He titulado así este archivo porque lo que se refleja en la noticia que copio del País, a continuación, lo prueba abundantemente.
Rouco, como todos los manipuladores de lo que creen Palabra de Dios, interpreta torticera o ignorantemente (no sé que será peor) el texto de S. Pablo para, como siempre, arrimar el ascua a la sardina de su falsa autoridad. Para Pablo no discernir el cuerpo y la sangre del Señor no consiste en que el rito se celebre con trozos de pan, ni en que los comulgantes se sirvan ellos mismos con el riesgo de que algún trocito caiga al suelo. Lo que le preocupa a Pablo es que en las misma asamblea que celebra la Cena del Señor, mientras que unos se hartan de comer y hasta se emborrachan, otros pasan hambre.
Siendo así, la profanación no se da en la parroquia criticada por el que se viste con amplios ropajes colorados, que se sienta en los primeros puestos, que gusta de ser llamado padre y maestro (siguiendo el pie de la letra el evangelio que predica) sino en las catedrales y en las procesiones del Corpus donde se adora un remedo de pan que no alimenta a nadie y que une falsamente a ricos y a pobres, a dominadores clericales y no clericales, y a dominados.
Rouco arremete en una homilía contra los curas de la ‘parroquia roja’
EFE – Madrid ?El País, 11/06/2007.
El cardenal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, expresó hoy duras críticas contra los sacerdotes de la parroquia de San Carlos Borromeo, recordando, durante su homilía del Corpus, que «profanar la eucaristía supone un desprecio de la muerte del Señor». Rouco, que presidió ayer una misa de Corpus Christi en la Plaza de Oriente de Madrid, recomendó a los sacerdotes «profundizar siempre en la conciencia del propio misterio eucarístico como un humilde servicio a Cristo y a su Iglesia».
El cardenal añadió: «La Iglesia vive de esta celebración; más aún, nace de ella, pues es el Señor resucitado quien congrega en torno a su mesa a quienes, por participar de su cuerpo y de su sangre, forman el cuerpo de Cristo, la Iglesia del Señor. Como decía san Agustín, comiendo el cuerpo de Cristo nos convertimos en aquello que comemos: La Iglesia, cuerpo del Señor».
«Examínese pues cada cual», agregó, «y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propio castigo. Examinarse a sí mismo antes de participar en la mesa del Señor -como exige el apóstol- conlleva aceptar el misterio eucarístico como sacramento de la muerte de Cristo, comprenderlo en el marco de la tradición que se remonta al Señor, y confesar de palabra y de obra la fe en la presencia de Cristo en la eucaristía que se concreta en la adoración humilde y gozosa de su Cuerpo y de su Sangre».
«Por eso», concluyó, «hemos de lamentar con profundo dolor los abusos y profanaciones de este sacramento de los que hemos sido testigos recientemente en nuestra diócesis [en alusión a la parroquia de San Carlos Borromeo] y que apartan a sus autores de la comunión en la fe y en la vida eclesial, que es el único marco válido de celebración de estos sagrados misterios».
«Grave atentado»
«Utilizar la celebración de la eucaristía en contra de la misma tradición en la que ha tenido su origen es, además de un acto carente de sentido y de valor teológico, un triste y grave atentado contra la comunión eclesial que nace de la obediencia a la fe y al mandato apostólico que procede del Señor», aseguró el cardenal. «Quienes no tienen fe injurian a la comunidad creyente simulando participar de sus misterios; y quienes creen, rompen la comunión que Cristo quiso para su Iglesia».
En alusión concreta al párroco y sacerdotes de la parroquia roja, recordó las palabras de Benedicto XVI en su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis: «Es necesario que los sacerdotes sean conscientes de que nunca deben ponerse ellos mismos o sus opiniones en el primer plano de su ministerio, sino a Jesucristo. Todo intento de ponerse a sí mismos como protagonistas de la acción litúrgica contradice la identidad sacerdotal».