En griego, tumba se dice mnemeion, lugar de memoria o monumento al recuerdo de los muertos. Así ha sido desde antiguo: los hombres han edificado túmulos y tumbas, pirámides, dólmenes, menhires a sus muertos. Pero Jesús no tuvo tumba, ni dolmen, ni pirámide, ni la han tenido los desaparecidos de miles de represiones militares o sociales.
Desde ese fono he querido evocar el canto de Maná: ¿Cómo se desaparecen los desaparecidos? , para contestar que no desaparecen, sino que permanecen y crecen en la memoria real (vital) de Dios y de los hombres y mujeres que creen en ellos. Ciertamente, esa experiencia no resuelve todo el tema de la tumba de Jesús, del que he tratado estos días, pero ayuda a situarlo mejor.
Las Madres de los Asesinados de Argentina y la Tumba de Jesús
He venido comentado el tema del posible descubrimiento de un sepulcro de la familia de Jesús en Jerusalén. Mi amigo Juan M. González ha comentado: ?Creo que la opción de Xabier es teológica y evangélica (más que arqueológica); Pikaza quiere creer que Jesús padeció la humillación de los más pobres: la fosa común (expresión terrible en la Argentina de la dictadura militar). Según aquello de San Ireneo de Lyón (s. II): «Sólo lo asumido es redimido». Esta observación me hace profundizar en el tema.
Acabo de venir de Argentina donde he conversado con personas de diversos estratos sociales y culturales, que han sufrido las consecuencias de la ?revolución?? y de la ?contra-revolución?? que sacudió los cimientos del país entre el año 1976 (con la toma de poder por los militares) y el 1983 (con el restablecimiento de la democracia). Unos sufrieron la opresión de los grupos revolucionarios, de inspiración socialista y en gran parte cristiana (que habían querido trasformar el país desde los pobres). Otros padecieron la represión de los militares, de inspiración también cristiana, pero de signo opuesto (que quisieron mantener el orden ?tradicional?? de la nación, con la ayuda de los más poderosos).
Hubo muertos por ambos lados, pero los más numerosos fueron unos treinta mil desaparecidos, víctimas de la dictadura militar, que quiso ?liberar el país?? del mal fermento izquierdista. Fueron muertos legalmente ?ilegales??, asesinados para ?sanar el país?? y mantener el orden militar y social, con el visto bueno de una parte considerable de la jerarquía católica. Hicieron una ?labor eficaz??, mataron a los más ?peligrosos??. Pero los muertos hablan y, en nombre de ellos, siguen hablando sus madres.
Las madres que se reúnen desde entonces en la Plaza de Mayo de Buenos Aires y en otras ciudades, reivindican la memoria de sus hijos desaparecidos y están empeñadas en mantener sus ideales. Las familias de dos de esas madres me han invitado a sus casas, en Córdoba (Argentina) y he podido conversar con ellas. No quiero decir aquí sus nombres, pues son bastante conocidas. Una es madre de un poeta admirable, que mantiene viva la esperanza de su hermano asesinado. Otra, hija de pasiego cuya tierra he conocido muy bien, es madre de una profesora de filosofía, con la que he mantenido largas conversaciones. Las dos madres, con sus familias, mantienen vivo el ideal de sus hijos muertos. Ellas me han dicho: hemos nacido de nuevo hace ya casi treinta años cuando murieron nuestros hijos; ellos nos han enseñado a vivir, por ellos vivimos.
Un tema social y teológico.
Hace ya unos años, tanto en mi libro sobre El Dios Preso (Secretariado Trinitario, Salamanca 2004) como en otro libro sobre Violencia y religión en la historia de Occidente, he destacado la memoria de esas madres, vinculando su gesto con el signo de la tumba de Jesús. Allí recogía y valoraba el trabajo extraoardinario de la investigadora francesa S. Lefranc, Las políticas del Perdón (Crítica, Madrid 2004), donde estudiaba el tema de la reconciliación social en Argetina, Chila y Sudáfrica.
