Me llamo Agnes, soy alemana, y estudio desde el mes de agosto de 2006 en Israel, sobre el monte Sión, al suroeste de la vieja ciudad de Jerusalén. En los meses anteriores pude conocer la belleza y la riqueza del país. Una gran diversidad de culturas, de religiones y pueblos que viven juntas aquí en un espacio muy reducido.
Pero este país se caracteriza por las divisiones y la violencia. A menudo me siento en mi pequeña terraza y observo el paisaje. Veo colinas áridas, pequeños pueblos, las mezquitas, algunos menudos matorrales… todo en armonía con la luz brillante y caliente del sol. Al medio, se percibe una pared que separa el país en dos partes. Después de varias visitas a Cisjordania, ver esta pared hace mal. Se encierra a la gente que está detrás, en sus ciudades, y en los puestos de control la humillación y la discriminación forman parte de la vida diaria de los palestinos.
Como extranjero en este país, se tiene la posibilidad de conocer los distintos aspectos del conflicto y se observa muy rápidamente cuán difícil es la situación. Se podría escribir mucho sobre los problemas del país y la poca esperanza de paz que tienen sus habitantes. Pero quisiera más bien contarles un encuentro muy bonito que pude tener. Es tan importante poder poner la mirada sobre el bien y percibir, así, los lugares de esperanza que se encuentra también en este país.
A principios del mes de noviembre estuve nueve días en Galilea. Viví junto a los monjes benedictinos en la punta norte del Lago de Genesareth. Tabgha es el lugar donde se situó la multiplicación de los panes. El 11 de noviembre, los monjes celebraron su fiesta patronal invitando representantes de las Iglesias de toda la región. La iglesia de la multiplicación de los panes se llenó de personas de diferentes orígenes: palestinos, israelíes, europeos… de cristianos católicos, protestantes y ortodoxos de distintas tradiciones. El coro venía de la parroquia melquita… La oración se celebró en árabe. Exactamente antes de que la liturgia hubiese comenzado, uno de los monjes se me acercó y me preguntó si podía ensayar un canto de Taizé con el fieles para el Gloria, para que al menos una vez durante la oración todos pudieran cantarlo juntos. Me puse de pie delante toda esta gente de orígenes tan diversos y numerosos obispos y representantes de las distintas confesiones. Tenía que cantar la melodía de la Gloria solamente una vez, luego todos se pusieron a cantar el canon.
Tras la oración, algunos jóvenes de Nazareth se me acercaron y me invitaron a una oración con los cantos de Taizé que tiene lugar cada dos meses en esta iglesia. Me puso muy feliz el haber aceptado esta invitación. Sami, un palestino de Nazareth, organizó el viaje. El sábado vino a buscarme al monte Sión a Jerusalén y me condujo en coche a Tabgha. ¡La hospitalidad de la gente en este país es un gran regalo! Pasé un domingo maravilloso al borde del lago. Cuando, alrededor de las 20h, habíamos entrado en la iglesia de la multiplicación de los panes, todo estaba ya listo para la oración. La iglesia estaba como bañada en una luz caliente hecha de muchas velas, se extendieron mantas sobre el suelo hecho de mosaicos y había pequeños bancos de oración. Poco a poco la iglesia se llenó. «En nuestras oscuridades…» «Cuando el primer canto comenzó, mi corazón se lleno con una alegría profunda:» ¡en toda la oscuridad y las convulsiones del país brilla una luz que lo une y que aporta la comunión! Fue bonito oír los cantos, en sus idiomas de origen, y además en la traducción árabe. Durante el tiempo de silencio observé, bajo el altar, la roca sobre la cual, según la tradición, Jesús bendijo los dos pescados y los cinco panes. En el momento de la oración común, no es importante si esta piedra es el lugar histórico de la multiplicación de los panes o no. «desde hace dos mil de años, Cristo sigue estando presente por el Espíritu Santo, y su misteriosa presencia se hace concreta en una comunión visible» (Carta 2005).
Después de la oración, hubo algo para comer y beber para todo el coro. Hablé con una mujer rusa y su pequeña hija que habían venido desde el extremo norte del país solamente para asistir a la oración. Hay muchos inmigrantes rusos en todo el país y en algunos pueblos y ciudades se habla el ruso como idioma corriente. Algunos palestinos me contaron sus experiencias durante la guerra de este verano. Parece paradójico que un paisaje tan bello y pacífico como el de Galilea estuviese bajo el fuego de los bombardeos hace solamente algunos meses. La construcción del muro plantea un gran problema y la esperanza de la población palestina se vuelve cada vez más delicada. No se siente ya mucho la atmósfera optimista de los años 90. Un joven palestino me dijo que nunca había creído en la paz para todo el país. A Taizé comprendió que la reconciliación puede comenzar por pequeños pasos. Se alegra de tener buenos amigos con los cuales puede discutir de todo esto. Y está agradecido que hay siempre oraciones al estilo de Taizé donde encuentran fuerza y esperanza.
Sami y algunos de sus amigos me invitaron a Nazareth, dónde fuimos a un café cerca de la Iglesia Ortodoxa de la proclamación y hablamos mucho tiempo. Las experiencias que tuvieron a Taizé significan muchos para ellos. En Nazareth quieren organizar una vez al mes una oración con cantos de Taizé.
Este fin de semana en Galilea fue un gran regalo para mí y estoy muy agradecida de haber vivido encuentros tan ricos.