SINODALIDAD Y REFORMA DE LA IGLESIA

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Jesús de Nazaret, con su mensaje sorprendente sobre el Reino de Dios, sus acciones misericordiosas y su mesianismo pacífico-universal para liberar a los oprimidos y construir la fraternidad entre los pueblos, puso los cimientos de una nueva forma de entender la vida humana y la relación con la transcendencia que han supuesto un reto permanente para sus seguidores.

Jesús no fundó ni religión ni Iglesia alguna; permaneció críticamente fiel al judaísmo hasta su muerte. Sus discípulos, una vez que fue desintegrada la nación de Israel en la guerra del 66-70 y ser expulsados de la religión judía por los dirigentes fariseos, continuaron unidos su andadura histórica en el seguimiento de Jesucristo.

Fases de la Iglesia

Desde sus inicios, la Iglesia ha pasado por diversas fases, unas de bonanza y otras de crisis. Las primeras comunidades fueron organizándose, formando los Evangelios, aprobando el Nuevo Testamento y extendiéndose entre los gentiles. Después de un periodo de marginaciones y persecuciones, el movimiento cristiano pasó a ser Iglesia aliada y colaboradora estratégica del Imperio Romano, donde se decidieron los dogmas cristológicos bajo la autoridad de Constantino. A partir de este cambio de identidad, el resto de las etapas de la Iglesia han venido condicionadas por dos grandes corrientes en contradicción: Primera, la Iglesia cristiandad donde su jerarquía siempre ha basado su permanencia en las alianzas con los poderes políticos y económicos; Segunda, la Iglesia de los pobres, donde los movimientos cristianos fieles a la causa de Jesús, han tratado de reformar a la Iglesia según el espíritu que se desprende de los Evangelios.

Francisco, Papa

En los tiempos presentes, el Concilio Vaticano II (1962-1965), fue un moderado Kairós, una primavera eclesial, una sencilla manifestación del Espíritu renovador, un intento de adaptar la Iglesia cristiandad al mundo de acuerdo a los signos de los tiempos. Pero posteriormente, la Curia romana y los sectores eclesiales conservadores se han encargado de bloquear los avances propuestos por los padres conciliares, metiendo a la Iglesia en lo que Rhaner llamó el ?invierno eclesial??. Hoy día, sin embargo, bastantes de los postulados conciliares requieren renovación.

Después de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, del agrado de los sectores conservadores, surgió de la Iglesia Latinoamericana el renovador papa Francisco. A él le debemos los creyentes varios mensajes esperanzadores para reformar la Iglesia y la sociedad, tales como los documentos: Evangelii Gaudium (sobre una sana renovación de la Iglesia), Laudato si (para cuidar el medio ambiente y promover la justicia social) y Fratelli Tutti (para lograr la hermandad en la Iglesia y en la sociedad). A su vez, el freno a la corrupción y a la pederastia, la sobria reforma de la Curia y la opción por los sectores oprimidos; así como la colaboración, junto a otras iglesias y religiones, por la paz, la justicia y los derechos humanos, especialmente de los niños, las mujeres y los trabajadores; no faltando la comprensión hacia las personas LGTBI+ , aunque los grupos reaccionarios se opongan.

Sinodalidad

Digna de mención es la tarea emprendida por Francisco de poner a toda la Iglesia, desde la más pequeña comunidad hasta las altas jerarquías, incluso a sectores no cristianos, a dialogar y acordar las reformas necesarias, además de ponernos unidos a caminar para construir una nueva Iglesia y una nueva humanidad de acuerdo con la justicia, la paz y la libertad, siguiendo los pasos de Jesús de Nazaret. No cabe duda que la Sinodalidad es el proceso consultivo más extenso que jamás ha tenido la Iglesia; aunque no todos los eclesiásticos conservadores colaboran debidamente.

Renovación de la Iglesia

Las iniciativas renovadoras de Francisco ?que el cristianismo de base desearía más firme y decidido? convendrá profundizarlas potenciando los rasgos siguientes:
-Misión. Anunciar a Cristo debe ir unido a la opción por los pobres y la reforma de estructuras injustas, tanto eclesiales como políticas y económicas, sociales y culturales.
-Evangelización. Desde la humildad, desde la carencia de medios, desde la separación de Iglesia y Estado, desde la renuncia a los privilegios, desde la laicidad, anunciando la liberación y denunciando las opresiones.
-Género. Admitiendo en igualdad de condiciones a los hombres y a las mujeres (hayan optado por el celibato o por el matrimonio), en todos los cargos eclesiales y responsabilidades pastorales -que han de ser elegibles y renovables periódicamente-. Es vital la inculturación.
-Organización. Si durante el Imperio romano se asumió el modelo monárquico de Iglesia vertical, en el auge de la cultura y la política modernas y la participación social, la Iglesia ha de instaurar la democracia comunitaria en todas sus estructuras, de abajo a arriba. Ha de admitir la diversidad teológica, pastoral y organizativa.
-Universalidad. Desarrollando el ecumenismo, animando a la constitución de una federación de iglesias cristianas, buscando la convergencia de las religiones en la defensa de la paz y la justicia en el mundo. Eso sí, no presentándonos los primeros y mejores, sino como los últimos y los servidores de todos y todas.
-Opcional. Desde el siglo IV hasta nuestros días, la jerarquía de la Iglesia, como un poder más envuelto en riquezas, ha buscado la alianza con las clases dominantes, salvo honrosas excepciones personales o grupales; es hora ya de que nos pongamos los creyentes del lado de las clases oprimidas defendiendo su dignidad y sus derechos. No caben medias tintas; o se está con los pobres o se está con los ricos; ?no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero??.