Zamora: ¿Qué fue de las sotanas?

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El Norte de Castilla

El Día del Seminario cobró especial significado en la Diócesis de Zamora, con sólo un aspirante al sacerdocio y 110 curas para 304 parroquias. La que fuera cuna seminaristas y que podía presumir de ser el origen de numerosas e insignes vocaciones misioneras es ahora una provincia casi vacía de sotanas. Es verdad que en consonancia con la crisis de fe de la sociedad y la tremenda despoblación de Zamora, de forma que lo que el obispo Casimiro López Llorente definió en el Día del Seminario del 2003 como «un invierno vocacional» se ha convertido siete años después en una tundra.

Prueba de ello es que de los 15 seminaristas mayores de aquel año la Diócesis ha pasado a ser curiosa noticia por estar entre las que tiene menos aspirantes al sacerdocio; sólo uno, al igual que el seminario de Calahorra y La Calzada, en logroño, y la vecina Ciudad Rodrigo, en Salamanca. El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, define la situación actual en su carta pastoral del Día del Seminario como «de extrema carencia de candidatos».

En estas circunstancias, el relevo generacional, que es una imperiosa necesidad para la parroquias de la provincia, está hipotecado. El número de sacerdotes en la provincia viene a ser un tercio del de parroquias: hay 110 curas para 304 parroquias, y el número de clérigos incluye los que están en activo y los jubilados.

Nuevas fórmulas

Esto supone que los párrocos tienen a su cargo, no ya dos o tres pueblos, sino siete y hasta catorce, como le ocurre al de Alcañices, que se encarga de dos unidades parroquiales. Esta fórmula que agrupa a varias parroquias es la respuesta de la Diócesis a la situación de falta de sacerdotes y también de escasez de población; además, muy dispersa, «se estudia la atención conforme a la demanda», explica el rector del Seminario Menor, Miguel Ángel Hernández.

Así, el cura atiende los actos religiosos una vez a la semana o cada 15 días, y la misa del domingo ya no tiene por qué celebrarse ese día, sino el jueves, el viernes, el sábado por la tarde o el domingo. Se ha creado también la figura de los asesores, personas religiosas o seglares que se ocupan del oficio religioso: lecturas, la homilía que envía el párroco, la oración y distribución de la comunión.

En esta provincia, pues, cobra especial significado el Día del Seminario, que, como es tradicional, se celebra el domingo más próximo a la festividad de San José y que este tiene como lema ‘El sacerdote, testigo de la misericordia de Dios’.

La Diócesis de Zamora ha desarrollado a lo largo de la semana una campaña de sensibilización «en torno a una institución tan importante que ha llegado a ser denominada el corazón de la Diócesis». Los actos programados desde el Seminario San Atilano comenzaron el martes, con la conferencia ‘El código de barras del cristianismo’, pronunciada por el sacerdote y escritor José Pedro Manglano; el jueves se celebró la vigilia de oración por las vocaciones en la iglesia del seminario, San Andrés, presidida por el obispo, y ayer tuvo lugar la jornada de puertas abiertas, con visitas guiadas por los propios alumnos del seminario menor .

Con espíritu festivo
El acto central se celebra hoy, con la eucaristía del Día del Seminario, en la iglesia de San Andrés, también presidida por el prelado y concelebrada por los rectores del seminario menor y del mayor, además de los formadores y colaboradores del centro. Después habrá una comida festiva con formadores, alumnos del seminario menor y familiares. El salón de actos del centro acogerá por la tarde el festival de teatro y música protagonizado por los alumnos.

Este grupo de 53 alumnos, que cursan estudios de ESO en el Seminario Menor San Atilano, constituyen el aspecto positivo en cuanto a expectativas de futuras vocaciones sacerdotales.
Tal como explica Miguel Ángel Hernández, rector del Seminario Menor y uno de los formadores, «se trata de un centro que tiene como primera finalidad la formación de candidatos al sacerdocio», pero San Atilano también está abierto a alumnos que por elección propia y de sus padres han optado por una educación acorde con su religión y que les permite participar en el espíritu del Seminario. Henández lo define como un plan educativo «más personalizado y con un presencia cercana del profesor». El rector expone que se trata de una formación desde las 8.30 a las 22.00 horas «ininterrumpidamente: va más allá de las clases, se trata de una de una educación integral de la persona».

Entre el más de medio centenar de estudiantes, 12 de ellos (25%) son internos; otro grupo participa de las actividades del centro, incluidas las clases, pero residen con su familia, y un tercer grupo, menos de la mitad, sólo asiste a clase al Seminario. Hay dos alumnos que residen en el centro pero estudian en institutos de la ciudad, porque son del nivel de Bachillerato y en el Seminario sólo se imparte hasta cuarto curso de la Secundaria Obligatoria. Lejos de cualquier idea de aislamiento que puede sugerir un seminario, en San Atilano hay un clima religioso, pero «alegre, juvenil y abierto, con múltiples actividades de ocio, culturales o deportivas», puntualiza Miguel Ángel Hernández