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¿Está Jesús semioculto o diluido en nuestras Comunidades o en nuestras Actividades, Celebraciones y Proyectos?
INTRODUCCI?N
Con toda razón el Papa Francisco nos dice que Jesús es el centro de la Iglesia. Y que si alguna vez sucediera que la Iglesia no lo lleva así, sería una iglesia muerta (sept 2013). Y en su primera Encíclica, la Alegría del Evangelio, el Papa nos dice que Jesús con su verdad, es el que puede renovar nuestra vida, nuestra comunidad y romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo. (No 11).
1.- OCULTAMIENTO DE JES?S. Conviene preguntarnos si de diversas maneras nosotros ocultamos o diluimos la presencia de Jesús, o no lo ponemos vitalmente en el centro de toda la vida de nuestras Comunidades.
La pregunta que nos estamos planteando, puede parecer superflua, pues es evidente que siempre hablamos de Jesús y que en teoría nada hay más importante para nosotros que Jesús, pero con sinceridad conviene revisar nuestra vida y ver si en verdad Jesús está vitalmente en el centro, ya que en ello va en juego la renovación, la vitalidad y el pleno sentido de nuestras Comunidades.
A).-OCULTAMIENTO A NIVEL PERSONAL Y FAMILIA. Podemos preguntarnos si en nuestra reflexión cristiana y en nuestra oración, Jesús y su Evangelio están en el centro. Y podemos preguntarnos también y si en diálogo personal con Jesús discernimos y tomamos las principales decisiones de nuestra vida. También podemos preguntarnos eso mismo pensando en nuestras familias.
B).- EN GENERAL viendo cómo se da la catequesis, la liturgia y la predicación y nuestras actividades pastorales y sociales, podemos preguntarnos si en el centro está el contacto vital con Jesús o si queda medio oculto en nuestra organización, en nuestras actividades, y si por ejemplo al hablar de nuestra identidad se destaca lo eclesial de CEB, nuestro ser iglesia y no tanto que somos la Comunidad de discípulas-discípulos seguidores de Jesús.
C).- UN EJEMPLO CLAVE DE OCULTAMIENTO: EN LA EUCARISTÍA. Sin duda es central la Eucaristía en la vida de nuestras Comunidades, pero podemos preguntarnos si lo que se destaca es lo que predica el sacerdote, nuestros comentarios, las ofrendas que hacemos, las múltiples oraciones y signos etc?? y no tanto lo central que es Jesús y la conmemoración viva de la ?ltima Cena. Y tal vez la misma palabra Consagración del Pan y del Vino oculta lo principal que es celebrar con Jesús en su muerte y Resurrección la entrega toda de su vida. Casi nunca se dice que estamos celebrando la Cena del Señor o la fracción, el Compartir del Pan que El realizó.
En la Misa hay muchos pasos y signos buenos en sí, pero que pueden ocultar a Jesús. Se pide 7 veces perdón en la liturgia de la Misa pero ¿cuántas veces se celebra y expresa la relación vital personal con Jesús? En las oraciones oficiales del ritual de la Misa no se menciona el Reino de Dios, sino solamente de menciona cuando rezamos el Padre Nuestro. Repetidamente se invoca a Dios como Todopoderoso y Omnipotente, y no como el Padre de Jesús, nuestro Padre Misericordioso (2 Cor 2-3)
D ).- EN NUESTRAS ACTIVIDADES COMO COMUNIDAD. Sin duda en teoría Jesús está en el centro de todas nuestras actividades pastorales y sociales. Un peligro puede ser que en el centro esté la actividad misma que realizamos y que invitemos a participar en la actividad sin explicitar que los invitamos a vivir el seguimiento de Jesús. Tenemos que revisar si aunque estemos muy organizados en nuestros equipos y la gente con que trabajamos, Jesús no es más conocido, vivido, y amado y si queda como en segundo plano.
Preguntémonos por ejemplo con las personas con las que trabajamos en los Proyectos con dimensión ecuménica ¿sienten en verdad que Jesús está en el centro del Proyecto? Y ¿sienten-sentimos que nuestros proyectos son la Buena Noticia de Jesús y no simplemente buenas acciones para bien del pueblo? Igualmente podemos preguntarnos si en la formación, en los talleres de la Biblia, en las Actividades Pastorales, Jesús está en el centro. Es importante que contestemos esto con plena sinceridad y que no nos quedemos en la teoría porque obviamente en teoría, Jesús siempre está en el centro.