No quiero asumir aquí todo lo que Lefranc ha dicho ni lo que han dicho y dicen todavía las madres de los asesinados (como María, madre de Jesús asesinado). Me basta el recuerdo de las dos madres ancianas de asesinados casi adolescentes, que me han invitado a comer en sus casas, ofreciéndome uno de los testimonios más emocionantes de perdón y de ternura que he podido conocer en mi ya larga vida. Ellas son de Córdoba, no de Buenos Aires. Ellas han cuidado de sus otros hijos (son madres de familias bastante numerosas).
Pero llevan el recuerdo de sus hijos asesinados, a quienes vinculan con Jesús, también asesinado, sin tumba conocida.
Reproduzco aquí parte del texto central del manifiesto de estas madres, que podréis encontrar en diversos lugares, espacialmente en http://www.madres.org/ asp/contenido. asp?clave=446). No hace falta que aceptemos todo lo que dicen esas madres, desde una perspectiva política que quizá no es la vuestra. Pero la referencia a sus hijos que están (que no deben ser enterrados y olvidados en una tumba) nos sitúa muy cerca de la primera experiencia de los cristianos de Jerusalén.
El manifiesto de las madres de los desaparecidos:
Reivindicamos la lucha de nuestros hijos
Las Madres de Plaza de Mayo reivindicamos a nuestros 30.000 hijos desaparecidos sin hacer distinciones. Las Madres de Plaza de Mayo reivindicamos el compromiso revolucionario de nuestros hijos y levantamos esas mismas banderas de lucha.
Creemos que sólo la revolución traerá una verdadera democracia con justicia social y dignidad para nuestros pueblos.
Nuestros hijos viven
Las Madres de Plaza de Mayo sabemos que nuestros hijos no están muertos; ellos viven en la lucha, los sueños y el compromiso revolucionarios de otros jóvenes. Las Madres de Plaza de Mayo encontramos a nuestros hijos en cada hombre o mujer que se levanta para liberar a sus pueblos. Los 30.000 desaparecidos viven en cada uno que entrega su vida para que otros vivan.
Cárcel a los genocidas
Los pueblos tenemos el derecho a rebelarnos contra toda injusticia. No puede existir democracia y libertad sin justicia. Las Madres de Plaza de Mayo luchamos contra la impunidad y exigimos «Cárcel para los Genocidas». Sabemos que estos jueces corruptos que tenemos jamás harán justicia. Pero las Madres creemos que alguna vez el pueblo condenará a los asesinos.
Rechazamos las exhumaciones
Las Madres de Plaza de Mayo rechazamos las exhumaciones porque nuestros hijos no son cadáveres. Nuestros hijos están físicamente desaparecidos pero viven en la lucha, los ideales y el compromiso de todos los que luchan por la justicia y la libertad de sus pueblos. Los restos de nuestros hijos deben quedar allí dónde cayeron. No hay tumba que encierre a un revolucionario. Un puñado de huesos no los identifica porque ellos son sueños, esperanzas y un ejemplo para las generaciones que vendrán.
No aceptamos que se le ponga precio a la vida
Nuestros hijos nos enseñaron el valor que tiene la vida. Ellos la pusieron al servicio de todos los oprimidos, de los que sufren injusticias. Las Madres de Plaza de Mayo rechazamos la reparación económica y decimos que la vida sólo vale vida. Que la vida sólo vale algo cuando la ponemos al servicio del otro. La vida de un ser humano no puede valer dinero, y mucho menos la vida de un revolucionario. Lo que hay que reparar con justicia no se puede reparar con dinero. Los radicales y menemistas que perdonaron a los asesinos, ahora quieren tapar sus crímenes con dinero. Nadie le va a poner precio a la vida de nuestros hijos. Las Madres de Plaza de Mayo seguiremos afirmando que los que cobran las reparaciones económicas se prostituyen.
Rechazamos los homenajes póstumos
Rechazamos las placas y los monumentos porque eso significa enterrar a los muertos. El único homenaje posible es levantar sus banderas de lucha y continuar su camino. Los homenajes póstumos sólo sirven para que los que garantizaron la impunidad, hoy laven sus culpas. El único monumento que podemos levantar es un inquebrantable compromiso con sus ideales.
