Se han transformado las fronteras en vallas con cuchillas -- Santiago Agrelo

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Agrelo3El egoísmo, la arrogancia, la crueldad, han transformado las fronteras en vallas con cuchillas, en barreras que se pretende infranqueables para los pobres, en cementerio de vidas jóvenes y de esperanzas legítimas.
Si un día vieres a pobres que por hambre se disputan una lata de comida, desde ese día las noticias de los telediarios te resultarán una desviación de la atención, la emoción de los espectáculos te parecerá un sarcasmo, el discurso de los políticos se quedará en ejercicio de cinismo, y la homilía dominical de muchos de nosotros, en escandaloso olvido de la humanidad que sufre.

El sufrimiento nos acerca a la verdad de la vida.
A la Iglesia la hizo sin fronteras el amor que la hizo Iglesia.
Ese amor la envió, ungida por el Espíritu Santo, a evangelizar a los pobres. Ese amor la hizo de todas las naciones y de todas las necesidades. Ese amor la quiso a los pies de la humanidad.

No tiene fronteras el amor de Dios, no tiene llaves el corazón de Dios. De Dios y de la Iglesia sólo se quedan fuera los que no quieran entrar, y aun ésos, de una manera muy real, estarán siempre dentro, porque en Dios y en la Iglesia está siempre la pasión por recibirlos.

Lamentablemente y demasiadas veces, la Iglesia, cuerpo de Cristo, cuerpo del amor de Dios entre los hombres, olvida lo que es, olvida la misión que ha recibido, recorre caminos que su Señor no ha recorrido, y desfigura en sí misma hasta dejarlo irreconocible el rostro de Cristo.
Esa experiencia amarga de negación de nuestra identidad, debiera llevarnos cada día a mirarnos en el espejo que es Cristo Jesús.

En Jesús, Dios se ha acercado a los justos que esperaban el consuelo de Israel, y a los pecadores que habían perdido toda esperanza. En Jesús, Dios se ha fijado en la humillación de su esclava la Virgen María, y se ha acercado a los humildes para enaltecerlos, a los hambrientos para colmarlos de bienes. En Jesús, Dios se ha acercado a ti, a cada uno de tus hijos, y se ha hecho siervo de todos: se ha hecho agua para tu sed, pan para tu mesa, luz para tus ojos, samaritano compasivo para el camino en el que yacías abandonado y medio muerto.

En Jesús, Dios ha bajado hasta lo hondo de la condición humana e hizo suyos la debilidad del enfermo, la exclusión del leproso, el oprobio de la mujer, la infamia del criminal.

En Jesús, Dios ha quebrantado la frontera que se cerraba infranqueable entre el hombre, sometido a la muerte, y el árbol ya olvidado de la vida.
Si abandonamos el camino de la pobreza, el camino del servicio a los demás, el camino del no poder, el camino del abajamiento, el camino de la humanidad espoliada y herida, entonces dejamos de ser de Jesús ?él nos dirá: ?No os conozco??-, dejamos de ser su rostro vivo ?nadie podrá reconocer a Jesús en nosotros-: ¡Dejamos de ser Iglesia!

Para nuestra confusión, demasiadas veces se nos encuentra cerca del poder y lejos de los pobres. En nombre de la verdad, y eterna como ella, mantenemos a la entrada de nuestra casa una barrera de clavos que impide la entrada a divorciados, homosexuales, herejes, cismáticos, disidentes, ateos?? Con lo cual, en nombre de la verdad, hemos llenado de señalados, de disminuidos, de excluidos, los caminos del mundo. Y ni siquiera nos damos cuenta de que nos estamos excluyendo del Reino de Dios a nosotros mismos.

La Iglesia es siempre Iglesia de frontera, que se mueve con agilidad en los espacios de la exclusión, de la inequidad, de los crucificados de la tierra. Y ha de ser siempre Iglesia sin fronteras, madre de todos, amor que a todos se ofrece ancho y acogedor como el corazón de Dios.