La gran enfermedad de nuestra democracia es que está siendo sustituida por la demagogia. En la investidura de Pedro Sánchez pudimos oír grandes palabras vacías, grandes promesas estériles, grandes truenos muy sonoros, pero de tormenta seca, muchos adjetivos, muchos gritos y pocas razones. En menos de un minuto, Abascal ha tildado al candidato a la presidencia del Gobierno de «fraude», «mentiroso», «estafador», «personaje sin escrúpulos», «villano de cómic, «tirano Banderas», «político indigno» y «mayor fraude de la democracia».
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