La falta de trabajo es un crimen.
Son criminales los empresarios que dejan sin trabajo a millones de hombres y mujeres. El terrorismo siempre esta organizado por los grupos económicos. Ellos nos quieren convertir en esclavos. Las Madres de Plaza de Mayo creemos que los desocupados son los nuevos desaparecidos del sistema. El trabajo digno es un derecho que nadie nos puede quitar y por el que debemos luchar siempre.
Las Madres de Plaza de Mayo no aceptamos candidaturas
Las Madres de Plaza de Mayo sentimos que vivimos otros tiempos. Hay un nuevo escenario en América Latina y sentimos el deber de acompañar ese cambio en nuestra patria?? Las Madres convocamos al pueblo para que cada uno elija su candidato, analice sus propuestas y exija que se cumplan los compromisos electorales Las Madres de Plaza de Mayo no aceptamos cargos políticos porque nuestra mejor candidatura nos la dieron nuestros hijos: ser Madres de Revolucionarios.
La lucha de los pueblos del mundo es nuestra propia lucha
Las Madres de Plaza de Mayo nos hicimos internacionalistas y apoyamos la lucha revolucionaria de todos los pueblos que buscan la liberación. Sabemos que estamos en el camino correcto y que aunque ninguna de nosotras llegue a ver el resultado, estamos sembrando ideales para que otros cosechen sueños y esperanzas en un mundo más justo y solidario.
Luchamos por la unidad latinoamericana y contra el imperialismo.
Las Madres de Plaza de Mayo creemos en la necesidad de la unidad latinoamericana. Sabemos que la unidad fraternal y combativa de los pueblos de América Latina, es la única herramienta para enfrentar el imperialismo norteamericano. En estos dos últimos siglos, la tragedia genocida que el capitalismo descargó sobre nuestros pueblos tiene un nombre: el imperialismo norteamericano, régimen terrorista que intenta someternos a una esclavitud perpetua.
Creemos y luchamos por el socialismo.
Las Madres de Plaza de Mayo sentimos que la única solución para los pueblos del tercer mundo y, en particular para nuestra América Latina, es el socialismo. La revolución socialista es el único sendero de construcción de un mundo más justo y solidario. La lucha contra el capitalismo es la tarea obligada de todos los que sueñan con una humanidad que no se sostenga sobre la explotación, la esclavitud y la miseria de otros seres humanos.
Una breve conclusión
?sta ha sido la voz de las Madres de la Plaza de Mayo de Buenos Aires y de otros lugares de Argentina. Es una voz para acoger y evocar, aunque no todos compartan todas y cada una de sus palabras. Aquí he querido destacar el hecho de que ellas, en principio, no han querido una tumba «honrosa» para enterrar y así olvidar a sus hijos asesinados. No quieren olvidarlos, porque saben que sus hijos viven ?en la revolución??, es decir, en la memoria viva de aquellos que asumen y siguen su camino, no en una tumba elevada para ?enterrar su memoria??, como Jesús había dicho de los constructores de tumbas de los profetas asesinados de su tiempo. En ese contexto puede situarse la ?memoria?? de Jesús, un muerto sin tumba.
Algunas de las discípulas y amigas de Jesús (incluída quizá su misma madre) quisieron construir y venerar su tumba, pero comprendieron que él no está en la tumba, no yace en la muerte, sino que es el Viviente. Esas mujeres de la tumba vacía de Jesús son las Madres de la Plaza de la Pascua, que es la plaza y campo abierto de la Iglesia. Ellas han sido y son las verdaderas Madres de la Iglesia, como sabe la antigua tradiciòn cristiana.
Desde ese fondo seguiré tratando del sentido de la tumba vacía (no-tumba) y de la pascua de Jesús y de aquellos que han muerto como él, pues viven en Dios, viviendo en la vida de los hombres y mujeres que les siguen, recordando y realizando su tarea. Que el gesto de las Madres de la Plaza de Mayo de Buenos Aires sea signo de esperanza para los hombres y mujeres de Argentina y para todos los hombres de la tierra.