2.- VOLVER A JES?S. El Papa nos está diciendo que no basta una renovación de la Iglesia, sino que la Iglesia tiene que convertirse a Jesús que es su fuente y su origen y la que le da sentido. Ese llamado vale también para nuestras Comunidades. No basta con renovarnos, relanzarnos en general. Se trata de volver más vitalmente a Jesús. Y esto nos pide::
A.- Una conversión. Estamos llamadas-os a la Conversión todos los seguidores de Jesús. Se trata de tener un corazón nuevo, que sigue a Jesús con un amor apasionado y abiertos siempre al Proyecto de Jesús, el Reino de Dios. ¿Estamos convencidos de que necesitamos convertirnos o nos sentimos satisfechos como estamos?
B.- Nueva Relación con Jesús. Al hablar de la Conversión, queremos expresar la necesidad de una calidad nueva en nuestra relación vital con Jesús. Si nuestra relación con Jesús es un poco abstracta y doctrinal, si no está empapada vitalmente del Evangelio, si Jesús aparece apagado, que no enamora, ni seduce, ni toca el corazón, esas Comunidades y Proyectos no tiene futuro y se irán envejeciendo y apagando y aun podrán desviarse.
Tenemos que dejarnos atrapar no sólo por una causa, por una ideal, por una misión, sino por la persona de Jesús, por el Dios vivo y encarnado. No basta decir es nuestra la Opción por los Pobres, tenemos que hacerla nuestra como parte esencial del llamamiento de Jesús y vivirla con El y cómo El la vivió. Debemos dejarnos transformar por ?l, por ese Dios en Jesús apasionado por una vida digna y dichosa empezando por los excluidos. Que nos marque hondamente la experiencia de Jesús para vivir desde ?l y con ?l para el Proyecto del Reino de Dios. Que tengamos como prioridad hacer a nuestras Comunidades y a la Iglesia toda, más fiel al Evangelio.
C.- Recuperar nuestra verdadera Identidad. Creo que cuando hablamos de identidad de las CEB, por ejemplo, decimos lo que hay dentro de cada palabra C. E. B. Pero me pregunto si en ello destacamos o queda implícito nada más, Jesús y su seguimiento fiel y el Proyecto del Reino.
Podemos decir que somos Comunidades y distinguir el ser Comunidad de ser un grupo, pero ¿destacamos que somos la Comunidad de seguidores de Jesús? Podemos decir que somos Eclesiales, que somos un nuevo modo de ser Iglesia y eso es verdad, pero ¿destacamos que ese modo nuevo de ser Iglesia arranca de ser Comunidad de seguidores apasionados de Jesús y comprometidos por el Reino? O simplemente destacamos que somos Iglesia?
Podemos decir con razón que somos de Base en la Iglesia y sociológicamente, pero ¿eso lo relacionamos expresamente con Jesús que ?l en su pueblo estaba en la Base y que se comprometió por la vida digna, por los más excluidos que están precisamente en la base de la sociedad?
Sin duda tenemos como desafío hacer crecer nuestra conciencia de ser seguidores de Jesús en el interior de la Iglesia y buscar en Jesús la identidad más profunda de nuestras Comunidades. Que aprendamos a mirar con sus ojos, a sentir todo con su corazón, a proyectarlo con su esperanza y a entregarnos como ?l con pasión al servicio del Reino.
Nota: En los siguientes capítulos vamos ahondar en el Proyecto de Jesús, el Proyecto del Reino de Dios y en su profetismo. Y todo esto de cara a esa profunda renovación e impulso de nuestras Comunidades.
3.- Concretar el llamado a nuestra Conversión como personas y como Comunidades. A lo largo de lo que venimos diciendo, va habiendo sin duda un continuo llamado a nuestra propia Conversión a nivel personal y comunitario.. Señalemos aquí algunos capítulos de nuestra conversión para hacer que nuestras Comunidades e Iglesia toda sean más comprometidas como y con Jesús por el Reino.
A.- ¿Cómo está nuestra Oración personal con Jesús? En las oraciones y celebraciones en familia y nuestra Comunidad ¿Jesús está en el centro y no solo tenemos presente su mensaje y su actuar, sino que también oramos directamente con El, y como El invocamos a Dios como Abbá, como Padre querido? En la oración de petición ¿le pedimos tener sus actitudes fundamentales y permanecer en su amor y estar insertados en El como el sarmiento en la Vid para dar un fruto abundante y que permanezca? ¿Le pedimos nos dé el Agua viva, el Espíritu Santo que brota de su corazón?
B.- ¿Estamos anunciando y viviendo la Misericordia de Jesús señal muy clara del Reino? Tenemos que vivir y ¿lo estamos haciendo con el amor compasivo de Jesús? Y ¿eso se refleja en nuestra cercanía, ternura, amistad, solidaridad con los últimos? Por ejemplo con las y los Migrantes y sus familias? ¿Con los jóvenes desesperados sin estudio, sin trabajo, sin Oportunidades positivas? Con los que sufren hambre ? ¿Somos como Jesús una Iglesia Samaritana?
