Son decenas de miles los migrantes desaparecidos en México: activista

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Fuente: Observatorio eclesial
La indolencia del gobierno aumenta la tragedia, dice Rubén Figueroa. Masacres en Tamaulipas y NL continúan sin aclararse, señala
Los migrantes desaparecidos en las rutas que cruzan desde Centroamérica hasta México, en busca de llegar a Estados Unidos, apenas figuran en los registros del gobierno. Pero son decenas de miles.

En muchos pueblos de El Salvador, Honduras, Guate-
mala y Nicaragua hay familias que los buscan y los es-
peran, y que sufren por no saber dónde están, sostiene
Rubén Figueroa, quien fue activo buscador durante po-
co más 15 años, trabajando con el Movimiento Migrante
Mesoamericano.

Aunque las familias de los indocumentados que se es-
fumaron en el trayecto por territorio mexicano denun-
cien su desaparición, sus nombres no se actualizan en
el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no
Localizadas (Rnpdno). La mesa de búsqueda de mi-
grantes, creada en 2022 a exigencia de las familias de
las víctimas, en la que deberían participar la FGR, la
cancillería y la Secretaría de Gobernación, no se ha ins-
talado.

Desde Durnham, Carolina del Norte, la ciudad donde ha
tenido que asilarse, Rubén Figueroa expresa: lo que
hace más grande esta tragedia de la desaparición for-
zada es la indolencia del gobierno. No es posible que
después de que es de conocimiento global lo que suce-
de en nuestro país, hasta la fecha se siga poniendo en
tela de juicio este tema y se trate de minimizar.

Hay abundante documentación de episodios en los que
grupos de extranjeros en tránsito han sido víctimas de
secuestros masivos y después aparecen masacrados,
en fosas, o simplemente no aparecen.

Sólo tres ejemplos: los 72 del rancho de San Fernando,
en Tamaulipas, asesinados en 2010; las fosas cercanas
que se encontraron en esa misma zona o los hallazgos
de personas desmembradas en Cadereyta, Nuevo
León, en la misma época (317 víctimas en total, no to-
das identificadas, a pesar de que han transcurrido 15
años). Son casos de hace tres lustros, pero son críme-
nes que se siguen cometiendo.

La Fundación para la Justicia puntualiza que en el
Rnpdno sólo se incluyen 193 casos de indocumentados
desaparecidos entre 2018 y 2024, lo que contrasta con
el dato de la Organización Internacional
de las Migraciones, que tiene documentados mas de 6 mil casos (desapariciones y asesinatos) desde 2014 en las rutas de México.

Los buscadores defensores de derechos humanos que
siguen sus rastros suelen ser las únicas voces que in-
forman sobre lo que ocurre en esos flujos humanos que
se desplazan y que denuncian los crímenes que se co-
meten contra ellos.

De detective viajero a víctima

La vida de Rubén Figueroa, tabasqueño, ha pasado por
diversas etapas. Siendo adolescente, la necesidad de
su familia en Huimanguillo lo empujó a migrar. Su ma-
dre, doña Emilia, pensando en el hijo lejano, se embar-
có en la tarea de ayudar a los centroamericanos que
pasaban por ahí, cada vez en número creciente.

Cinco años después, Rubén regresó a su tierra y, si-
guiendo el ejemplo de su mamá, empezó con tareas de
solidaridad. Terminó como defensor de derechos hu-
manos de tiempo completo.

Como parte del Movimiento Migrante Mesoamericano,
que desde 2004 organizó anualmente la Caravana de
Madres Centroamericanas Buscando a sus Hijos, em-
prendió la misión de viajar incesantemente a esas na-
ciones contactando familias que reportaban a algún ser
querido desaparecido en México. Con esos datos, lue-
go recorría las rutas de tránsito del país intentando lo-
calizarlos.

Él era el buscador, el detective viajero. Detrás había
una red, un equipo. En casi 20 caravanas, el movimien-
to fundado por Marta Sánchez Soler reunificó a mas de
300 familias.

Su tarea culminaba a veces anunciando a una madre:
lo hemos encontrado. Otras veces una llamada para
decir: lo hallamos, pero no como hubiéramos querido.
Aun así, asegura, encontrando cuerpos sin vida o ras-
tros comprobables de una muerte, el dolor de las fami-
lias podía ir menguando.

Hallar a Fredy Figueroa, su nueva misión
En 2020, en plena pandemia, la vida de Rubén dio otro
vuelco. De buscador pasó a ser víctima. A su hermano
Fredy Figueroa, que había migrado a trabajar a Playa
del Carmen, lo desaparecieron junto con otros seis tra-
bajadores. Entonces, Rubén se empeñó a otra misión:
encontrar a Fredy.

