales[9].
9. – Estaba en juego la renovación y la intensificación del dinamismo misionero de la Iglesia. Es la invitación más repetida; está presente en todas las páginas, en diversas afirmaciones. Se necesita, se quiere y se busca que la Iglesia de este continente se motive, aprenda y se decida a ser misionera[10]. Así y solo así tendrán lugar los cambios necesarios para que el despertar misionero se de: un espacio más amplio al laicado y a la mujer, una renovación del ministerio episcopal, sacerdotal y del servicio de los religios@s, una efectiva opción por los pobres, una más intensa y cercana pertenencia a grupos comunitarios eclesiales, una más sana aceptación de la diversidad en la Iglesia, una intensa vida de fe de los creyentes, una renovación de la actitud crítica y propositiva frente a la sociedad individualista e injusta?? Así crecerá la alegría de ser discípulo misionero de Cristo. Con todo, esta propuesta no puede presentarse como otra dura exigencia de la Iglesia sino como un deseo que nace del dinamismo de nuestra fe y que debe ir acompañado de una alegría profunda[11].
10. – Estaba en juego un nuevo reparto de roles de los diferentes discípulos misioneros de la Iglesia latinoamericana, de las distintas vocaciones específicas de la misma. Entre ellas el Documento en su capítulo V enumera a los obispos, los presbíteros, los fieles laic@s y los religios@s. En el Capítulo siguiente se nos habla de los lugares de formación de los discípulos misioneros y ahí hace una referencia explícita a los movimientos eclesiales. No solo en ese lugar sino en varios otros del Documento se evidencia su protagonismo.
En ellos se pone, con justa razón, una gran esperanza de cara a la revitalización del catolicismo en el Continente. Pero no ?la?? esperanza como hubieran deseado que se dijera por parte de algunos de ellos. En estos movimientos, como en los otros grupos eclesiales, hay una espiritualidad y una pastoral específica pero que no debería ser exclusiva y menos excluyente; normalmente le hace bien a la Iglesia y a sus diferentes integrantes y pone intensidad y fuerza en importantes aspectos del evangelio. Pero no se la puede considerar como ?la?? solución o ?la?? alternativa para la Iglesia en este momento.
No hay duda que alguno de estos grupos hubieran querido acapararse Aparecida y haber hecho ellos la propuesta para las Iglesias del Continente en los años que vienen. Para resituarse ellos en este servicio evangelizador de la Iglesia llegan a querer desplazar a otros. Ese no es el buen camino. Se trata de complementar y complementarse y superar algunas ambigüedades que no les falta. Solo de pasada quiero decir que lo que se señala con respecto a la vida consagrada no pasa de ser discreto.
11. – Estaba en juego el futuro de la fe católica en el Continente. En Aparecida se tomó nota de la pérdida de hegemonía del cristianismo histórico. Bastantes obispos querían que el catolicismo y los valores cristianos de AL no tuvieran los mismos problemas que deben enfrentar Europa o América del Norte. En esos lugares junto con la mejora económica y los cambios culturales llegó el debilitamiento de la fe, la solidaridad, la fraternidad y la justicia. El Papa reconoce que ese debilitamiento está llegando también al Continente Latinoamericano[12]. Esta constatación pide una revitalización de la fe en Cristo. Se trata de parar ese proceso y de ofrecer alternativa; pide atención a los modos de transmisión de la fe; configurar todo no en la perspectiva de una evangelización en términos de cantidad sino de calidad.
12. – Estaba en juego tomar conciencia de la realidad social de nuestro mundo; estaba en juego la vida amenazada. La primera vertiente de la conferencia fue abrir los ojos y tomar conciencia de que somos parte, como Iglesia, de la realidad de nuestro continente en constante transformación. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestros tiempos, son las de los discípulos de Jesucristo (GS 1).
