Querid@s amig@s:
Se cumplen 50 años desde el comienzo del Concilio Vaticano II. Tenía entonces 27 años. Con mis compañeros universitarios vibramos de expectativas al leer diariamente la «Herderkorrespondenz» que nos trajo las últimas intervenciones de obispos y laicos en la catedral San Pedro, donde obispos
dialogaron acerca de una Iglesia abierta al mundo y puesta al día.
Qué paso desde entonces? Ya sabemos: después de la muerte del «Papa bueno», Juna XXIII que ha tenido el valor de convocarlo contra la fuerte resistencia de la curia romana.
¿Para que un concilio?, le preguntaron. El Papa abrió las ventanas de su despacho: «La Iglesia requiere aire fresca», era su respuesta.
Todo el mundo era emocionado, incluso detrás de la cortina de hierro. Muerto el Papa, se siguió Pablo VI. Un hombre tímido que ya comenzó a frenar. Le siguió Juan Pablo I. Quiso poner en práctica lo nuevo, comenzando con los Bancos vaticanos … Era su muerte.(????) Comienza el largo régimen del Papa polaco. Un gran actor de vocación … el resto todos los adultos hemos vivido, unos con euforia, otros profundamente preocupados, según…¿qué?
Lean el artículo adjunto de un teólogo de gran peso. Lo he traducido del alemán al español. Disculpen lo insuficiente de mi castellano. Creo sin embargo que toco lo esencial.
Con fraternales saludos: Franz
———————————————————
El Concilio Vaticano Segundo y el desarrollo posterior.
Un resumen abreviado de la exposoición presentado por P. Wolfgang Seibel, durante años editor de la revista ?Stimmen der SEIT?? en ocacsión de la 24ª Conferencia Federal del Movimiento ?Kirchenvolksbewegung?? (movimiento popular eclesial) Somos Iglesia, que tuvo lugaren Würzburg.
Vaticano II: Reforma ? Diálogo ? Pueblo de Dios
Reforma: Juan XXXI había convocado al Concilio, convencido que a la Iglesia le hace falta una renovación a fondo. El Concilio debería iniciar una ?renovación integral de la Iglesia ?. El Papa era convencido que esta reforma sólo se puede lograrse por medio de reflexiones en conjunto y discusiones abiertas, sólo cuando en lo posible muchos entre clero y laicado puedan aportar sus conocimientos y vivencias. Dar directivas y decretos desde arriba, no lo consideraba efectivo. La Iglesia ?ha de renovarse continuamente bajo la guía del Espíritu de Dios?? (GS 21). Tiene el ?deber de escudriñar los signos de los tiempos y interpretarlos a la luz del Evangelio?? (GS 4).
Diálogo: El diálogo formaba la esencia del Concilio. Era para el Concilio el camino normal en la búsqueda de la verdad y su aplicación en la Iglesia. El Concilio hace ver que la Iglesia no dispone de respuestas definidas a cualquier interrogante (GS 43), sino que está obligada de buscarlas. Es la primera vez en la historia del Magisterio en que no solamente se posibilita en la Iglesia diversidad de opiniones, sino además se las consideran legítimas.
El Concilio no juzga la modernidad de manera negativa, como un proceso de decadencia, sino encuentra mucho de positivo en el presente. Ya no se trata de una actitud de resistencia y delimitaciones, sino de apertura y de dialogo. La iglesia del Concilio ya no entra en la escena como que pretende adoctrinar y exigir, sino argumentando y buscando consenso. Todo esto era algo totalmente nuevo como pronunciamiento del supremo magisterio eclesial.
La conclusión más relevante del Concilio en el diálogo con la modernidad, es la declaración sobre la libertad religiosa. Es ahí donde el Concilio ha revisado radicalmente la doctrina tradicional. La libertad en asuntos religiosos, se basa en la dignidad del ser humano, o sea, es un derecho pre-estatal que el estado tiene que respetar. Libertad religiosa es ?un derecho que subsiste independientemente de la verdad objetiva, de la convicción religiosa de cada persona y del empeño subjetivo por esta verdad??