Yo cargaba con ese dolor, que es durísimo. Pero lo
peor era ver sufrir a mi madre por algo que yo ya cono-
cía bien de otras personas. Eso era como cuando un
doctor sabe de los síntomas de un mal mortal, pero que
ahora está padeciendo. En ocasiones buscaba de día y
lloraba de noche.

–¿Lo buscaron las autoridades? ¿Te ayudaron?

–Para nada. Lastimosamente, la Comisión Nacional de
Búsqueda se volvió tapadera del gobierno. Ellos, en sus
reportes, decían que el denunciante del caso, o sea yo,
no estaba localizable, pero yo estaba ahí a la mano, en
contacto con ellos.

?A veces buscaba en solitario y otras con amigos. Fi-
nalmente encontramos una cueva cerca de Playa del
Carmen donde había restos. A las autoridades locales
no les quedó otra que ir a levantarlos e identificarlos.
Recuerdo la primera reacción del fiscal local de aque-
llos tiempos. Salió a negar que hubiera fosas clandesti-
nas cerca de donde se construía el Tren Maya.

Eso es lo que les preocupaba, la imagen. Claro, al investigar
salió que estaba implicado el crimen organizado en la
desaparición de esos siete trabajadores. Me amenaza-
ron y tuve que salir del país, vivir mi duelo en el exilio.
Caí en depresión. Mi madre enfermó gravemente. Eso
hace la desaparición forzada… va matando lentamente
a las madres.?

–¿Qué implica ser defensor de migrantes?
–Implica ser activista por los derechos humanos; hay
que defenderlos de las autoridades y del crimen organi-
zado. El secuestro masivo de indocumentados sirve a
los cárteles para extorsionarlos o usarlos como carne
de cañón en sus ejércitos irregulares. Si algo sale mal,
los matan. Tocaba refugiarlos, curarles sus heridas, y
buscar a los que no aparecían.

Un día, sería como en 2009, un periodista local publicó
lo que ahí ocurría. Llegó a manos de Amnistía Interna-
cional (AI) y fueron a ver lo que estábamos viviendo.
Justo cuando los enviados de AI estaban en la zona
hubo un secuestro enorme de migrantes. Se documen-
tó todo. De ahí publicaron su informe Migrantes Invisi-
bles, y me invitaron a participar en él. Ahí fue cuando
conocí a Marta Sánchez Soler y a Elvira Arellano, y me
invitaron a sumarme a Movimiento Migrante Mesoame-
ricano. Ellas me pusieron a caminar en la ruta para
buscar desaparecidos.

Ahí me envolví en lo que fue mi mayor
desempeño. Empecé recorriendo los pueblos de Cen-
troamérica, contactando y conociendo a los comités de
familias de migrantes desaparecidos, casi todos organi-
zados por madres. Documentaba casos. Llegaba a un
pueblo, por más remoto que fuera, iba a las radios co-
munitarias, a anunciar que estábamos ahí y convocá-
bamos a las familias que tuvieran algún familiar desa-
parecido.

Poníamos una mesa en el parque central del pueblo y
eran cientos las personas que llegaban. Luego nos lle-
vábamos la encomienda a México para salir a la ruta
migratoria a buscarlos. Del movimiento hubo 16 cara-
vanas anuales. Yo participé en 12.

–¿Llevas la cuenta de cuántas personas encontras-
te, cuantas familias lograste reunificar?
–No tengo la cuenta exacta, pero en el Movimiento Me-
soamericano Migrante logramos reunir a cerca de 300
mamás con hijos e hijas. Gran parte de esto se logró
por la labor directa que hacía, uniendo los puntos. Pero
en esa labor participaban por supuesto muchas perso-
nas.

El acompañamiento como defensores o como red hacía
que los extranjeros transitaran vistos y acompañados.
En ocasiones esto ayudó a inhibir al crimen organizado.

–¿Cómo se realizaba la búsqueda?
–Para empezar, las madres ya venían organizadas en
sus comités. Y con los años también empezaron a to-
mar contacto con las madres mexicanas, que debido a
su necesidad y al mismo dolor aprendieron a abrir la
tierra.

En 2018 hubo una Cumbre Mundial de Migrantes desa-
parecidos que llegaron de África, Magreb, Asia, el Medi-
terráneo, Centroamérica. Esas alianzas de aquella épo-
ca siguen a la fecha. Hay que entender que el dolor de
una madre no desaparece porque sale o entra un nue-
vo gobierno, porque algún dirigente se baje del barco.

(jornada.com.mx) 11/04/2025