Sube el diesel. Baja el sistema.

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Tal como cuentan en el Nacional, los expertos nos avisan que comienza a subir el diesel. La guerra de Ucrania llevó un susto a los mercados globales de energía (a quienes habitan aquellas zonas les ha llevado algo más que un susto), con subidas enormes de todos los derivados del petróleo. Un año después, los precios parecían haberse estabilizado, volviendo a tiempos de bonanza.

¿Seguro?

Esta misma semana los agricultores alemanes se están movilizando por los recortes a los subsidios del diésel, que encarecerá sus gastos. Simplemente, al gobierno no le salen las cuentas. Incluso han retirado también los subsidios al coche eléctrico. Eso quiere decir que las cosas están muy mal.

Países como Cuba que tenían el diesel y la gasolina subsidiados han dejado de hacerlo.

Y si, hasta Bloomberg hablaba hace unos meses de las dificultades del mundo para seguir manteniendo el ritmo de producción. Algo está cambiando.

Resulta que el diésel es el combustible con el que funcionan nuestros camiones y nuestros barcos, los que sostienen el comercio mundial. ¿Restricciones a los vehículos en zonas urbanas para rebajar la contaminación? Es posible, pero no hay duda de que se pretende reducir como sea el consumo popular del diesel y la gasolina.

El capitalismo necesita crecer para mantenerse. Y para ello necesita que la energía que mueve sus máquinas siga creciendo también. Es simple. Un parón en la producción energética desembocará en una ruptura del sistema en el que vivimos; ya pueden verse ejemplos en otros países como Sri Lanka de lo que en unos años será algo generalizado.

Vienen años duros, muy duros, durante los cuales será más importante que nunca mantener una robusta espiritualidad, de esa que acompaña en los momentos malos.

Y quizá, por qué no, podamos pensar que dentro de unas décadas nacerá de las cenizas un sistema social sin estas insoportables desigualdades económicas.

Si tienen interés en estos asuntos del diésel y el petróleo, no pueden dejar de leer este (extenso) artículo de Rafael Fernández Díez en The Oil Crash.

Ernesto Viento.