Un problema de salud pública -- Jesús Peláez

0
86

Enviado a la página web de Redes Cristianas

Domingo de la Trinidad
?La tierra es para el hombre una prisión toda su vida.
Por eso te digo esta verdad:
aunque corras, los cielos te rodean por todas partes;
intenta salir, a ver si puedes…??..
Así se expresaba en la Edad Media Samuel Ha?nagid, poeta hispano?hebreo. Pero esta imagen está ya superada. Horizontal y verticalmente, el ser humano acorta distancias por tierra, mar y aire. Incluso ha roto la ?cárcel?? de nuestro planeta para surcar los espacios siderales.

No contentos con el alunizaje, el 18 de Febrero de 2021 llegó a Marte una nave no tripulada que había salido de la tierra siete meses antes, con un pequeño helicóptero, el Ingenuity, de dos kilos de peso, cuya misión es explorar la mejor ruta para el desplazamiento de un rover  de casi una tonelada de peso por la superficie marciana.

La finalidad de la misión Mars 2020, entre otras, es la de averiguar la habitabilidad del planeta y la posibilidad de existencia de vida en el mismo en su lejano pasado. Ahora, el próximo objetivo es poner antes de 2026 una nave tripulada en Marte como ha anunciado el multimillonario Elon Musk con su SpaceX, sacando al planeta tierra de su forzada soledad.

Volviendo a la tierra, constatamos que, en la era de los medios de comunicación, una paradoja se hace patente: cada día los seres humanos distan más entre sí. El espacio de la soledad está tomando carta de ciudadanía en nuestro planeta. Apiñados en las grandes ciudades, luchando por un palmo de terreno como entorno, muchos se sienten solos y deambulan por las márgenes de la neurosis. Siquiatras y sicólogos son hoy más necesarios que nunca para corregir tanta soledad. Incomunicación ?en la era de las comunicaciones- es el diagnóstico. Nacido para la relación, la apertura y el amor, el ser humano se debate entre soledades.

No fue así al principio. Abro el libro bíblico de los Orígenes y leo: ?No conviene que el hombre esté solo?? (Gn 2,18). Y Dios se metió a hacer la primera mujer. Con ella, como pareja, Adán quebró su soledad y su silencio, y descubrió quién era cuando se miró en ella; supo del ?yo?? al relacionarse con el ?tú??.
?A imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó??, apostilla el Génesis. Y no contentos con ser dos, el hombre se unió a la mujer, en relación de amor. Eva concibió un hijo: ya eran tres, de una sola carne. Como el Dios concebido por los cristianos, eran familia, relación de amor, fuerza creadora, comunicación y vida. Que el Dios cristiano sea precisamente una unidad de tres, una tri?unidad, es algo que siempre ha resultado difícil de entender por más que los teólogos han buscado el modo de explicarlo.

Hablaban de tres personas distintas y un solo Dios verdadero, todo un galimatías, del Dios fuente?arroyo?río, del Dios raíz?rama?fruto, del Dios fuego?resplandor?calor… Les hubiera sido más fácil abrir las páginas del Nuevo Testamento y decir simplemente que Dios es ?plural??: Padre, Hijo y Espíritu (Jn 16,12?15), o lo que es igual, que es comunicación, relación y amor, dejándose de tantas elucubraciones sobre naturaleza y personas en Dios, metáforas válidas en otras épocas, pero ininteligibles hoy dentro de nuestras coordenadas.

Que Dios es una unidad de tres es lo específico del Dios cristiano. A imagen de este, el ser humano vio la existencia. Y al igual que Dios, el ser humano también es plural: es relación, no se concibe ni solo ni aislado. Por eso, cuando lo aislamos o lo incomunicamos, cuando lo marginamos vuelve a la nada, se desvanece, se derrumba, fenece.

La imagen de la Tri?unidad de Dios puede servirnos hoy para romper el cerco de las soledades y recuperar el rostro humano originario. Este cerco de soledades se ha puesto de relieve más aún durante la pandemia en la que nos obligaron a recluirnos en casa, evitando todo contacto físico por temor a la expansión del virus y aumentando las dosis de soledad no deseada. Una soledad en la que se han visto envueltos especialmente, aunque no exclusivamente, los mayores, porque la soledad es una enfermedad de nuestro tiempo hasta el punto de que, en España, una de cada tres personas se siente sola en esta sociedad de redes sociales y de hiperconexión.

Ahora hemos descubierto que la soledad no deseada, cuando se hace crónica, debería estar reconocida como un problema de Estado, pues afecta seriamente a la salud psíquica de los individuos, tan poco atendida que el diputado Iñigo Errejón ha pedido recientemente en el Congreso un plan de salud mental. Y saliendo de nuestro país, en Inglaterra se ha creado un Ministerio de la soledad.

Y es que, tal y como imaginamos a Dios, uno y trino, el ser humano es, por esencia, relación, apertura al otro y amor sin barreras. Y cuando esto se rompe, cae en la neurosis y la depresión, minando trágicamente su existencia. En nuestras manos está dar respuesta a este grave problema, creamos o no en Dios.