Trump dispara el tiro de gracia contra el orden mundial -- Atilio A. Boron

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Fuente: Observatorio eclesial
Desde comienzos de este siglo sucesivos gobiernos de
Estados Unidos fustigaron con mucha fuerza a los llamados ?estados reformistas?, incluyendo en esa ambigua categoría a quienes criticaban el entramado jurídico e institucional heredado de la posguerra y procuraban crear uno nuevo, más acorde con la nueva configuración del poder a escala mundial.

A menudo se los acusaba, oblicuamente, de ser ?Esta-
dos canallas? por su supuesta violación, o su intención
de hacerlo, a los preceptos del ?orden mundial basado
en reglas.? Tal era la expresión utilizada por el imperia-
lismo para referirse al conjunto de normas y organiza-
ciones internacionales que Washington, con la ayuda
de sus peones europeos, dieron a luz en las postrime-
rías de la Segunda Guerra Mundial y en los años subsi-
guientes.

En los últimos tiempos los expertos y voceros del go-
bierno estadounidense introdujeron una distinción entre
los ?reformistas?: estaban aquellos que querían pero no
tenían capacidad para gestar un nuevo entramado in-
ternacional principalmente Rusia e Irán.

Pero China, en cambio, estaba en una posición espe-
cial porque según aquellos Beijing ?quería y podía? re-
formar profundamente el ?orden mundial basado en re-
glas? y era, por lo tanto, el enemigo a vencer. No discu-
tían aquellos expertos y analistas quienes habían ela-
borado esas reglas y a quienes beneficiaron durante
tantas décadas, pero era evidente que estaban al servi-
cio de la perpetuación de la supremacía del Occidente
colectivo y su líder indiscutido, Estados Unidos.

Fueron varios los presidentes de este país que defen-
dieron a capa y espada cualquier ataque al viejo orden,
al paso que reconocían que éste ?había servido muy
bien a los intereses nacionales de Estados Unidos? y, al
mismo tiempo, a la estabilidad internacional y la paz en
este mundo.

Bill Clinton, los Bush padre e hijo al igual que Joe Biden y Donald Trump en su primer mandato. Pero fue Barack Obama quien con mayor franqueza lo expresó en reiteradas ocasiones y debemos agradecerle su sinceridad.

El problema es que en la actualidad ese orden está
atravesando por una crisis terminal porque ya de nin-
guna manera expresa la correlación mundial de fuerzas
entre un hegemón, Estados Unidos, en irreversible pro-
ceso de declinación; un Sur Global que se está ?des-
occidentalizando? aceleradamente y que, al mismo
tiempo, emerge como una formidable combinación de
poderío económico, avance tecnológico, gravitación di-
plomática y, también, fuerza militar.

La falta de correspondencia entre lo que los teóricos de
las relaciones internacionales llaman ?el sistema inter-
nacional? -es decir el enjambre de actores estatales, no
estatales y supranacionales- que con sus complejas re-
laciones le dan vida y la superestructura legal e institu-
cional es evidente aún para un ciego.

Esta disyunción fue acelerándose desde comienzos de
siglo una vez disipada la ilusión norteamericana de que
el siglo XXI sería el siglo de Estados Unidos, ?the Ame-
rican Century?, espejismo en que creyó buena parte de
la academia de ese país, los principales medios de co-
municación y, entre nosotros, no pocos internacionalis-
tas latinoamericanos, sometidos al influjo colonial de la
academia estadounidense.

Las quejas y las protestas ante las inequidades del or-
den colonial regido por Washington no han hecho sino
multiplicarse. Nadie duda que las Naciones Unidas tie-
nen que refundarse sobre nuevas bases y que el Con-
sejo de Seguridad carece por completo de la capacidad
para encauzar los conflictos de nuestro tiempo.

El anacrónico poder de veto que aún gozan el Reino
Unido y Francia como vencedores de la Segunda Gue-
rra Mundial es un insulto a la razón, poque ni uno, ni la
otra, tienen una gravitación significativa en la arena in-
ternacional siquiera en su entorno geopolítico inmediato
como Oriente Medio.

