Tras las dos guerras mundiales que ensangrentaron nuestro continente en el siglo pasado, de nuevo se oyen tambores de guerra en Europa. De hecho, ya se combate en suelo europeo desde hace más de dos años y medio. Y desde hace más de un año tenemos otro conflicto militar en un Oriente muy Próximo. Sin olvidar la sempiterna conflictividad en África Central y subsahariana. Todos esos enfrentamientos, que hasta ahora tienen un carácter local, pueden llegar a formar parte de una conflagración internacional en gran escala en la que se ventile lo que está verdaderamente en juego: la hegemonía mundial.
Pues esa es la cuestión. Al igual que en las dos guerras mundiales pasadas, se compite por el dominio mundial, que en la actualidad pasa por el control de las fuentes de riqueza, el petróleo y otros recursos que escasean. Los verdaderos competidores tienen claro cuál es su posición en el conflicto. Los países comparsa pueden titubear y evaluar su alineamiento en el conflicto. La situación actual tuvo su equivalente en la etapa prólogo de la II Guerra Mundial. Países como la Unión Soviética y Finlandia estaban, al final de la guerra, en coaliciones distintas que al comienzo.
También en la actualidad se consideran alianzas, más o menos coyunturales, para países que no son los principales protagonistas del conflicto. Por ejemplo, el rol de Rusia, Ucrania, Corea… en el conflicto mundial que se perfila en el horizonte, puede ser distinto en función de la política que emprenda el vencedor de las recientes elecciones norteamericanas. Y también en Oriente Medio pueden darse situaciones imprevistas. Nadie se atrevería a pensar, hace veinte o treinta años, que Israel y los principales países árabes estarían en el mismo lado en una guerra que tiene lugar en la zona. Precisamente, el ataque de HAMAS a Israel el 7 de octubre de 2023 tenía por objeto frustrar el llamado ?Pacto de Abraham?? entre el mundo árabe y el Estado judío.
Pero, conscientes de lo irreparable que sería una guerra nuclear, las grandes potencias con arsenal atómico prefieren abstenerse de intervenir en los conflictos con todo el armamento que poseen y sus propias tropas. Encargan las operaciones militares a sus socios menores. Así, en la guerra de Ucrania los muertos no serán de la gran potencia americana, serán sólo rusos y Ucranianos, y, si luego deberá intervenir la OTAN, los muertos serán en todo caso europeo. Por la misma razón Irán no intervendrá con su armamento nuclear: los muertos, en la lucha contra Israel, serán de los socios menores de Irán: palestinos, libaneses, hutíes, sirios… A su vez, Irán es un socio menor de China, única potencia capaz de cuestionar actualmente la hegemonía norteamericana.
Debemos ser conscientes que las naciones europeas se encuentran entre los países comparsa, los socios menores del imperialismo USA. Si el conflicto de Ucrania va a más, nos encontraremos en la línea de batalla. Debemos concienciarnos y concienciar a nuestro pueblo del peligro que constituye el pertenecer a esa alianza militar. Ese juego en el que se nos quiere hacer intervenir sólo puede acarrearnos desgracias. De hecho, se nos impuso una participación en el bloqueo comercial a Rusia que nos perjudica tanto como a los propios rusos. Para interrumpir el suministro de gas ruso a Europa se procedió incluso a la voladura de gasoducto.
Incluso si, como es lo más probable, no se llegue a una confrontación nuclear, puede tener lugar una gran conflagración que tenga características de guerra mundial, y en ese caso las consecuencias para los participantes pueden ser desastrosas como lo muestran los conflictos locales que están teniendo lugar. Urge movilizarse contra el destino que nos recetan los dominadores del mundo. Debemos apostar por la paz. Ningún país tiene derecho a dominar la Tierra. No hay pueblos elegidos, todos los pueblos son de Dios, y tienen derecho a vivir en paz y acceder igualitariamente a los recursos del planeta.
Las relaciones humanas, entre los colectivos, entre las naciones, entre las razas o etnias… no se deben basar en criterios de dominio y dependencia económica. Para afrontar la problemática humana siguen siendo imprescindibles los valores implícitos en las Bienaventuranzas. Amar al prójimo como a sí mismo es la regla de oro para afrontar la problemática humana. Las desgracias del mundo, los sistemas de dominación injustos, son fruto del egoísmo humano. Es ahí donde se debe dar la batalla, y la tarea es urgente. Nos va mucho en ello.