Reseña de libro:» Lo que yo creo» de Hans Küng -- Santiago Sánchez Torrado

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

De entre los libros que he leído esta última temporada, creo que el que más me ha impresionado y emocionado ha sido esta autobiografía intelectual del eminente teólogo Hans Kùng, además de la aportación intelectual y vital que ha significado para mí. Utilizo el término ?intelectual?? en su sentido menos restrictivo y más global posible, como algo que atañe a la totalidad de la persona, a su circunstancia y su trayectoria. Y en el título de esta reseña-comentario pongo por delante el calificativo de creyente al de teólogo porque creo que se ajusta a la realidad en un orden de prioridad cualitativa.

Resulta muy difícil reseñar en un espacio limitado el denso contenido de este libro, ni tampoco lo pretendo, sino solo destacar algunos rasgos que me parecen especialmente significativos para aproximarnos al perfil del autor. Quiero destacar ya de entrada algunos de ellos: su amplísima cultura, su profunda capacidad de análisis, la precisión y riqueza de su lenguaje, su visión global de la realidad, su sabiduría vital, la crítica sincera y matizada de las cuestiones teológicas y eclesiales, su desbordante vitalidad en su edad avanzadísima, su envolvente humanismo y la dimensión de profundidad con que aborda todos los temas, siempre en un tono personal e introspectivo que hace atrayente su lectura.

Por ejemplo: para Kùng, la felicidad es un estado de ánimo básico que resiste incluso las situaciones de infelicidad y que se centra sobre todo en el estar en paz y armonía con uno mismo, manteniendo la alegría del corazón y sin despreciar la actitud y la actividad intelectual ante la realidad de las cosas. Destaca asimismo la importancia de un ?tú?? que acepta y transmite confianza, el valor del humor y hasta de la risa, de la empatía entre las personas y su capacidad de adaptación?? Dedica un amplio espacio al tema del sentido de la vida y su disfrute y califica la nuestra como una ?sociedad de vivencias?? que está inmersa en una crisis de valores, y ello en un posible doble sentido de cambio o de pérdida.

En esta situación, resulta inaplazable para Kùng encontrar el sentido de la vida en uno mismo, diseñar la propia vida y su proyecto de autorrealización, lo que alimenta el sentimiento de coherencia y estabilidad. Tras esas huellas hay que rastrear la verdadera humildad y otras virtudes afines: la mansedumbre, la generosidad, el no-egocentrismo, la autocrítica, la lucha por uno mismo y en favor de los otros (lo que él llama ?la responsabilidad por el mundo?? o ?el ir más allá de uno mismo??). Pero tampoco oculta la dificultad y el dramatismo de encontrar el sentido de ?todo??, de la vida en su conjunto, en esta sociedad tan castigada y saturada del dolor de las víctimas de todo tipo y situación.

Otras actitudes positivas acompañan a las antes citadas: el humanitarismo, la reciprocidad, el respeto por la vida, la solidaridad, la veracidad, el compañerismo??

El autor se ocupa también del tema de la religión y de la falsa fe, derivadas de la inauténtica imagen de Dios que tanto hemos alimentado. Y afirma de modo contundente: ?No he dudado de Dios, pero sí de las pruebas de su existencia??. En este bloque de temas aparecen la relación entre música y trascendencia, de las religiones y la paz, el concepto de mística, la diferencia y convergencia entre religión mística y profética, la concepción personal de Dios, la meditación y la contemplación, consejos sobre formas de orar, el núcleo del budismo, la cultura china, las afinidades entre cristianismo y judaísmo, el cristianismo como opción vital, el modelo de vida cristiana, el mal y el dolor humano, el Dios vivo, una teología del silencio, el seguimiento de la cruz, un resumen del humanismo cristiano, la esperanza y confianza que engendran libertad, el amor humano y sus cualidades, el placer nihilista en el uso de la violencia, la crítica a la iglesia por deformar el rostro de Dios??

Las críticas a la jerarquía de la iglesia por parte de Kûng (especialmente a los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI) son de una apreciable finura y elegancia, sin desmerecer por ello en su sinceridad a veces categórica. Sus duros roces personales son minimizados en función del conjunto de la realidad eclesial y de su aportación a ella, en una admirable y estimulante visión de conjunto.

Este libro es impresionante y emocionante, como decía al comienzo, por múltiples razones, pero sobre todo por la categoría humana y creyente de su autor, por su veracidad y riqueza, por su precisión y vitalismo, por el rigor de su contribución intelectual con un sólido talante de sinceridad crítica y de humildad evangélica.

Editorial Trotta, 2011.

septiembre 2012.