Absurdo también que entre los cinco países con poder
de veto no haya ni uno de América Latina y el Caribe y
de África. Igualmente inaceptable es el escaso poder
que descansa en las manos de una Asamblea General,
cuyas decisiones no son vinculantes. Lo mismo puede
decirse de la necesidad de reformar, o de eliminar,
otras instituciones del viejo régimen.

¿Qué es lo que puede justificar aún la existencia de una
formidable y carísima burocracia como la del FMI o el
Banco Mundial? ¿O que haya una normativa que permi-
ta que una institución como la UNESCO pueda o no ser
financiada por un Estado miembro según los criterios
ideológicos que impone Estados Unidos?

Por ejemplo, si la UNESCO admite en su seno a Pales-
tina, Estados Unidos, Reino Unido e Israel abandonan
la institución y con ello el financiamiento que estaban
OBSERVATORIO ECLESIAL AÑO 13 * 19 – 25 OCT 2025 * NUM. 615
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comprometidos a aportar. Ocurrió en los años 80s con
Ronald Reagan como presidente y Margaret Thatcher
como primera ministra y volverá a ocurrir después del
31 de diciembre de 2026, como lo ha anunciado la Ca-
sa Blanca. Israel ya se retiró de esa organización en el
2019, debi
do a la incorporación de Palestina a la
UNESCO.
Los ejemplos de esta inadecuación entre el ?orden
mundial? y la realidad del sistema internacional podrían
acumularse indefinidamente. Los conatos de construc-
ción de un nuevo orden ya son visibles en el Sur Glo-
bal. Los BRICS con sus arreglos comerciales y financie-
ros son tan sólo una expresión de este proceso.

Hay otras también en el terreno diplomático y cultural.
Pero le ha cabido a Donald Trump tener el ?mérito? de
haber sido él quien de modo más brutal ha decretado,
con hechos concretos, el fin del viejo ?orden basado en
reglas? y el inicio de una nueva etapa, signada hoy por
los fragores de la descomposición del viejo orden sumi-
do ahora en una preocupante anarquía.

Trump no sólo viola la normativa internacional sino que
hace alarde de ello, arrojando un espeso manto de du-
das acerca de la legitimidad de dicho orden. La compli-
cidad de Washington y la Unión Europea con el genoci-
dio que el gobierno israelí practicó en Gaza vulneró uno
de los principios esenciales sobre los que se apoya la
ONU y el Derecho Internacional.

En estos días, el despliegue de fuerzas navales de Es-
tados Unidos en el mar territorial de la República Boli-
variana de Venezuela ha violado expresamente la Carta
de la ONU que en su Capítulo 1, artículo 2, sostiene
que: «Los miembros de la Organización, en sus rela-
ciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la
amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad terri-
torial o la independencia política de cualquier Estado, o
en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos
de las Naciones Unidas».

Por último, el reciente anuncio del presidente Trump de
que había autorizado a la CIA a realizar «operaciones
letales» en Venezuela y en el área del Caribe con el
claro objetivo de producir el ansiado «cambio de régi-
men» en este país y, de ser posible, capturar o, peor
aún, asesinar al presidente Nicolás Maduro, son el dis-
paro en la nuca del putrefacto «orden mundial basado
en reglas» tan exaltado por el pensamiento oficial del
imperio.

Es imperiosa la creación de un nuevo ordenamiento le-
gal e institucional de alcance mundial. Pero tal empre-
sa, para ser exitosa, requerirá un amplio debate, sin ex-
clusión alguna, de todos los pueblos y gobiernos del
mundo cualesquiera sean sus regímenes políticos, en
fiel respeto al principio de la autodeterminación de las
naciones.

Si la ONU es incapaz de organizar ese debate correrá la misma suerte de su predecesora, la infortunada Sociedad de las Naciones, que sucumbió ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Y, en esa sorda guerra de todos contra todos, sin regla
alguna que organice el funcionamiento del sistema in-
ternacional, el espectro de una Tercera Guerra Mundial
comienza a perfilarse ominosamente en el horizonte.

Fuente: https://humanidadenred.org/trump-dispara-el-
tiro-de-gracia-contra-el-orden-mundial-por-atilio-boron/
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(rebelion.org) 21/10/2025