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 En la mente del Papa Francisco hay una pregunta primera al convocar la sinodalidad del pueblo de Dios: ¿Somos los cristianos  espejo  de la cara fundacional de la Iglesia? ¿En sus 2000 años de  historia, la imagen que hemos proyectado responde a la que Jesús anunció o la hemos tergiversado y hasta falsificado? ¿Y la imagen que hoy proyectamos es  fiel copia o triste  caricatura?
En la mente del Papa Francisco hay una pregunta primera al convocar la sinodalidad del pueblo de Dios: ¿Somos los cristianos  espejo  de la cara fundacional de la Iglesia? ¿En sus 2000 años de  historia, la imagen que hemos proyectado responde a la que Jesús anunció o la hemos tergiversado y hasta falsificado? ¿Y la imagen que hoy proyectamos es  fiel copia o triste  caricatura?
Nos congratulamos de que el Papa Francisco convoque a la Iglesia  a una sinodalidad participativa  desde un caminar juntos en el ser y en el obrar.
Da a entender que le importa mucho  dejarse interpelar por la totalidad de los cristianos  y asumir como signo de un caminar juntos, sus heridas y frustraciones, sus anhelos y esperanzas,  su dignidad y derechos  muchas veces denegados.
	No  son pocos  los estudios que narran este caminar histórico de la Iglesia. Por nuestra parte, intentamos destacar  la evolución y cambios más fuertes en estos 20 siglos ,  fruto de un modelo de Iglesia que, si bien mantuvo  entre sus fieles el seguimiento de Jesús, arraigaron en ella  serios desvíos marcando en su interior una profunda desigualdad.  
	Buscar las causas de esa desigualdad nos pondrá en pista para describir dentro del marco histórico la configuración de cuatro imágenes fundamentales de la Iglesia:
1.Imagen primigenia-fundacional
2.Imagen política constantiniana (siglo III).
3.Imagen absolutista de la Reforma Gregoriana (siglo XII )
5.Imagen moderna del concilio Vaticano II (siglo XX). 
El contraste entre esas diversas imágenes abarca el arco de los 20 siglos, en el que resalta la disonancia entre la imagen fundacional y las que aparecen desde el siglo III hasta la moderna del concilio Vaticano II. Una evolución que nos convoca a un discernimiento, para poder separar lo propio y verdadero de lo extraño y opuesto al proyecto originario de Jesús.
	 En esa evolución aparece cincelada la  imagen  de una Iglesia doble:  CLERICAL / LAICAL :  gobernante y gobernada, docente y discente, santificadora y santificada,  superior e inferior.
1.Imagen fundacional de la Iglesia
          La visión exegético-eclesial actual  resulta imprescindible a la hora de precisar este punto. Los primeros discípulos de Jesús acogen su llamamiento y les dice que si quieren seguirle y enrollarse en su movimiento es para inaugurar el Reino de Dios, lo cual no es posible sin tener hambre y sed de justicia, elegir ser pobre y  entregarse con toda el alma a la   liberación de los pobres (Mt, 5,6; 5,3 ; Lc 6,20).
Decididos a seguir a Jesús, les toca tras un no largo tiempo  afrontar su inesperada muerte  como un tremendo  fracaso. Ante ella, dan por acabado todo plan de Jesús,  huyen y lo dejan en absoluta soledad. Tenían razón, al parecer , los dirigentes de Israel que actuaban en nombre de Dios.
	Pero, de pronto se encuentran con un hecho inédito: el muerto en la cruz está vivo, resucitado. Y entonces les queda claro que sus  pretensiones  quedan refrendadas por Dios. 
	A partir de esta experiencia,  congregados  se sienten dispuestos para una nueva forma de existencia: surge la  ek-klesia, llamada desde entonces la Iglesia. Impactados por la resurrección y  unidos en un plano de igualdad, comienzan a crecer y formar diversas  comunidades.  En todas ellas, hay un discípulo de los que acompañaron a Jesús. Todos van con una actitud de servicio, sin anhelar puesto o cargo alguno.
	Nace así, la Iglesia como parte integrante  de la vida, muerte y resurrección de Jesús, que irá adquiriendo formas diversas. Pluralidad que no impide que en el primer milenio  aparezca como punto central la comunión, en tanto que en el segundo será la institución eclesiástica de la Jerarquía. 
	En el siglo I, en medio del judaísmo y de la necesidad de abrirse al mundo pagano, lo que importa de verdad  es la transmisión del Evangelio, vivido y practicado, más que  la forma de organizarse los dirigentes de la Iglesia.
	En los siglos II y III siguen las comunidades cristianas con su protagonismo. Se reunían en torno a un supervisor, el obispo,  sin dejar de ser artífices de su propia vida e iniciativas; se saben portadoras de la tradición recibida de los  apóstoles de Jesús.
