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A veces, me gustaría vivir en la inopia y caminar indiferente y desafecto; beberme impertérrito la vida y mirar con displicencia el horizonte; no sentir la amargura del fracaso ni los dulces efluvios del éxito; jamás preocuparme del futuro y aún menos del presente; ignorar el dolor de mis hermanos y, ante el abuso, no percibir tristeza ni contento; nunca reflexionar sobre la vida y tampoco sobre la muerte; no saber qué es el llanto ni el nudo que aprieta las gargantas y, cuando venga a buscarme la parca, que no me pille despierto.
Valladolid