Preguntas más habituales sobre hombres y polí­ticas profeminismo -- Michael Flood

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Heterodoxia

¿Quiénes somos los hombres profeminismo?

Los hombres profeminismo somos aquellos hombres que apoyamos activamente el feminismo y los esfuerzos por hacer realidad la justicia de género y la igualdad.

Algunos hombres profeminismo participamos en el activismo polí­tico. Por ejemplo, uno de los temas más comunes de compromiso es la violencia de género y el maltrato en la pareja. Hay grupos de hombres comprometidos con la lucha contra la violencia de género en Europa, Australia, los Estados Unidos, Canadá, Sudamérica y África, (y muchos otros lugares). Existen campañas como la del «Lazo Blanco» en muchos paí­ses. En España, una serie de fundaciones, grupos y asociaciones se han unido a la campaña europea del «Lazo Blanco» (Fundación Mercurio, Grupo de Hombres de Sevilla), pero existen muchos más profesionales, ciudadanos y asociaciones implicados. También hay muchas más acciones contra la violencia de género que no forman parte de esta campaña. El 21 de octubre de 2006 se celebró la primera manifestación de hombres contra la Violencia Machista en las calles de Sevilla, convocada por el Foro de Hombres por la Igualdad.

Los hombres profeminismo también participamos en campañas de sensibilización y prevención, organizando talleres con menores en las escuelas e institutos sobre coeducación, corresponsabilidad, las relaciones sexuales, la prevención del SIDA, el uso de los preservativos, la lucha contra la homofobia, las conducta de riesgo; ofrecemos charlas en los lugares de trabajo sobre el acoso sexual, el riesgo y la masculinidad, el trabajo doméstico y el cuidado, etc. También damos orientación y terapia a otros hombres que perpetran agresiones, y hacemos mediación en separaciones y divorcios conflictivos, por citar algunas actividades. También estamos preocupados por la salud masculina, realizamos activismo por los derechos humanos, luchamos por los derechos de las prostitutas y en contra del tráfico de «blancas», nos preocupa el tráfico de armas, el militarismo y los valores que se cultivan en los ejércitos, realizamos investigación sobre las masculinidades a todos los niveles, y trabajamos en el desarrollo de curriculas coeducativos en las escuelas. Solemos trabajar en colaboración con el feminismo y los servicios para las mujeres (por ejemplo en los Centros de Acogida para mujeres maltratadas), apoyamos sus campañas y la consecución y consolidación de sus derechos civiles, educativos, laborales y sociales.

Algunos de nosotros participamos además en «grupos de toma de conciencia», otros lo han hecho en algún momento de su vida o no han participado nunca en éstos. En cualquier caso, nuestro compromiso con el profeminismo se manifiesta intentando vivir nuestra cotidianeidad de forma respetuosa e igualitaria con las mujeres y otros hombres, ya sea en nuestros hogares, lugares de trabajo, en la familia, en el ocio y en las calles.

¿Qué pensamos? ¿Qué defendemos?

Los profeministas somos hombres que compartimos las formas de entender el mundo de las feministas. Pensamos que las mujeres como colectivo sufren la desigualdad y la discriminación en nuestra sociedad, mientras que los hombres en términos generales se benefician de formas diversas de poder y privilegios institucionales. El actual modelo dominante de masculinidad o virilidad es opresivo para las mujeres pero además es dañino para los hombres.

Somos conscientes de lo que se han denominado «los costes de la masculinidad», ya que el conformismo con las definiciones tradicionales de virilidad, conlleva un alto precio: problemas graves de salud, muerte prematura, sobrexplotación fí­sica y mental, relaciones emocionalmente vacías… . Pensamos que los hombres debemos responsabilizarnos de nuestras propias actitudes y comportamientos machistas, y además debemos trabajar en general por el cambio social y personal de los hombres. Ambos tipos de cambio son vitales para nosotros.

