Enviado a la página web de Redes Cristianas
Por los gobiernos de Ecuador y Estados Unidos, vamos cayendo al abismo de la violencia, el hambre, el odio y la desesperación. Mientras tanto se está realizando en Lima, Perú, el IV Congreso de Teología Latinoamericana y Caribeña. La temática de
este Congreso nos puede inspirar para ayudarnos en
nuestro país a resistir la debacle y empezar a detener
el desastre nacional que estamos padeciendo:
“Tejiendo esperanza desde abajo”.
Primero se nos invita a tejer, es decir actuar
para construir algo nuestro: ¿No es lo que estamos
necesitando? Lastimosamente no faltan los que dicen
que nuestro presidente “está haciendo algo bueno”.
¿Dónde está lo bueno desde noviembre de 2023? Nos
hundimos en la violencia, el desempleo, la pobreza, la
IV Congreso de Teología Latinoamericana y Caribeña
migración, la destrucción de los sistemas de educación y salud… que no cesan de crecer. Por los asesinatos, las
extorciones y la inseguridad aumenta el número de migrantes que se van a países de Europa y América Latina…
yéndose muchos de los que podrían aportar tanto en este momento crítico de la historia de nuestro país. Por la falta
de empleo y la deserción escolar de las malas condicione de los centros educativos, los jóvenes de los sectores
populares se integran al narcotráfico y la violencia callejera sin que el ejército y la policía puedan controlarlos.
Cada día aumenta las muertes por enfermos por falta de atención y de medicinas en los hospitales. A los 5 años de la
pandemia de COVID no solamente no se ha logrado recuperar la economía, sino que hemos entrado en recesión por
la indolencia y la incapacidad de los gobiernos que prefieren la corrupción, el saqueo del país, el envío de dinero a
los paraísos fiscales o el tráfico de drogas con carteles internacionales… Las leyes que se aprueban en la Asamblea y
con el Ejecutivo, facilitan el atropello a la Constitución, la libertad de matar por las fueras militares, las
privatizaciones, la entrega del país a otros gobiernos y a multinacionales del robo descarado…
¿Hasta dónde tendremos que seguir mirando la destrucción para reaccionar y decidirnos a emprender su reconstrucción?
El Ecuador destruido somos nosotros y el Ecuador a reconstruir lo somos también nosotros. Mientras no nos decidimos a cambiar y a ponernos a trabajar a favor de nuestro país, iremos de mal en peor.
Claro somos pequeños grupos a vivir de otra manera, a reunirnos para descubrir las causas de lo que nos está pasando y enfrentarlas, a organizarnos para emprender los cambios estructurales que se necesitan. A la verdad, somos demasiado pocos.
Volvamos a animarnos para “tejer esperanza desde abajo”, con otros hermanos, otros grupos, otras organizaciones
de América Latina y El Caribe.
La esperanza nos confirma en la certeza que un mejor Ecuador es posible. Pero no se trata de una esperanza
pasiva que confía en salvadores milagrosos y que otros lo hagan. Todos tenemos que poner el hombro.
Personalmente pienso que la experiencia bíblica nos puede animar: ¡Los hebreos que salieron de Egipto con Moisés
y Miriam eran una masa de pobres esclavos que huían al desierto! Decidieron -con errores y problemas- conquistar
su libertar, organizar la equidad y apostar por la fraternidad. Allí hicieron la experiencia de un Dios amigo y liberador
con ellos. ¿Estamos en peores condiciones que ellos? Ciertamente que no. Entonces, manos a la obra.
Eso sería la meta de una vida nueva con 3 propósitos: libertad, equidad y fraternidad. Comencemos por más
libertad personal. Hemos perdido muchos valores y nos hemos dejado llevar por el individualismo, la indiferencia, la
pasividad; nos ha invadido el materialismo, la comodidad, los vicios… que nos hacen perder nuestra libertad para ser
personas dignas, amables, participativas, positivas… No hay libertad individual sin libertad colectiva: Es juntos que
podemos crecer en libertad y humanidad.
La hermandad es nuestra identidad natural: Somos una sola familia, un solo país, una sola Patria grande, una sola humanidad: la libertad es posible solo al precio de esta unión y unidad.
Luego de la libertad viene la equidad, es decir que tengamos cada uno -diríamos cada familia- lo que se
necesita para vivir dignamente. Estamos mal porque unos acumulan lo que necesitan los demás. ¿Dónde está el testimonio de los cristianos? Hemos olvidado la manera de vivir de las primeras comunidades cristianas: “Ponían en común sus bienes… Compartían todo cuanto tenían… Entre ellos no había ningún necesitado”.
Conocemos la experiencia de compartir: ¡Cuando se comparte, siempre sobra! Es el milagro de la multiplicación de los panes.
Tercer compromiso: la fraternidad y -una palabra nueva- la sororidad. El papa Francisco lo escribió en su
linda Carta: “¡Todos somos hermanos y hermanas!” No puede haber libertad y equidad sin fraternidad.
Debemos convencernos que todas y todos somos la misma sangre, la misma identidad, la misma igualdad y que no podemos
ser ni crecer felices sin los demás. La fraternidad es la cuna de la felicidad.
Para terminar se nos dice que las cosas surgen siempre “desde abajo”. Así es: Los cambios vienen de abajo y
no de arriba. Es preciso preguntarnos: ¿Con quienes estamos? A veces con el corazón con los de abajo, pero muchas
veces con el bolsillo y la billetera con los de arriba.
Nos olvidamos donde hemos nacido… y los cristianos dejamos de
recordar con quienes optó Jesús, a quiénes eligió para ser sus amigos y seguidores, con quiénes estuvo de
preferencia, por solidaridad con quienes aceptó ser crucificado… ¿No fueron los de abajo? En Ecuador nos hemos
alejado de los de abajo. Entonces decidamos estar “tejiendo esperanza con los de abajo” si queremos vivir con
dignidad.