Enviado a la página web de Redes Cristianas
Los juegos olímpicos en París nos dan un respiro y una luz de esperanza en medio de los múltiples problemas que estamos pasando a nivel personal, colectivo, nacional y mundial. Nos parece a veces que no vamos a salir
adelante, tanto se empeñan unos pocos a hundirnos más y más en la exclusión y la miseria. La maldad existe, fuerte, organizada, implacable.
En Ecuador es particularmente real por la ambición de unos pocos, el odio programado al adversario, el robo descarado del dinero público, la perversión calculada de la justicia?? ¿para qué? para juntar más y
más dinero con la falsa ilusión que traerá la felicidad, para ser famoso a los ojos de los demás por la moda pasajera, para subir los escalones del poder que domina, explota y destruye, sin salvar a nadie ni al que lo ostenta.
Los malos son pocos: el 1% de la población de planeta, que concentra más de la mitad de la riqueza y de los bienes mundiales destinados al bienestar de todos. Los luchadores seremos unos 30% que nos esforzamos de ser conscientes tanto de la realidad injusta que nos asedia como de las posibilidades de vivir mejor. Buscamos fraternizar, multiplicar la unión y organizarla, fomentar el compartir equitativo, ser las semillas de una hermandad sin frontera, y celebrar ya la fiesta que vendrá. El problema es el 69% de indiferentes, pasivos, amargados, derrotados por su egoísmo, pesimismo o cerrazón.
Lo decía Gandhi: ?Lo más atroz de las cosas malas de la gente
mala es el silencio de la gente buena.?? Ese es nuestro desafío: resistir la desorganización, ganar a los indiferentes, abrir los ojos a los egoístas, enamorar de la vida a los amargados y despertar a los derrotados. Nada es imposible?? y si no logramos las metas propuestas estaremos felices por los esfuerzos hechos para lograrlas.
Los juegos olímpicos nos confirman en la validez de la utopía de la hermandad universal. Por supuesto no hay nada puro ni nada perfecto. El costo financiero elevado llega a 50?000 millones de dólares, o sea, el presupuesto anual del Ecuador, y duran sólo 15 días. La gran vergüenza de estos juegos olímpicos de 2024 es la prohibición de participar en este evento mundial que se les hizo a los atletas rusos y bielorrusos: ¡se nota la discriminación de Occidente que sí, permite la participación de los atletas israelitas y los de los gobiernos que fomentan las guerras en
África!…
Felizmente estas limitaciones e injusticias no eliminan el mensaje utópico de los juegos olímpicos: por una parte, la belleza y la fraternidad universal y, por otra, la grandeza del esfuerzo para superarse mediante las distintas formas de deporte. Por unos momentos excepcionales, se realiza el sueno de la fraternidad y la capacidad de superación personal y colectiva del ser humano, cualquier sean su país, su color, su ideología, su religión. Durante unos días, se palpa que la raza humana es una sola y llamada a la fraternidad y sororidad, más allá de todas las
fronteras que hemos colocado por todas partes.
Además, los juegos olímpicos son también una liturgia que celebra la grandeza de los cuerpos, la superación de los atletas, los gritos de felicidad de decenas de miles de espectadores??
Es también un acontecimiento que unen a los países de todo el planeta: por ejemplo, más de 3?000 millones de personas miraron en 2020 los juegos olímpicos de Tokio, en Japón, o sea, la mitad de la población mundial. A pesar de todo, los juegos olímpicos nos dicen que la fraternidad universal es posible, que nuestra grandeza humana está en el superarnos y superarnos juntos, que esta fraternidad universal es nuestra meta común más necesaria que nunca.
El apóstol san Pablo se comparaba y nos comparaba con los atletas del estadio por su empeño en la misión:
?¿No han aprendido nada en el estadio? Muchos corren, pero uno solo gana el premio. Corran, pues, de tal modo que lo consigan. En cualquier competición los atletas se someten a una preparación muy rigurosa, y todo para lograr una corona que se marchita, mientras que la nuestra no se marchita. Así que no quiero correr sin preparación, ni boxear dando golpes al aire. Castigo mi cuerpo y lo tengo bajo control, no sea que después de predicar a otros, yo me vea eliminado.??
Todo eso nos confirma que la vida es una lucha para más vida para uno mismo y para todos. Al no decidir unirnos para luchar, ya nosotros mismos nos hemos ?eliminado??. ¿Para qué objetivo hacemos tantos esfuerzos y
damos ?golpes en el vacío?? Lastimosamente, a veces es por cosas vanas, inútiles, dañinas?? El sueño de una vida mejor para nosotros y para los demás es la voz de Dios adentro de nosotros, es el deseo profundo de igualar en algo los grandes personajes que marcaron la historia: el Mahatma Gandhi en la India, Martín Luther King en Estados
Unidos, Nelson Mandela en África, Chico Méndez en Brasil, Jesús de Nazaret??
Claro que persiguieron utopías, pera gracias a ellos sus utopías poco a poco se están haciendo realidad. Ahora nos toca a nosotros soñar en grande y soñar juntos para que algo de nuestros sueños se haga realidad. Juntos nada es imposible.