Enviado a la página web de Redes Cristianas
¿Es explicar a los lectores y/u oyentes qué tenemos que hacer, como nos tenemos que comportar con las otras personas para que la humanidad sea feliz, objetivo divino?
¿O bien es alabar a la persona enviada (Jesús), y a quien la ha enviado (Dios), para hacerle un culto más ceremonioso?
Los profetas (en este caso, Amós, Isaías…) tendieron a hacer lo primero:
Vosotros odiáis / a quien exige juicios justos, / aborrecéis a quien dice la verdad. / Pisáis a los débiles / y les quitáis su parte de grano. / (…) que son muchos vuestros pecados: / maltratáis al inocente, / aceptáis sobornos, / no hacéis justicia a los pobres. (Amós 5: 10-12)
Ni que me ofrezcáis holocaustos / no me complazco; / los sacrificios de comunión, / ni siquiera los miro. / No me molestéis más / con el alboroto de vuestros cantos. / No quiero oír / el sonido de vuestras arpas. / Dejad que el derecho brote como el agua / y la justicia mane / como un torrente inalterable. (Amós 5: 22-24)
Venden a los inocentes / a cambio de dinero, / y a los pobres, / por un par de sandalias. / Pisan la cabeza de los desvalidos / y destrozan la vida de los humildes. / (…) Al borde mismo de los altares / se ponen a la mesa con los trajes / que han tomado a los pobres en prenda. (Amós 2: 6-8)
¡Ay de quienes, a expensas de los vecinos, / agrandan las casas y los campos! / (…) Escuchad qué me asegura / el Señor del universo: / Todas estas casas grandes y bonitas / se volverán una ruina; / nadie habitará estos palacios. / (…) El Señor del universo quedará enaltecido / cuando restaurará la justicia; / él, el Dios santo, / mostrará su santidad / restableciendo el derecho. (Isaías 5: 8-9)
¿Por qué me ofrecéis tantos sacrificios? / Estoy empalagado de holocaustos de corderos / y de grasa de carneros (…) / No traigáis más ofrendas inútiles: / el humo de los sacrificios lo detesto. / (…) Cuando levantáis las manos para rezar / me cubro los ojos para no veros (…) / porque tenéis las manos manchadas de sangre. / Lavaos, purificaos. / Sacad de ante mí / vuestras acciones malas, / dejad de hacer el mal, / aprended a hacer el bien, / buscad la justicia, / parad al opresor, / defended al huérfano, / pleitead a favor de la viuda. (Isaías 1: 10-17)
¡Ay de quienes hacen leyes injustas / y promulgan decretos opresores! / Niegan la justicia a los débiles, / roban el derecho a los pobres de mi pueblo; / las viudas son su botín / expolian a los huérfanos. / ¿Qué haréis el día / en que os pedirán cuentas, / cuando veréis acercarse la tormenta? / ¿A quién acudiréis para que os socorra? / ¿Dónde esconderéis vuestras riquezas? (Isaías 10: 1-3)
Es una muestra de la evangelización de los profetas: enseñaban lo que se tenía que hacer (presentándonos los malos ejemplos, nos invitan a hacer lo contrario).
Los evangelistas, en cambio, tendían más a glorificar a Jesús, y a decir cosas muy excelentes (sobre todo el grupo llamado “Juan”, que se dedica exclusivamente a este queacer). Y, en cuanto a los cuatro, no nos hace ningún bien la obsesión de explicar milagros, en los que nosotros no creemos. Y que, si fueran verdad, no podría ser una invitación a hacer igual que Él, porque no podemos hacerlo. La narración de milagros no es ninguna evangelización.
De los otros tres “evangelistas”, hay que reconocer que Marcos es más un cronista de hechos que un evangelista que explique doctrina y dé consejos.
Tenemos, pues, dos únicos “evangelistas”: Mateo y Lucas. De estos tenemos que destacar los temas siguientes:
Bienaventuranzas, Sermón de la Montaña, compartidos por los dos, y sobre todo las parábolas (destacadamente Lucas), como formas de explicar las cosas mucho más atractivas.
La creencia de un Juicio final da ocasión a Mateo de fijar muy estrictamente cuáles son nuestros deberes en la vida (“me disteis de comer…”). Diríamos que este es el único texto que evangeliza.
Nosotros pensamos lo siguiente: Mateo es quien mejor entendió qué quería decir evangelizar (como invitar a hacer el bien), y Lucas lo compensó explicando más parábolas. Y, sobre todo, Lucas nos hace llegar la bella propuesta de Jesús de invitar a pobres, cojos, ciegos, a un banquete (Lc 14: 13).
Con todo esto, no entendemos que las personas que dicen que quieren una Iglesia más cristiana se inclinen de una manera tan exclusiva por los evangelios (el ”Evangelio”, como dicen ellos). Desplazan a los profetas (los ignoran) y hacen grandes alabanzas del Evangelio (como la gran solución), pero eso sí: sin nunca decir en qué consiste.
Ante esta actitud, tan unilateral, nosotros empezamos a pensar mal. ¿No creéis que es la Institución la que impulsa bajo mano esta unanimidad? Pensando y calculando que los evangelios (sobre todo sin aclarar el contenido) son flojos, inhábiles, no evangelizan, y no sirven para revitalizar a una Iglesia para que vuelva a ser cristiana.