Enviado a la página web de Redes Cristianas
Se me pasan cosas por la cabeza, a veces las dejo sencillamente ir, pero hoy me he sentido con ganas de ponerles letra y trama. Hay varios asuntos que querría comentar con mis lectores, a modo de pequeños aperitivo en el que se come de picoteo. Os propongo varios pinchos para picar:
1º) Funeral de Estado en Francia. Me impresionó el otro día lo poco que pude presenciar del funeral de Estado celebrada en la prefectura de París en homenaje a los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado francés el día del terror y la vergüenza de la masacre en las instalaciones de la revista ?Charlie Hebdò??. Me sobrecogió y me dio envidia. He ahí un funeral de Estado, este sí presidido por el presidente de la república francesa. Y no los que realizamos en España con doble presidencia, la del Obispo o cardenal del momento, y el del Rey. Mis lectores se pueden, incluso, quejar de que soy un poco pesado con este tema, pues lo he tratado muchas veces.
Pero nuestros políticos, sobre todo los puritanos que tienen siempre en la boca el respeto y cumplimiento de la Constitución, deberían examinarse de ese escrúpulo, generalmente interesado, por el cumplimiento del marco constitucional, cuando en asunto grave e importante, como es la separación de Iglesia y Estado, y la sustanciación de un Estado aconfesional, deja mucho que desear, hasta llega al incumplimiento. Nos debe de entrar algún día en la cabeza que si es el país, civil, quien a través de los representantes del Estado quiere celebrar una ceremonia fúnebre en honor de alguien, el lugar adecuado es un espacio civil, como el ayuntamiento, o el Parlamento, presidida por algún representante del Estado. Y después, si la familia u otros interesados quieren, en su legítima libertad de religión, celebrar un culto religioso, vayan a la catedral, o a un Iglesia. Pero no queramos imponer a nadie esta obligación. Ni alimentemos la hipocresía de los que acuden a estos actos, y ocupan primeros bancos, cuando, en su interior, son agnósticos, y prácticamente ateos en su vida.
2º) Practicas poco evangélicas en relación con los bienes.
1ª) Se vienen quejando en varias comunidades autónomas del «mal hábito» de la Jerarquía de la Iglesia, de los obispos residenciales, en concreto, de la práctica de las «inmatriculaciones» de edificios públicos, sobre todo de los de gran importancia histórica. Llámase inmatriculación al «acto jurídico por el cual alguien se apropia de un bien inmueble por primera inscripción». El supuesto fundamental para ese acto jurídico es que se trate de eso, de la primera inscripción, es decir, que no tuviera dueño, tanto si éste es una persona física o jurídica. En los casos de inmatriculaciones de edificios «sin dueño» registrado, la pregunta y el tema es si vale o no la estimación común mantenida durante mucho tiempo, siglos, por ejemplo, aunque no esté registrada por escrito. Esto sucede a menudo cuando edificios, o terrenos, o plazas, o ermitas, o cruceros, siempre, sin interrupción durante muchísimo tiempo, se han considerado bienes del pueblo, más de las personas formando un grupo, deportivo, lúdico, o cultural, o senderista, etc, que el propio municipio.
Pues ha habido casos sangrantes, como en la diócesis de Lugo, en que el pueblo se ha visto privado, súbitamente, de una campa al lado de la Iglesia, que había sido cedida, en tiempo inmemorial, para disfrute de los vecinos como compensación por el uso de otros terreno para la construcción de una fábrica. Como eso no estaba escriturado, el obispado inmatriculó ese terreno, para después construir en beneficio propio. Es solo un botón de muestra. Como está propuesto el cambio del artículo 206 de la ley hipotecaria que permite esos privilegios a la Iglesia, y en el mismo proyecto de cambio se dispuso de un tiempo de carencia en favor de ese privilegio, la Iglesia, de modo acelerado, en este corto espacio de tiempo, ha inmatriculado más de 5.0o0 inmuebles, bajo la protesta, la sorpresa, y ¡el escándalo! de muchas plataformas creadas para defender el dominio público de edificios y sitios históricos. Incluso esta práctica ha provocado un varapalo del tribunal de Estrasburgo no ya a la Iglesia española, sino a la justicia de nuestro país, representado por los dos más altos tribunales, el Supremo y el Constitucional, que no admitieron a trámite un caso flagrante de abuso del obispado de Palencia, que se había apropiado por esa vía de un Iglesia situada en el terreno de un finca de propiedad privada.
2ª) Y un caso verdaderamente triste y escandaloso: el diario vasco.com informa de un caso doloroso y escandaloso. Citaré textualmente al periódico:»
«Un juez de Irun ha citado a declarar como imputados a un notario y a nueve religiosos, entre ellos los representantes legales de los Dominicos, los Trinitarios y los Salesianos en España, acusados de estafar a una anciana moribunda, a la que supuestamente engañaron para que les cediera su caserío. En un auto, al que ha tenido acceso Efe, el titular del juzgado de instrucción número 3 de Irún ha citado a declarar a los religiosos, tras admitir a trámite la querella presentada por los familiares de la anciana, fallecida en septiembre de 2011 a los 94 años, al entender que «presenta los caracteres de un delito de estafa».
… La denuncia sostiene que la mujer, que casi no sabía leer ni escribir, cedió a las congregaciones religiosas querelladas la titularidad del caserío en el que residía -valorado en cerca de un millón de euros- a cambio de una pensión mensual que ella creyó erróneamente que sería de 900.000 pesetas (5.409 euros), pero que en realidad era de apenas 900 euros». (Diariovasco.com, 15/01/2015)
La noticia es suficientemente clara, y no necesita comentario alguno. Es una pena. ?sta, y la anterior de las inmatriculaciones, no nos ayudan nada a considerar a la Iglesia, o a una parte importante de la misma, que es la Jerarquía, como una comunidad evangélica, que no confía en el dinero, ni en los bienes ni en el poder. (Sugiero a mis lectores que lean uno de mis últimos artículos, del día 11, referente al Bautismo del Señor, titulado «La renuncia al Poder».