Mensaje de la radio católica sobre el 11-M: “No nos fiamos de la policía”
El cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, ha declarado en El Mundo que “si no tuviésemos la COPE, tendríamos que inventarla, porque está haciendo un gran servicio a la sociedad con libertad e independencia”. Estos días, ese “gran servicio” consiste en presionar desde los píos micrófonos confesionales al juez Gómez Bermúdez, presidente del Tribunal que juzga el 11-M, porque hasta el día de la fecha el magistrado no ha actuado como los conspiradores esperaban de él.
O sea -y dicho en román paladino-, que Bermúdez no se ha plegado a los intereses mediático/políticos de Losantos, Ramírez y compañía. El juicio está llegando a sus últimos tramos y ciertos falsarios corren el riesgo de quedarse de nuevo judicialmente con el trasero al aire de sus mentiras y fabulaciones.
“Y no sabemos si algo más”
El “gran servicio” de la cadena radiofónica católica a “la sociedad” lo llevan a cabo Jiménez Losantos y sus secuaces. Prestan el “servicio”, descalificando y ultrajando a todo aquel que se les cruza en su camino, el que conduce a culpar del horroroso atentado del 11-M, por ejemplo, a “gente de la policía, también de la Guardia Civil, del CNI y no sabemos si algo más”, según decía literalmente ayer el locutor citado.
Presuntos delincuentes
¡Qué “gran servicio”!, monseñor, que el susodicho Losantos solicite al “señor Gómez Bermúdez” que se decida a “empitonar, encausar, deducir testimonio, utilice el término que quiera, a estos tíos que evidentemente han ocultado pruebas, han falsificado las pruebas, están ocultando a los autores de la matanza, están obstaculizando la acción de la justicia, están aparentemente prevaricando, están presuntamente delinquiendo, desde que usted los puso a averiguar qué había estallado en los trenes”.
Nihil obstat
¡”Qué gran servicio”!, ciertamente, el de lanzar paletadas de mierda sobre los cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado, grosso modo, con absoluta impunidad, bajo la protección explícita -aquel nihil obstat de antaño- de los máximos jerarcas de la Iglesia católica española. “No nos fiamos de la policía”, advierte a los oyentes el ilustre empleado de ustedes. La insistencia de Losantos es característica: “¿Y cuándo va usted, Sr. Gómez Bermúdez, a tomar testimonio, a empitonar, a meterles el cuerno a estos sujetos? ¿Cómo puede llevar uniforme y cobrar el sueldo pagado por todos los españoles gente que está ocultando pruebas, manipulándolas y falsificándolas desde el principio (…)?
Coz dialéctica
No olvida nunca, el Injuriador Mayor del Reino, soltar una coz dialéctica al juez instructor, Juan del Olmo, y a la fiscal del caso, Olga Sánchez. Ésta fue su parrafada de ayer: “Por cierto, ¿sabe usted a quiénes está juzgando? Porque lo que sabemos es que no estalló lo que nos dijeron que estalló; lo que sabemos es que el juez instructor, la fiscal vale ya y la policía o han prevaricado o han mentido o una mezcla de ambas cosas, o las dos, o alguna, pero que no se han comportado correctamente es evidente… ¿Cuándo se van a sentar en el banquillo? Por destruir pruebas, crear pruebas falsas y falsificar las pruebas reales, las evidencias que se tenían…”
Aviso directo
Y, al final, aviso directo a Gómez Bermúdez: “¿Es el momento procesal oportuno ya Sr. Juez? ¿Va a esperar hasta el último día o es que en realidad nunca pensó en perseguir el perjurio en su sala y por eso ganaba tiempo con lo del momento procesal oportuno? Esperemos que no, pero le queda muy poquito ya, eh, Sr. Juez”.
Pues nada, monseñor
Pues nada, monseñor Cañizares. Si esto es servir a “la sociedad con libertad e independencia” que baje su dios y lo vea. ¿Cuál es su dios, monseñor, el dios de la política, el dios de la cizaña, el dios del engaño, el dios de la calumnia? Ninguno de ellos parece corresponderse con la figura de Jesús de Nazaret. Y es que entre el mensaje evangélico y el de la COPE hay más distancia que la que separa el infierno del Dante del cielo de los que se toman en serio -o al menos lo intentan- las bienaventuranzas o el sermón de la montaña. En ese cielo, monseñor, no cabe la COPE.