La Iglesia está inserta en la realidad de nuestros pueblos y es enviada para conseguir un mundo justo, solidario y en paz (Lc 4,18-20). Por tanto estaba en juego decir algo y hacer algo por reducir la pobreza, gritar contra la distribución injusta de los bienes de la tierra, asumir los objetivos del tercer milenio de las Naciones Unidas. Por eso, con mucha responsabilidad y acierto, la Asamblea aprobó el envío de un Telegrama dirigido a los Jefes de Estado y de Gobierno que se reunirían en Heiligendamm, Alemania del 6 al 8 de junio: ?Nosotros obispos católicos reunidos en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil, asumiendo nuestra responsabilidad como pastores de nuestros pueblos, tan sufridos por las injustas relaciones entre países pobres y países ricos, apelamos a los Jefes de Estado y de Gobierno del G8 reunidos en Heiligendamm para que guíen la economía mundial a un desarrollo humano, ecológico y sostenible, basado en la justicia, la solidaridad y el Bien común global?? Junto con el Papa Benedicto XVI en su carta a la canciller alemana Ángela Merkel, estamos convencidos que una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo es eliminar la extrema pobreza antes del 2015 y poner a disposición los recursos necesario. Eso está vinculado inseparablemente con la paz y la seguridad mundial??.
13. – Estaba en juego el tertium datur; el ir más allá de lo uno y lo otro; el colocarse en una perspectiva nueva, en una alternativa. Yo esperaba una especial iluminación del Papa para esa tarea. Algo de eso nos llegó cuando nos habló de la opción de los pobres como la opción de Jesús; hacia lo mismo apuntó el Card Bergoglio cuando en su homilía situó la acción de los discípulos misioneros entre dos trascendencias: el misterio de Dios y las periferias humanas; recordó que la Iglesia no puede ser auto referencial sino misionera, no tiene que ser agnóstica sino adoradora y orante. El Cardenal Errázuriz, en la eucaristía conclusiva, encuentra en María discípula y misionera la clave para llegar a esa perspectiva de alternativa, que para nada es un medio camino entre el movimiento carismático y la teología de la liberación. Es algo distinto de lo uno y de lo otro pero también algo nuevo; no es un mitad de camino entre la contemplación y el compromiso, la oración y la acción; no es una acentuación de lo social y una negación de lo espiritual o doctrinal; no es ?o?? ?o?? y tampoco es ?y?? ?y??. Es otra cosa. No es un término medio. Es algo diferente; algo con lo que nos dividiríamos menos en la Iglesia y lograríamos entrar en contacto con más intensidad en la gracia pascual.
Yo fui a esta Conferencia para recibir pistas y orientaciones para caminar en esta dirección. Me convencí que esta integración y este tercium datur primero se vive y después se cuenta. Solo hombres y mujeres que se saben situar por encima de las diferencias y ven lo distinto no como lo que diferencia sino como lo que complementa podrán dar este importante paso en sus vidas y hablarán de algo nuevo y convergente.
14.- Estaba en juego el a dónde nos llevaría Aparecida ¿Quo vadis,Aparecida? En la preparación de Aparecida alguien ya se hizo esta pregunta y evocó la leyenda de Pedro. El apóstol, lleno de miedo al martirio inminente, está huyendo de Roma. En la vía Appia, ya a algunos Km. de la Urbe, se le aparece a lo lejos Cristo; se le va acercando cargado con la Cruz. Cuando ya está próximo Pedro le pregunta, ¿quo vadis, Domine? Y Jesús le responde. ?Voy a cargar una vez más la cruz que tú no quieres tomar y por eso estás abandonando a mi pueblo??. ¿A dónde irá Aparecida? ¿Apostará por lo que estaba en juego en el Continente y con una cierta urgencia? ¿Conseguirá que los cristianos y las comunidades dejen de ?tener?? misiones y ?sean?? misioneros? ¿Habrá en nuestras Iglesias una conversión al Reino? ¿Se superarán las estructuras de exclusión para asumir las de inclusión y las del compartir? ¿Habrá la audacia suficiente para permanecer en el corazón del Continente, de las grandes ciudades, de las fabelas, de las comunidades de base, de los lugares de decisión, de las familias divididas, para convocar y enviar, para contagiar y testimoniar evitando la tentación de la huída?