El diálogo es, además, el principio fundamental de las declaraciones conciliares respecto al ecumenismo y las religiones no cristianas. El Concilio Vaticano II ? en contra de la práctica centenaria previa ? enfatiza que en otras religiones se dan ?verdades?? y ?vidas santas??.
Pueblo de Dios es la palabra clave para la nueva imagen de la Iglesia. El Vaticano II quiso superar la imagen de una sociedad con dos clases y, a la vez, la del clericalismo inherente a este.
Para el Concilio no existen cristianos de segunda clase. Pueblo de Dios incluye también fortalecimiento de las iglesias locales. Los obispos forman con el Papa un colegio.
La resonancia enormemente positiva que el Concilio suscitó en la Iglesia global, es la señal más clara de que los obispos acertaron en cuanto a los problemas como la gran mayoría de los católicos los intuían, y que juntamente con ellos perseguían las mismas preocupaciones. Raras veces hubo una concordancia tan grande entre los obispos y el llamado Pueblo de Dios.
Interrogantes pendientes, que dejó el Concilio al tiempo postconciliar.
El problema sobre los métodos anticonceptivos lo quiso solucionar Pablo VI en la encíclica ?Humanae Vitae??. sin embargo , en la práctica de los católicos no se respetaba su contenido, una señal que el magisterio puede dictar normas dogmáticas o morales, sin embargo ya no le resulta forzar su acatamiento. La cuestión sobre el celibato sigue vigente.
La pregunta, si a las otras religiones se las puede considerar como camino propio para llegar a la salvación, se ha por mientras agudizado con más vigor.
El hecho que acerca de la discriminación de la mujer en la Iglesia existan igualmente interrogantes serias – por razones desconocidas, – los padres conciliares no lo preveían todavía. Tampoco estuvo en el orden del día el problema de los divorciados y de nuevo casados. No se trató la cuestión crucial sobre el nombramiento de los obispos.
Deficiencias
El Papa sigue considerándose monarca absoluto. La manera parcial del Vaticano I sigue casi iglual en su vigencia. Los obispos son como siempre unos funcionarios dependientes de instrucciones del Papa. Como compensación tienen más poder en sus diócesis. Allí se convirtieron en una especie de Papas enanos.
Partes extensas de las conclusiones del Concilio quedan todavía detenidas en mentes patriarcales. A los laicos se les trata todavía a modo de súbditos, como receptores pasivos de administración e intermediación por parte del clero.
Para la relación entre el Papa y los obispos, así como entre obispos y sacerdotes, el Concilio no ha fijado un reglamento institucional. Deberes, ante todo deberes de obediencia tienen solamente los súbditos dentro de una escala piramidal de poderes. Para el nivel superior se dan solamente amonestaciones morales o apelaciones. Así, por ejemplo, dice que los obispos hagan uso con agrado a consejos por parte de los laicos. Lo que los laicos les exponen, consideren ?con atención en Cristo?? (LG 27).
Si el Concilio había confiado que tales exhortaciones y visiones de un trato familiar entre pastores y grey eran suficientes, se trataba de ?un romanticismo utópico?? (Peter Hünermann). Mientras no esté definido por un compromiso jurídico sobre cuándo y cómo los obispos tendrían que aceptar consejos, todo quedará como estaba. A muchos obispos aparentemente les falta el tino para impulsar un ordenamiento jurídico en su área de competencia.
La política del Papa y de la Curia actuales
Por parte de la Curia Romana se detiene en el fondo todos los acuerdos y documentos del Concilio, a menudo remplazados con decretos opuestos al mismo, con excepción de lo que habla de la libertad religiosa.
?Raras veces, en la historia de la Iglesia ha sucedido que una minoría ? ni siquiera calificada – haya utilizado la falta de claridad de los textos conciliares, forzadas por esta misma, con tanta frescura, para no decir: tanta sinvergüenza y astucia, para imponerse sobre y proceder al margen de la mayoría de representantes de la Iglesia mundial, para mantener vigente lo de siempre?? (Otto Hermann Pesch).
