Atravesando un rayo de sol que iluminaba la pila bautismal, el obispo Karekin Bekdjian, de la Iglesia ortodoxa armenia apostólica de Alemania, barba blanca y capucha negra, introdujo una rama de olivo en el agua bendita y roció a sus doce pares, reunidos en torno a la piedra de pórfido egipcio. Luego, los trece líderes religiosos iniciaron la procesión que culminó con una firma de un histórico documento.
Esta inusual ceremonia ?bautismal?? tuvo lugar un sábado de abril en el coro de la iglesia evangélica de Magdeburgo, a 120 kilómetros de Berlín, en el centro geográfico de Europa. El lugar no era
casual: cerca de allí se inició la protesta de Lutero que dio origen a la Reforma en el siglo XVI, y se inició también, el movimiento ecuménico en el siglo XX. El templo tampoco: la pila de pórfido, procedente de Egipto, de la iglesia evangélica magdeburguesa se utilizaba ya para los bautizos en 1054, mucho antes del gran cisma de las Iglesias occidental y oriental que supuso el inicio de la división del cristianismo.
Los participantes, tampoco. Al lado del obispo Bekdjian, en una calurosa mezcolanza de ropajes, colores, cantos y tradiciones, estaban el cardenal Karl Lehmann, por entonces presidente de la Conferencia Episcopal católica; el obispo Wolfgang Huber, presidente del luterano Consejo de la Iglesia Evangélica; el padre Merawi Tebege, de la Iglesia ortodoxa etíope; el arzobispo Longin, de la Iglesia ortodoxa rusa en Alemania; el reverendo Christopher Jager-Bowler, de la Iglesia anglicana; y los líderes de la Iglesia de antiguas reformas de Baja Sajonia, la Unidad de los Hermanos Evangélicos de la Confesión de Ausburgo, la Comunidad Fraterna Herrnhuter, la Iglesia metodista y la Comunidad de Parroquias Episcopalianas.
Con esta ceremonia, y la posterior firma de la declaración común, las trece Iglesias cristianas participantes reconocieron, por primera vez, la validez recíproca de su ceremonia de bautismo. Esto significa que éste es considerado un sacramento común, imborrable y válido en particular en caso de cambio de una confesión a otra. Pero el significado de este reconocimiento va mucho más allá y supone ?un gran paso de calidad en la vida ecuménica??, como afirmó el obispo Huber.
?Como signo de la unidad de todos los cristianos, nos liga el bautismo en Jesucristo, fundamento de esta unidad. A pesar de diferencias en la concepción de la Iglesia, existe entre nosotros un acuerdo fundamental respecto al bautismo??, reza la declaración firmada. ?Por ello nosotros reconocemos como cumplimiento del bautismo cada acto de inmersión o de derramamiento de agua realizado según la misión de Jesús, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y nos alegramos por cada persona que se bautiza. El bautismo así realizado es único y no puede ser repetido??.
En efecto, el bautismo ha sido con frecuencia considerado como el hijo natural del ecumenismo. Y lo cierto es que hace tiempo que no existían diferencias sustanciales en esta materia. A partir de este fundamento esencial, el diálogo por fin ha comenzado a dar frutos. Por una vez, el impulso original de este acuerdo partió de la Iglesia católica. En concreto, de la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos de 2001. Poco después, las iglesias católica y protestantes alemanas recogieron el guante y crearon un grupo de trabajo, la Comunidad de Trabajo de las Iglesias Cristianas (ACK), al que fueron uniéndose progresivamente el resto de las iglesias firmantes.
Aún así, no fue fácil encontrar las palabras que permitieran adherirse al acuerdo al mayor número posible de iglesias cristianas. Y no todas pudieron hacerlo, debido a cuestiones todavía pendientes o nuevas dificultades que surgen. Hay confesiones que rechazan el bautismo de niños. Hay otras que no utilizan el agua. Otras que, por ejemplo, consideran que el bautismo no es la entrada en ?el cuerpo de Cristo??, sino simplemente la afirmación de un compromiso personal de fe. Y otras que actualmente están poniendo en práctica una fórmula ritual nueva en sustitución de las palabras ?Palabras, Hijo y Espíritu Santo??.
No obstante, el símbolo ecuménico sobrepasó con creces a las trece iglesias inicialmente firmantes y el eco de la declaración encontró acogida en las comunidades cuya tradición no les permitió suscribir el reconocimiento del bautismo único. En nombre de ellas, el pastor Werner Funck, de la iglesia mennonita, que sólo reconoce el bautismo de personas adultas, dirigió un saludo a las iglesias firmantes que fue leído durante la ceremonia y que, en muchos espíritus, dejó abierta la esperanza de prontos y mejores avances en el diálogo hacia la unidad del cristianismo.
Pero esa esperanza, como tantas otras, no se ha colmado. En realidad, todo lo que antecede sucedió hace algo más de un año, en abril de 2007, y el ?paso de calidad?? que certificaba el obispo luterano Huber no se ha traducido en progresos reales. El reconocimiento mutuo del bautismo supuso por entonces una primicia en Alemania, pero, quince meses después, sigue estando inédito en el resto del mundo, como si lo que se aprueba a nivel nacional no se pudiera hacer a mayor escala. O como si el bautismo no supusiera de verdad para los líderes religiosos ese fundamento básico y común que nos quieren hacer creer.