Vivir más, que hablar de valores -- Juan de Dios Regordán Domínguez

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Se suele decir que las palabras mueven y los ejemplos arrastran. Es verdad que estamos viviendo tiempos en los que se habla bastante de valores, pero no todas las concepciones son verdaderos valores objetivos. Hay que salir al paso y afirmar que la suma de opiniones, por sí sólo, no lleva a consolidar la realidad cierta de verdaderos valores. Por ello, es positivo que la sociedad se plantee el debate de la pérdida o de la necesidad de potenciar valores.

De ese debate debería salir una clarificación de lo que realmente son valores o contravalores. La búsqueda de la verdad objetiva es fundamental para ponernos en camino del conocimiento y la defensa de los valores que necesita nuestra sociedad..

Existen grandes problemas en los que tenemos mucho que decir sobre la pobreza y la injusta distribución de los recursos. Debemos ser valientes para desvelar las injusticias con palabras de denuncia profética y, sobre todo, con el ejemplo de nuestras vidas adornado con la sencillez de un compromiso auténtico de servicio. De ahí nace lo que, desde una visión cristiana actual, consideramos valores. Tendrán fuerza para aportar a los demás una lógica diferente a la que se proclama como normal; cuando en realidad es otra cosa muy distinta. A veces alegremente se proponen en el escaparate televisivo desgarros de vidas destrozadas pero consideradas modelos a imitar por el rendimiento económico que les aporta a sus protagonistas.

Es triste tener que reconocer que nuestro ambiente cultural adolece de la profundización de temas en los que los valores se manifiesten de forma clara y estimulen el compromiso por una sociedad que afronte la necesidad que tiene cada ser humano de desarrollar una actitud basada en la relación de interdependencia entre todos los seres. Hemos de recordar que cada uno de nosotros deja huellas en sus relaciones con los demás y recibe también la impronta de los otros con quiénes nos relacionamos de alguna manera. Por ello, hemos de aprender a ser personas abiertas a los demás como un don gratuito. Los demás son seres libres y no simples objetos. En esta línea estaremos en el camino de aprender y asumir como propio todo aquello que los demás piensan, sienten o sufren.

No podemos olvidar que el resto de los seres de la creación, incluso los inertes, tienen una relación directa o indirecta con el ser humano. Y, aunque la toma de conciencia de esta interdependencia sólo el ser humano es capaz de conocerla, asumir esta responsabilidad nos sitúa en el núcleo como si fuéramos la conciencia del universo. De ahí la comprensión de aquellas palabras bíblicas de que?? lo bueno, lo malo y lo regular?? todo coopera al bien de lo que Dios ama. Esto se hará patente si somos capaces de vivir dando una respuesta de comprensión y amor hacia el resto de los seres, uniendo el destino común de todo dentro del universo.

Estamos llamados a prescindir de ruidos maliciosos y alejarnos de mensajes que hablan y llevan al desánimo. Mientras haya semillas de amor y esperanza que nos comprometan a la atención y cuidado de aquellos seres más débiles tendremos un campo abierto para desarrollar todas nuestras aptitudes no sólo en la defensa y servicio de los seres humanos sino también de lo que nos pide a gritos el mundo ecológico que es en realidad un grave problema de justicia de todo el universo. Hemos de ir sensibilizándonos y contagiando a las personas que son las únicas que pueden ir presionando a los ?poderes?? que se oponen a la humanización del planeta.

juandediosrd@hotmail.com