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¿De qué extremas hablamos cuando no referimos a su unión? Pues está claro, de la extrema derecha y la extrema riqueza. Un personaje que ha saltado mucho a los medios de comunicación con motivo de la elección de Trump, su amigo Elon Musk, personifica muy bien esta unión.
Su riqueza, más de 400.000 millones de dólares, resulta una cantidad obscena en un mundo con millones y millones de hambrientos. Y su postura política no puede estar más clara: abrazo con la neofascista italiana Giorgia Meloni, y descarado apoyo a la extrema derecha alemana, la AfD. Sin andarse con rodeos: “Solo AfD puede salvar a Alemania. Fin de la historia», dijo Musk.
Y la AfD, en su programa electoral devuelve el apoyo de Musk: Cerrar las fronteras por completo, fin de las ayudas a refugiados, endurecimiento del derecho de asilo, bajada generalizada de impuestos, salida del euro, abandono del Acuerdo de París, mantenimiento del carbón como fuente energética y recuperación de la energía nuclear .
El programa no puede ser más bestial. Incluso en su mantenimiento del carbón como fuente energética se transparenta su postura negativista frente al cambio climático –vamos, lo mismito que Trump-. Únicamente es generoso en lo de la bajada de impuestos, algo que a las grandes fortunas, empezando por Elon Musk, les parece muy bien. Claro que eso va a suponer un recorte en servicios sociales como la educación y la sanidad que perjudica a la mayoría de la sociedad. Pero eso no les importa, y si lo que queremos es una sanidad mejor, ahí tenemos la sanidad privada.
La gran riqueza pretende convencernos de que es ella la que reactiva la economía y acaba siendo beneficiosa para la mayoría de la población. Pero lo cierto es que es el trabajo humano el que produce todo lo que los seres humanos necesitamos para vivir: el alimento que nos nutre, la ropa que nos abriga, el techo que nos cobija… La riqueza nos puede proporcionar las herramientas para hacer más eficaz el trabajo, pero este es lo decisivo, lo insustituible.
Hace muchos milenios, cuando el homo sapiens comienza a desarrollarse, no había ninguna riqueza en que apoyarse para progresar, las herramientas estaban en la naturaleza: un trozo de roca, los huesos de un animal muerto… Al trabajo manual, físico, se unió el trabajo intelectual, los seres humanos fueron ideando formas de trabajar cada vez más eficaces para obtener un mayor rendimiento. Tampoco la riqueza intervino en esa mejora. Sólo cuando el trabajo se hizo suficientemente productivo, algunos lograron apoderarse de lo trabajado por otros y comenzó la acumulación de riqueza.
Tenemos que darnos cuenta de lo que realmente supone la extrema derecha: un sistema donde libertad, igualdad y fraternidad son pisoteadas impunemente, y la extrema riqueza que consigue la apropiación masiva de lo trabajado por los demás. No es extraño que la común falta de ética una a las dos extremas.