El signo que tome el relevo en la Diócesis de Donostia, una vez que Uriarte presente su dimisión en junio, sigue siendo una incógnita en la que puede tener una influencia indiscutible la designación de Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal
El retorno de Antonio María Rouco Varela a la presidencia de la Conferencia Episcopal reabre una herida que parecía cicatrizada para una parte significativa de la Iglesia vasca, que no ha olvidado etapas del pasado reciente vinculadas al arzobispo de Madrid, siempre presididas por la confrontación.
No queda tan lejos, de hecho, el documento aprobado por los obispos más conservadores reivindicando la unidad de España en plena puesta de largo del Plan Ibarretxe. «El giro hacia ese tipo de posturas es a partir de ahora más que posible», sopesa el teólogo Alfredo Tamayo Ayestarán.
¿Tantas diferencias presenta con el presidente saliente? En realidad, entre Rouco Varela y Ricardo Blázquez existe mucha sintonía doctrinal. «El problema no es tanto la perspectiva dogmática como lo que representa para cada uno de ellos la relación que debe mantener la Iglesia con el conjunto de la sociedad moderna», apuntan fuentes consultadas.
Desde que abandonó el cargo hace tres años, la figura de Rouco Varela, hombre que goza de una fuerza intelectual tan sobresaliente como controvertida, no ha hecho más que acaparar poder, tanto en la iglesia española como en el Vaticano. El impacto que su regreso a la jerarquía católica pueda tener sobre la Iglesia vasca representa ahora una incógnita. «Al menos, el hecho de que hayan elegido a monseñor Blázquez como vicepresidente de la Conferencia Episcopal en sustitución del cardenal Cañizares hace pensar que existe un intento de búsqueda de equilibrio en las nuevas tendencias que se pueden dar», pondera el jesuita Inazio Arregi, responsable de prensa durante dos décadas en Radio Vaticano. Reconoce, eso sí, que hace falta «rebajar el protagonismo desmedido que tiene la jerarquía».
LOS NUEVOS TIEMPOS
Una línea «nada nacionalista»
Los nuevos tiempos, en cualquier caso, parecen venir marcados por una línea «nada nacionalista» y sí «muy conservadora», según apunta Tamayo. «Si hasta ahora se han ido nombrando obispos más o menos próximos al nacionalismo, creo que vamos a ver una marcha atrás evidente», asegura.
Hay algunos movimientos que comienzan a apuntar tendencias, como la reciente designación del cardenal arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, como responsable de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, organismo encargado de vigilar la ortodoxia en el seno de la iglesia católica. Con el nombramiento de este hombre de 77 años, que dijo que «el laicismo radical conduce a la disolución de la democracia», parece confirmarse que la línea más dura y radical domina la jerarquía eclesiástica.
La Iglesia guipuzcoana, en este contexto, siempre se ha caracterizado por mantener una trayectoria con un magisterio muy consolidado, en la línea que inició el obispo emérito de Donostia, José María Setién y ha continuado el actual, Juan María Uriarte. Para Joserra Treviño, delegado episcopal de Cáritas y párroco de Martutene, «esta Iglesia diocesana siempre ha representado una línea aperturista, con una presencia significativa en la sociedad y un claro planteamiento de diálogo».
¿Seguirá siendo así a partir de junio? El clero guipuzcoano tiene la fecha en mente, cuando se produzca el relevo en la Diócesis de Donostia, una vez que Uriarte presente su dimisión a Roma tras cumplir 75 años.
Miembros de la comunidad cristiana consultados no descartan una «cierta involución», que ya apuntaba el reciente nombramiento de Mario Iceta como obispo auxiliar de Bilbao, un guerniqués que ha desarrollado toda su trayectoria fuera de Euskadi y al que se le adscribe a la corriente conservadora.
¿Quién tomará el relevo en Donostia? Ninguna de las fuentes consultadas quiere hacer cábalas, pero el nombre que más sale en las quinielas es el del sacerdote donostiarra José Ignacio Munilla, de 46 años, el obispo más joven y uno de los valores emergentes de la Iglesia católica, de fuerte signo conservador, que dirigió la parroquia de El Salvador, en Zumarraga. «Hasta ahora, que este hombre fuera el sustituto de Uriarte no era más que una posibilidad, pero que ha cobrado fuerza, una vez que Rouco Varela vuelve a la Conferencia Episcopal», confiesan.
La designación de Rouco es para el profesor de Sociología de la UPV Imanol Zubero «un episodio más» de una involución que arranca hace dos décadas, cuando los «estrategas» de la Iglesia católica comenzaron a «maniobrar» convencidos de que «España era, de nuevo, una tierra de misión que se estaba alejando de la iglesia y había unas tendencias que debían compartirse».
Al margen del signo que tenga el nuevo obispo donostiarra, su influencia va a ser «relativa», sostiene Zubero, puesto que «estamos ante una coyuntura en la que los obispos son parte de un cambio de fondo en la que se está encontrando la Iglesia». El sociólogo está convencido de que la democracia en la iglesia pasa «no tanto por elegir a los obispos», sino por la existencia de una sociedad civil fuerte, «y en Euskadi existe un tejido social muy importante».