Parece un chiste, pero el Papa está mal asesorado en materia de historia religiosa. Tampoco tiene una voz que le aconseje acerca de la improcedencia de determinados comentarios en ciertas situaciones. Ya le había ocurrido, semanas antes de viajar al mundo musulmán, cuando rescató el olvidado episodio de un emperador bizantino para tachar de violenta a la religión mahometana.
Ahora vuelve a hundir los finos escarpines pontificales al hablar en Brasil sobre la llegada del cristianismo a América. Según Benedicto XVI, la evangelización posterior a 1492 «no supuso en ningún momento una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una implantación de una cultura extraña».
Semejante afirmación, contraevidente de arriba abajo, recibió la repulsa de las comunidades indígenas y motivó desazón en las católicas, que veían así cómo se malograba en parte el esperado viaje del Papa para fortalecer la fe de Roma ante los credos protestantes. El miércoles rectificó de manera parcial sus palabras, pero lo hizo ante un pequeño grupo de asistentes a su audiencia semanal y difícilmente arreglará el daño que infligió a su propia misión con el discurso en el santuario de Aparecida.
¿Quién asesora al Papa cuando habla de terrenales asuntos y no se encuentra bajo la infalible tutoría del Espíritu Santo? ¿Por qué no le suministraron, antes de su viaje al Nuevo Continente, un ejemplar de los Memoriales de remedios para las Indias, del obispo Fray Bartolomé de las Casas? Allí habría encontrado pasajes cuya lectura le habría ahorrado el error. «En estas ovejas mansas -escribió en 1552 De las Casas al rey de España en alusión a los indígenas- entraron los españoles como lobos y tigres y leones crudelísimos y hambrientos (…). Hasta hoy en día no hacen sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas.» El obispo es particularmente crítico del uso de la religión como arma de conquista y llega al extremo de decir que dichos cristianos no trataban a los indios como bestias sino «como menos que estiércol».
El tema es vasto y sería injusto olvidar, al mismo tiempo, cuanto significó el cristianismo para la cultura y cohesión americanas. Por eso mismo, el Papa ha debido ser prudente o, por lo menos, equilibrado en su visión histórica.