La Iglesia en Aparecida ha atisbado una oportunidad; ha recibido un auténtico llamado del Señor para emprender una tarea que sin ser nueva en estos momentos se hace urgente. Esta tarea es muy sencilla: volver a encontrarse con el Señor como fundamento clave de la vida. Sin este encuentro kerigmático el debilitamiento del catolicismo seguirá su curso hasta perder su fuerza y vigor. Los católicos no podemos cruzarnos de brazos. La historia se gana día a día. Si no se entra en el dinamismo del Reino de Dios se involuciona. Hoy el Continente requiere algo inédito para superar la situación en que nos encontramos. Y para ello se necesitan muchos y buenos misioneros.
Esto exige conversión misionera y ardor para transformar la ofrenda eucarística en acción de gracias. Así se conseguirá dispersar a los soberbios y enaltecer a los humildes y a los que transmiten vida. Aparecida ha logrado desentumecer nuestros pies para hacer la andadura que nos espera y ha dado la orden de partir. Avancemos para bien de esta querida Iglesia nuestra. Nos ha ofrecido un por qué y se trata de encontrar unos cómo. Se trata de operacionalizar pastoralmente el anuncio de Jesús y salir al encuentro de los que necesitan encontrarlo.
Lo que estaba en juego en Aparecida en juego está en el Continente Latinoamericano y el Caribe hoy: una Iglesia en misión; iniciando una misión continental nueva, que implica soluciones osadas y cambios reales tanto en los destinatarios como en los protagonistas, en los contenidos como en el método, en los objetivos como en los medios. ¿No podría estar en manos de los cristianos laicos del continente para ganar y avanzar en un modelo de Iglesia, pueblo de Dios? ¿Asumiremos la causa principal de la descatolicización del Continente que no está sólo en la cultura moderna o postmoderna, ni en el descuido o desafección de los fieles sino también en la estructura ministerial y pastoral de la Iglesia? Esta, demasiadas veces no se pone preguntas vivas y desafiantes sino que impone respuestas hechas. Y desde luego las preguntas no deberían brotar de la mediocridad sino de la fuerza que comunica la fe viva. Así estarán basadas no en la defensa de la Iglesia sino en un cariño verdadero y entusiasta a esa misma Iglesia que intenta vivir de nuevo en Pentecostés.
A partir de una conciencia serena, feliz y fiel de la identidad cristiana el cristiano se reanima y conforta en su fe. Así no corre el riesgo de abandonar la Iglesia sino que se transforma en un creyente entusiasta capaz de invitar a volver a la comunidad cristiana a los que la han abandonado y, por supuesto, a convertir a otros testimoniando los valores esenciales del Reino[13]. Cuando se piensa así, se llega a la conclusión que la vocación de la Iglesia no la mueve el proselitismo ni la conquista; ni el crecimiento cuantitativo de sus miembros. La mueven las ganas de compartir la alegría del evangelio y de comunicar la vida en Cristo. Para más de uno, Aparecida ha sido una sorpresa del Espíritu; el postAparecida lo puede seguir siendo. Eso también está en juego.
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[1] DA 127-128
[2] ?No resiste a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados?? (DA 12).
[3] ?Vivimos una época cuyo nivel más profundo es el cultural?? (DA 44)
[4] ?La realidad que nos interpela como discípulos y misioneros?? (DA 2.1)
[5] ?Sólo quien reconoce a Dios conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano?? (DI 3)
[6] El itinerario formativo de los discípulos misioneros está marcado por el encuentro con Jesucristo, DA 243-45
[7] La situación fue muy diferente de la de Puebla donde los Obispos estuvieron alojados en un inmenso edificio, el del seminario y totalmente alejados del resto del mundo. En Aparecida este compartir diario con el pueblo tuvo más influencia de la que se cree en la elaboración del texto teórico.
[8] DA 100,e
[9] M. C. Lucchetti, Luces y sombras en Aparecida, Mensaje, julio 2007, p18
[10] ?Esto requiere?? una evangelización mucho más misionera en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres?? (DA 13)
[11] ?La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para buena noticia del amor de Dios?? dar a conocer a Jesús con nuestra palabra y obras es nuestro gozo?? (DA 32)
[12] : ?Se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido el secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudo-religiosas??( DI 2)
[13] ?Los que han dejado la Iglesia para unirse a otros grupos religiosos??, DA 225-226