	Los obispos aparecen en tan   profunda comunión con el pueblo, que  elegir a los obispos lo hacían las comunidades, con el gesto de la ?mano alzada??  e imposición de manos. Es el pueblo quien  tiene poder  para elegir obispos dignos  y recusar a los indignos. El pueblo, que va a ser presidido por el obispo, afirma Cipriano, tiene que ser elegido por él.
	En el siglo III ocurre un cambio importante: el primero que debe presidir las celebraciones es el obispo y por primera vez se le  llama sacerdote. Poco después, ocurre lo mismo con el presbítero que lo suple. Aparece  por primera vez la sacerdotalización de  obispos y presbíteros. No obstante, todavía  la Iglesia no se divide en dos sectores: los clérigos con poder y los laicos sin él. Estamos todavía en unas Iglesia formada simplemente por cristianos.
	La sacerdotalización de obispos y presbíteros  se va haciendo cada vez más común, lo mismo que la designación de lugares sagrados para la celebración  del culto.
2.Imagen constantiniana de la Iglesia
	En el siglo IV tiene lugar un cambio histórico de primera magnitud: el emperador Constantino establece una alianza profunda con la Iglesia, que implica serias novedades.
	 En el imperio se instaura  una doble vida que se va alternando, la pontifical y la imperial. Aunque se produce una adhesión masiva y banal al cristianismo , se da por supuesto que todo el mundo es cristiano, se admite  como normal la  distinción entre clérigos y laicos, unos con poderes y activos, y otros sin poder y pasivos; unos celebrantes de la liturgia y otros,  meros asistentes. Y así la Eucaristía pasa a ser  celebración predominante y casi exclusiva de los clérigos
Pese a ello, las comunidades siguen participando en la elección de los obispos, que se mantienen integrados en la comunidad, la cual conserva viva la condición sacerdotal del pueblo de Dios. La división entre clérigos y laicos no llega a hacerse real hasta el segundo milenio.
   	El imperio, que proviene de una vida no cristiana, apoya las diferencias entre ricos y pobres, se construye cargando los impuestos sobre los más débiles y fomentando la vida fastuosa e injusta de los ricos.
	No pocos Padres de la Iglesia critican esta situación, pero la Iglesia no es capaz de eliminar  las causas de la pobreza y acaba por resignarse a ser portadora de una salvación  que acontece en la otra vida. 
	El reino de Dios, que debiera transformar el mundo de los pobres y hacerse presente en ellos, se reserva para un  lugar ultraterreno; la Iglesia debe ocuparse de las cosas eternas y no de las temporales. Planteamiento confirmado por el platonismo de algunos  Padres de la Iglesia y que avanza propagándose en la  Edad Media y llega hasta nosotros.
3. Imagen de la reforma gregoriana de la Iglesia
	Tras esta mirada al primer milenio, se produce la reforma eclesial de Gregorio VII, que se caracteriza por  dos hechos fundamentales.   
1º) Acabar con la teocracia
	Gregorio VII se propone acabar con la injerencia del poder temporal en la Iglesia que el imperio carolingio y romano-germánico venían ejerciendo considerándose  como soberanos de todos los cristianos y estándoles subordinados  el Papa y los  obispos. Son ellos , junto con los príncipes y señores feudales, quienes se apoderan de las diócesis y nombran obispos , pudiendo ponerlos o deponerlos a merced de sus deseos e intereses.
2º)Establecer la  primacía del orden espiritual de la Iglesia
	Gregorio VII trató de establecer un orden nuevo, ordenado a  subordinar el poder temporal al espiritual; es el  Papa quien tiene que determinar lo que es conforme a derecho y justicia. Y para asegurar dicho orden crea la institución de los cardenales  como principio elector del Papa. 
	Comienza así un a nueva etapa donde la reflexión teológica tiene como centro  no la COMUNION de la Iglesia sino la DESIGUALDAD, con la creación de dos clases dentro de ella: unos a   los que les es dado el poder de  enseñar , santificar y gobernar (los clérigos) y otros a los que no (los laicos).
	Como creyentes en Jesús, ya no todos son iguales; ser clérigo  comporta un rango superior, propio de la jerarquía, con la cual acaba identificándose  la Iglesia.
La comunidad cristiana deja de ser sujeto de la celebración eucarística, sólo el cura dice Misa y tiene el poder de consagrar. El cuerpo de Cristo ya no es el pueblo de Dios = la Iglesia, sino el cuerpo físico de Cristo, sobre el cual el cura realiza la transustanciación con la consagración. En consecuencia, la Misa resulta propiedad del sacerdote y puede celebrarla él solo.
 	El concilio de Costanza y la misma Reforma protestante  intentaron reactivar la conciencia de que la Iglesia no está sólo en manos del Papa y del clero,   sino  en el sentir de todo el pueblo convocado por Dios. Pero, de hecho las estructuras medievales de la  Iglesia se consolidaron y prolongaron hasta el Vaticano II.
4º)Imagen de la Iglesia en el concilio Vaticano II
	 Resulta paradógico que, al intentar captar la imagen primera de la             Iglesia, hayan pasado siglos y se ha tenido que esperar hasta el concilio Vaticano II para dar con ella. 
