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¿Qué espera usted del papa Francisco?
De entrada, aprecio su nueva manera de ejercer el ministerio. Se hace llamar Obispo de Roma y no Sumo Pontífice.
¿Tanto importa el título?
Es esencial. Porque, al optar por el de Obispo de Roma, está poniéndose al nivel de
colegialidad de los demás obispos. Y eso era un punto crucial del concilio Vaticano II.
Un concilio muy aperturista.
Demasiado para algunos dentro y fuera de la Iglesia y por eso se desanduvo lo avanzado.
Pero Francisco está reivindicando ahora ese legado del Vaticano II y reviviéndolo.
Está usted entusiasmado.
Es que así está marginando… ¡por fin!.. a los burócratas de la curia vaticana. Y Francisco
enfatiza lo pastoral como humanista que es.
¿Qué es lo pastoral?
Francisco quiere centrarse en lo humano: en el dolor de las personas para estar al lado de
quienes sufren. Por eso intercede en la guerra de Siria o defiende a los inmigrantes en
Lampedusa o se convierte en portavoz de los parados en Cerdeña….
¿Será capaz Francisco de recuperar el terreno perdido por la Iglesia católica?
Es que el éxito de la Iglesia católica no se mide por el número de católicos…
¿Ah, no?
A este Papa no le interesa convertir a nadie: y eso es bueno. Porque el éxito de la Iglesia católica no se mide por el número de
católicos que convierta.
Entonces, ¿cómo se mide?
Francisco ya ha dicho que no quiere hacer proselitismo sino respetar todas las ciencias honestas y por eso se acerca a judíos,
musulmanes, budistas… Sufre y actúa con la humanidad. Con un talante renovado.
¿En qué sentido?
Es el primer papa latinoamericano y eso se nota en la manera de relacionarse con todos, por su llaneza en el trato y al
11/11/2013 – 00:00
Francisco: esperanza
Recordarán cómo Juan Pablo
II en 1983 reprendió en
público al sacerdote sandinista
Ernesto Cardenal, apóstol de la
teología de la liberación, de
quien Rodolfo Cardenal es
sobrino. En plena guerra fría,
el papa polaco veía con malos
ojos el avance revolucionario
prosoviético en Centroamérica.
Han acabado las guerras y las
revoluciones han fracasado: la
pobreza, la violencia y,
además, el desengaño siguen
allí. Pero también la esperanza.
Cardenal explica en Alumni
Solidario de Esade que el papa
Francisco encarna ahora la
vocación redentora y
humanista de monseñor
Romero, de Ellakuría y los
demás jesuitas como él
asesinados por las dictaduras
militares.
Miércoles, 13 de noviembre 2013
La Contra
Regístrate gratis Suscríbete Lee La Vanguardia en Salir «Magda Sech Buera»
prescindir de formalismos. Sabe reírse de sí mismo. Es un papa menos frío que los europeos.
¿Cree que va a encontrar oposición?
Eso choca con los sectores más conservadores dentro y fuera de la Iglesia que preferían presentar al papa casi como una
divinidad en la tierra sin contacto con sus habitantes.
¿Por qué?
Porque así lo alejaban de la gente para poder controlarlo mejor.
Me ha sorprendido que el Papa brindara atención pastoral incluso a las parejas homosexuales.
Es la esencia de sus primeros gestos, que apunta cómo será el papado. Quiere sacar la Iglesia a la calle, pero no para hacer
proselitismo sino para ponerla al lado de los que sufren y combatir las causas de ese sufrimiento. Y me permitirá que añada
que eso es teología de la liberación.
¿Qué ha quedado de esa teología?
Quedan los pobres desde luego. Cada vez hay más pobres en un mundo más desigual.
Ustedes estuvieron al lado de los revolucionarios en Centroamérica. ¿Y ahora?
Han acabado las guerras, pero la violencia sigue aterrorizando a los débiles. Ahora en forma de inseguridad ciudadana y
bandas mafiosas que dominan territorios enteros. Los estados son demasiado débiles.
Pero hoy son democracias.
Sólo formales. Se vota, sí, y hay elecciones y urnas, pero si no tienes seguridad ni trabajo ni sanidad ni un futuro, eso no es
democracia. Sólo es una farsa.
¿Por qué han fracasado las revoluciones que ustedes apoyaron?
Los sandinistas, como los revolucionarios guatemaltecos y hondureños, pusieron la ideología por delante de la realidad.
Eran de un marxismo pintoresco.
Es que ni siquiera era marxismo. Su marxismo era un pastiche de manuales de ínfima categoría. Esos dirigentes, como habían
dedicado su juventud a la guerrilla, no se habían formado. Pero lo peor es que tampoco supieron pedir la ayuda de expertos.
Pero tuvieron apoyo exterior.
Vinieron consejeros cubanos o, en su día, soviéticos que no tenían tampoco ni idea de las necesidades de la gente. Así que
fracasaron. Decían que ellos eran el pueblo, pero luego el pueblo les plantaba cara.
¿Por eso perdieron elecciones?
Se lo merecían. Porque ponían su ideología por delante de la realidad. Y, además, se apropiaban del Estado.
Y robar no es revolucionario.
Hoy en Nicaragua Ortega gobierna con un pacto con los capitalistas locales: vosotros controláis la economía y yo os manejo a
los partidos. Para ganar elecciones, el sandinismo distribuye una parte de su botín de forma clientelista -tractores, abono,
semillas- entre sus votantes, un 30 por ciento de la población. Y luego sigue enriqueciéndose.
El que reparte se queda la mejor parte.
Eso es hoy Nicaragua efectivamente.
¿Alguna cosa buena que observar?
Creo en la gente y sus recursos para sobrevivir a la miseria y la violencia. Por eso, monseñor Romero, y su mensaje de justicia,
sigue siendo conocido incluso por los jóvenes que no habían nacido cuando lo asesinaron los militares salvadoreños.