Hoy menos que nunca se puede hablar de una Iglesia local autónoma. Los obispos de facto no son más que receptores de órdenes provenientes del Papa y la Curia. Las declaraciones del Concilio de que los obispos eran ?representantes de Cristo??, y ?no representantes de los obispos romanos?? (LG 27) simplemente se omitió en el nuevo Códice Iuris Canonici del año 1983. Los obispos son actualmente impotentes como nunca antes, incluso se los margina casi completamente ?como socios en cuestiones abiertas en casos de problemas discutibles en la Iglesia. Tan fuerte están bajo la presión de la llamada lealtad, que no pueden más que defender lo que Roma ordena?? (Otto Hermann Pesch). En su intento de desmantelar el centralismo, el Concilio ha sufrido ciertamente el fracaso más sensible.
El ataque más afilado contra la reforma de la liturgia constituye el pase libre al viejo rito decretado el año 2007. Se trata de un claro sabotaje contra el Concilio. El Papa parece dispuesto más que nunca ?a desactivar los logros del Concilio Vaticano II?? (Klaus Nientiek, HK 8/2008).
Eugen Biser, filósofo de Religión dijo el 26 de Junio 2000: ?Vivimos en una fase que.. tengo caracterizarla como involutiva de los logros del Vaticano II. Hecha por el suelo pieza por pieza lo que el Concilio nos ha obsequiado. Una Iglesia que asienta acciones de éste índole de autodestrucción, no necesita enemigos, pues ella misma trabaja para su ruina y su escasa aceptación.??
Ciertamente un cuadro tétrico de la situación actual de la Iglesia. Sin embargo, hay que encarar la realidad. No tiene sentido hacerse ilusiones. Por supuesto, el análisis de una situación no puede ser la última palabra. La Iglesia no consiste solamente del Papa, de la Curia y de los obispos. Nada impide dejarse llevar por el Concilio Vaticano II y de vivir de acuerdo a sus impulsos prometedores ahí donde la Iglesia vive de hecho, es decir en las bases y en las comunidades.
A parte, todas las ideas nuevas en la Iglesia, todas las iniciativas con miras al futuro, todos los impulsos reformistas partieron desde abajo. Los funcionarios eclesiales se ocuparon más por frenarlos y, en lo posible, a controlarlos. La convocatoria al Concilio Vaticano II constituía una novedad en la historia de la Iglesia en cuanto la iniciativa para lo nuevo llegó desde la cúpula, desde el Papa mismo. Sin embargo, la iniciativa papal consistía únicamente en la convocatoria y en mantenerse firme en su decisión contra toda la resistencia que partió justamente de la Curia Romana. El Concilio pudo culminar con tanto éxito, sólo porque los caminos ya estuvieron forjados desde abajo, desde las bases.
Menciono solamente las iniciativas teológicas de la primera mitad del siglo 20, los esfuerzos por la renovación de la liturgia, los movimientos bíblicos, los movimientos juveniles, y mucho más.
La reacción más fatal ante este curso actual de la cúpula eclesial, sería caer en la resignación. Esto sería solamente agua sobre los molinos de los adversarios de la renovación conciliar. Hace falta esperanza y valor. Hay que emprender lo pasible para que las iniciativas del Concilio no queden en nada, sino que marquen la vida en la Iglesia.
Conclusión: En Roma: el fin de la nueva canción; en la base, en cambio, se da siempre un nuevo comienzo. Nadie está obligado a aprobar las decisiones de la cúpula eclesial contra sus convicciones, o a considerarlas por definitivas. Es dentro de la intención del Concilio, que los caminos para el desarrollo y la renovación de la Iglesia quedan abiertas. Se requiere valor para la acción decidida. Es acá donde la Iglesia vive y construye el futuro.