1.UNO ES EL SE?OR
	?Todos los hombres son llamados a   la unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos , por quien vivimos  y hacia quien caminamos?? (LG, 3).
	?La iglesia es el pueblo elegido  de Dios, que es uno: UNO es el SE?OR, uno el Bautismo, una la Fe, una la Esperanza, una  la Caridad. Común la  gracia de ser hijos de Dios y  común la vocación  a la perfección.(LG, 32)
	?Su luz resplandece en la Iglesia, anunciadora  de su Evangelio     (Buena Noticia)  que se hace presente con la  llegada del Reino de Dios?? (LG, 1). 	
2. ANTE CRISTO Y LA IGLESIA
          ?No existe desigualdad alguna  por razón de la estirpe, nacimiento, condición social o sexo, pues todos somos UNO en Cristo Jesús y todos somos llamados  a la santidad?? (LG,32) .
	Los rasgos descritos nos recuerdan, en primer lugar, que en el principio y en la raíz de la  Iglesia está Jesús de Nazaret. Fue El quien  convocó y desencadenó el movimiento de cuantos se comprometieron a seguirle.
	En segundo lugar, los seguidores de Jesús, todos  son llamados a anunciar el reino de Dios y  fundar  una familia universal, de hermanos, viviendo en ingualdad, justicia y solidaridad, poseídos por una misma fe, una misma esperanza y una misma caridad.
  	En tercer lugar, el seguir a Jesús expresa un estilo de vida, que compromete a todos por igual, sin que se pueda atribuir   a unos  un  grado de mayor perfección que a otros   y  sin poder establecer clases, desigualdades, barreras, discriminaciones y privilegios entre unos y otros. .
	El Vaticano II deja establecido concretos y especiales aspectos de  esta igualdad de todos  los miembros de la Iglesia: ?El concilio Vaticano II devuelve al pueblo el protagonismo  perdido: el sacerdocio, la infalibilidad , el profetismo, la vocación universal a la santidad, la opción por los pobres. 
Y, destaca como más relevante un nueva relación con el mundo: ?El concilio hace un planteamiento nuevo: el de cerrar una era en la historia de la Iglesia y de abrir otra nueva. La nueva era no puede hacerse presentando Iglesia y Mundo como dos polos contrapuestos, que luego hay que relacionar, sino entendiendo que, desde ese nueva relación, la Iglesia forma parte de la historia humana como pueblo de Dios. La Iglesia no es , originariamente, otra cosa que el mundo. Ambos convergen en una previa y sola humana realidad. Hay lugares en la sociedad que no debe ocupar la Iglesia, es muy importante que ella aprenda a escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio?? (GS, 4) .
Y, desde esta perspectiva, hay que responder al doble desafío del humanismo laico y antropocéntrico de la cultura moderna, sin darle la espalda, tratándolo con una actitud samaritana y con la convicción de que es portador de valores como la autonomía del mundo, de la razón y de la ciencia y la democratización de la sociedad.
	Esta perspectiva  constituye un auténtico progreso  y le hizo producir efectos operativos muy profundos.  Con el concilio sonó la hora de empujar a la Iglesia a lo que Jesús quiere de ella: una forma nueva de hacerse presente en la historia??.
5º) Verdades primordiales de la nueva forma de la Iglesia
	Examinada en conjunto, esa nueva forma eclesial  reviste múltiples aspectos pero hay uno que configura, dignifica y da sentido a todos los demás: el sacerdocio común, reproducción y perpetuación del sacerdocio de Jesús,que iguala la  vida todos sus seguidores.
	Entre Dios y la Sociedad no cabe una mediación sacerdotal   elevada a clase superior, dotada con poderes especiales sobre los demás  y que los diferencia esencialmente.  
	Jesús era un ser humano, un ciudadano como todos los demás, que reivindicaba el valor sagrado de todo ser humano y en especial de los que menos contaban para el Templo y el Imperio: los empobrecidos y marginados. Eran estos  precisamente  los preferidos de Dios.
	Su nuevo sacerdocio consistía en desvivirse para que nadie fuera menos que nadie, esclavo, pobre o siervo de nadie. Heterodoxo y revoluciojnario presentaba a Dios como Padre y valedor  de los más pobres, demoledor del poder, la soberbia, la hipocresía y privilegios de quienes decían representarle.
	Si algo se declaraba él era ser misericordioso y servidor de los más pobres, de los últimos. Y se lo recalcó  con palabras entrañables en la Cena de despedida: 
3.PREGUNTAS AL PUEBLOS DE DIOS
       Vista la situación y configuración actual de la Iglesia, con su estructura, funciones y comportamientos:
                          1º) ¿Qué cinco verdades o enseñanzas  importantes, hoy desfasadas,  debería  renovar o  eliminar?.
	                     2º)¿Qué cinco temas principales debería admitir y legitimar?.
