Un papa para una nueva Iglesia -- Juan de Dios Regordán Domínguez

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

La historia deja huellas. Sabemos que ni todo es totalmente bueno ni totalmente malo. Comprender, aceptar y asumir la realidad tiene que ser un buen punto de partida: preparar el presente para el futuro La Iglesia tiene unos retos a los que hacer frente. Benedicto XVI ha abierto un próximo futuro planteando su dimisión plenamente consciente de la responsabilidad libremente ejercida. Sus fuerzas físicas y psicológicas, con los años se han deteriorado como él mismo ha reconocido y antes de ser tarde ha dimitido para que otro coja el testigo y caminar con energía renovada para hacer frente a los problemas que vive la Comunidad Cristiana en medio de un mundo en continua evolución.

Los ciento quince miembros del Colegio Cardenalicio que tienen la misión de elegir al mejor se han tomado unos días para conocerse y convivir. La responsabilidad de elegir un nuevo Papa es tarea muy difícil si se hace desde una visión profunda, humana y religiosa, sin olvidar lo que está exigiendo y necesita la sociedad actual. En principio, a pesar de las ?famosas quinielas?? y las apuestas, deseos o pareceres, nadie se presenta aún como líder carismático. La verdad es que bajo la perspectiva de la fe, el Líder Carismático tiene que seguir siendo el mismo, Jesús de Nazaret, convertido en Cristo. Los tiempos han cambiado y la Iglesia hoy tiene grandes retos; uno de ellos, es saber presentar el Mensaje de manera que llegue al hombre actual.

La humanidad busca seguridad y certeza en su caminar de un modo diferente. ¿Ante el relativismo que hoy reina será capaz la Iglesia de presentarse como depositaria de una autoridad con fundamentos y sabiendo conectar con el mundo moderno? Las normas ya no son suficientes. Urge que haya una respuesta que llene las exigencias que todo individuo reclama hoy. En este sentido hay que difundir, familiarizar y universalizar el Mensaje. Si el Cónclave elige a un Papa para seguir con lo de siempre, la Iglesia no saldrá de la crisis. Sin una necesaria renovación correrá el peligro de convertirse en un grupo cada vez más irrelevante y en decadencia. Todos los problemas deben discutirse abiertamente antes de encerrarse en Cónclave y sin que nadie amordace a los cardenales.

Los Cardenales tienen la gran responsabilidad de afrontar la cruda realidad y abrir los ojos hacia el presente y futuro de la Iglesia. La escasez de sacerdotes es una realidad y al mismo tiempo son muchos a los que se obligó dejar de ejercer el ministerio por haber contraído matrimonio. No obstante, una reciente encuesta revela que el 85% de los católicos son partidarios de que los sacerdotes se casen y el 75% de que las mujeres se puedan ordenar. Esta realidad está pidiendo que el nuevo Papa defienda la libertad de la Iglesia con hechos y palabras y el cumplimiento de los derechos humanos dentro de la misma Iglesia.

Si la Iglesia es Católica, Universal, hay que desterrar el planteamiento de la procedencia del nuevo Papa. El Colegio Cardenalicio debe elegir el mejor. El nuevo Papa debe asumir la diversidad de carismas dentro de la Iglesia y comprender las culturas que enriquecen a toda la humanidad. Por ello, no debe obligar a obedecer una línea oficialista sino descubrir todo lo válido del ser humano y sus diferentes culturas y nuevos planteamientos. Y como la Barca de Pedro lleva consigo una carga comunitaria, de toda la Iglesia, tal vez el nuevo Papa, en su primer discurso como Papa debería empezar por anunciar la celebración de un Concilio para renovar, empezando por la Curia.

juandediosrd@hotmail.com