C.- Los 7 Sacramentos y los Sacramentos del Reino. Con toda razón valoramos mucho los Sacramentos, en ellos confesamos y celebramos nuestra fe en Jesús y acogemos su gracia y su Espíritu ¿Así vivimos los Sacramentos?
Pero junto con los Sacramentos, y deberían ser inseparables de ellos, están los signos o Sacramentos del Reino de Dios, Signos que Jesús fue realizando en su vida. Podemos preguntarnos por algunos signos del Reino de Dios. ¿Cómo están nuestra cercanía a los ?ltimos, la dimensión sanadora de Jesús y la lucha por una Vida más Digna? ¿Qué contacto directo tenemos con los leprosos y excluidos de nuestra sociedad? ¿Qué tan el centro tenemos a los niños, y niñas y a los más vulnerables en especial a las Mujeres marginadas o excluidas y aun explotadas? Nuestra vida y nuestra Mesa ¿Es compartida con ellos y con ellas y con los que la sociedad llama pecadores?
D.-Verdad y mentira, errores y pecados. Falsas seguridades. Con sinceridad conviene revisar qué hay de verdad y qué hay de mentira en nuestras actividades pastorales, en nuestros Proyectos, en nuestros objetivos. El Papa se reconoce pecador, y nosotros ¿nos reconocemos pecadores? ¿Hacemos un examen de conciencia colectivo para revisar honestamente nuestro seguimiento de Jesús? ¿Sabemos reconocer nuestros errores y pecados y los caminos equivocados que nos han alejado del fiel seguimiento de Jesús?
¿Tenemos una falsa seguridad de que somos buenos, de que estamos bien, de que no necesitamos convertirnos y nos sentimos casi santos? Y tal vez ¿tenemos el pecado de la falsa seguridad o de la pasividad o de la indiferencia ante los grandes clamores de nuestro pueblo? En su predicación desde un comienzo Jesús nos llama a la conversión que no sólo es dejar el pecado, sino cambiar de mentalidad y de corazón. (Mc 1,14-15) ¿Cómo respondemos nosotros a este llamado?
E.- No culparnos ni descalificarnos mutuamente. Hay que reconocer sin miedo nuestros pecados y errores y no se trata de echarnos la culpa unos a otros justificándonos, ni se trata de descalificarnos unos a otros, sino que se trata de reconocer y cargar personal y comunitariamente nuestros pecados y errores, dejarlos en el corazón misericordioso de Jesús y convertirnos ya que Jesúsl nos está llamando a cambiar de mentalidad, de corazón, y dejar la pasividad, la indiferencia y los miedos que nos paralizan.
F.- Saber dejar cosas y arriesgarnos en nuevos caminos por el Reino Hay muchas cosas buenas que tenemos y que hacemos, pero también podemos pensar en cuántas cosas tenemos que dejar para en verdad renovarnos y con audacia y generosidad ensayar nuevas formas de evangelización, nuevos símbolos del Reino. Todo esto desde nuestra fragilidad, pero sostenidos por Jesús que él es la fuente inagotable de nuestra energía. Solamente en ?l podemos encontrar las fuerzas para gastar-entregar nuestras vidas en su proyecto del Reino de Dios y que este proyecto esté muy vivo donde quiera que estemos.
G.- Mensajeros de Esperanza Para terminar este recorrido, una pregunta clave es, ¿si con nuestra actitud y con todas nuestras reflexiones y actividades compartimos y despertamos Esperanza en un mundo tan en crisis y con tantas personas sin esperanza? No se trata de despertar falsas ilusiones, sino de ver hacia el futuro esperando y confiando en el Dios de Jesús. En esta situación tan crítica solo la confianza en el Dios encarnado de Jesús, puede fundamentar nuestra esperanza y dinamizar nuestra vida para gastarla en anunciar y comprometernos en colaborar en construir el futuro que Dios quiere.
En este camino de Esperanza tenemos el ejemplo del Papa bueno Juan XXIII que fue Profeta de la Esperanza y con audacia hace 50 años abrió la Iglesia con el Concilio Vaticano II. Y actualmente tenemos el ejemplo vivo del Papa Francisco con su impulso renovador y audaz y que nos invita a ir a las fronteras existenciales, a no detenernos por miedos y rutinas, sino a entregarnos con plena valentía y generosidad a la causa de Jesús, el Reino de Dios.
Nota: este tema está inspirado y muy alimentado por el libro de Pagola: Recuperar el Proyecto de Jesús. Capítulo II. Poner a Jesús en el Centro. Pero la redacción, los ejemplos y aplicaciones a nuestras Comunidades y otras reflexiones que provoca esa lectura, son de mi cosecha y responsabilidad.
. Octubre 2015
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales
