Mirando como Ingrid Betancourt se expresaba en televisión, me quedé sobrecogido por su libertad. Una libertad interior que conferían a sus palabras autenticidad y profundidad. La palabra libre es un bien escaso.
Sus primeras palabras fueron para dar las gracias. Gracias a Dios, gracias a sus liberadores, a su familia, a sus amigos, a todos los que la han apoyado: « Os amo, estáis conmigo, os llevo en mi sangre, soy vuestra.»
Ante los malos tratos y las humillaciones cotidianas, Ingrid Betancourt no dio cobijo al resentimiento hacia sus secuestradores, ni al odio hacia sus verdugos. Ella les bendice, mostrándose capaz de sobrellevar el mal por el bien « Bendecir a alguien que nos hace tanto daño sólo puede hacernos crecer.»
Su libertad de palabra es sorprendente. Sin cansancio aparente, la antigua rehén responde incansablemente a todas las preguntas, expresando sin rodeos sus emociones y los pensamientos de su corazón. Quedamos encandilados.
Ingrid No olvida a los que quedaron en la selva. ?sta será su lucha hasta la liberación del último rehén.
Su libertad es contagiosa. Siempre son las libertades las que engendran otras libertades.