Algunos apoyamos al feminismo porque creemos y afirmamos que hombres y mujeres no deberíamos tener un destino marcado por el hecho de haber nacido biológicamente macho o hembra. Las mujeres deberí­an acceder al trabajo remunerado y la vida pública igual que lo hacen los hombres. Hay otros de nosotros para los que el profeminismo tiene que ver además con un profundo y pasional compromiso personal que ha cambiado nuestras vidas radicalmente. Para otros ser hombre profeminismo implica un cuestionamiento de los modelos globales de pensamiento de Occidente, modelos que privilegian los estilos de vida y formas de conocimiento de los hombres (androcentrismo). Hay cierto profeminismo que parte de la teoría feminista contemporánea mientras que otros hombres parten de convicciones más viscerales y conversaciones con compañeras, hermanas, madres y amigas. Los puntos de partida son muy diversos.

Así­ como hay una diversidad substancial dentro del feminismo, también hay diversidad y desacuerdo entre nosotros. Uno de los puntos de desacuerdo es el grado en que los mandatos de género en nuestra sociedad nos dañan y reprimen. Algunos ponen el acento en los privilegios que se gozan por el mero hecho de ser hombre en una sociedad machista y dominada por los hombres, mientras que otros subrayan que los roles de género son igualmente dañinos para los hombres como para las mujeres.

Algunos hombres antisexistas defienden que aquellos que resaltan esto último -o que reclaman que, al igual que las mujeres, los hombres están «oprimidos»- no son realmente profeminismo o no lo son del todo. Hay quienes distinguen entre «profeministas radicales» y «profeministas liberales», mientras hay quienes enfatizan los compromisos comunes y las similitudes.

Los profeminismo habitualmente reconocemos la importancia de otras formas de injusticia basadas en la clase social, la raza, la sexualidad, la edad y la discapacidad. Los privilegios de la masculinidad se reparten desigualmente. Ser «todo un hombre» significan cosas muy diferentes para diferentes contextos y grupos sociales. Hay ciertas formas de virilidad que son dominantes o «hegemónicas» mientras que otras son despreciadas y subordinadas.

Los profeminismo políticamente activos hemos tendido a centrarnos en ciertos temas específicos (violencia masculina, salud, paternidad, sexualidad…), pero se puede aplicar una perspectiva profeminismo a bastantes más áreas de las vidas de los hombres. Por ejemplo, hay grupos de hombres «no-feministas» y otros abiertamente «anti-feministas», como los grupos de supremacía blanca, los grupos de defensa del uso de armas, los grupos neonazis y los grupos de defensa de los «Derechos de los hombres» y de los «Derechos de los padres». ?stos últimos, generalmente asociaciones de hombres separados y divorciados, se han centrado en cuestiones como la «custodia compartida» y el «derecho de familia», pero no existe ninguna razón por la que estas no sean áreas de trabajo para el profeminismo.

¿Cómo se llega a ser profeminismo?

El profeminismo masculino es como cualquier otra escala de valores, creencias y actividades políticas. Proviene de profundas experiencias personales, de relaciones, lealtades particulares, y de compromisos éticos y polí­ticos.

Muchos llegamos al profeminismo desde una vivencia de rechazo de la virilidad tradicional, desde una incomodidad, desde la infancia, con nuestras vidas y lo que se espera de nosotros por el mero hecho de nacer con un sexo. Algunos sufren además el estigma y la marginación por no compartir las preferencias heterosexuales. Advertimos que existe un duro precio pagado por ser hombre: perdidas en el bienestar emocional, físico y psicológico, daños en las relaciones personales, familiares y comunitarias. Todo esto es fruto del aprendizaje típicamente masculino de la violencia, del egocentrismo y el aislamiento. Darse cuenta del vací­o y la corrupción de las masculinidades tradicionales es una experiencia muy común para aquellos que llegamos a las «cuestiones de hombres», cualquiera que sea la rama o corriente del movimiento de hombres en la que se ingrese.

Algunos llegamos al profeminismo a través de experiencias personales vinculadas a la lealtad, complicidad e intimidad con alguna mujer particular en nuestras vidas, ya sea una amante, una madre, una hermana, una gran amiga, etc. Estas relaciones han forjado en nosotros una comprensión í­ntima de las injusticias sufridas por las mujeres y la necesidad de que los hombres entremos en acción. Otros llegamos a la defensa del feminismo desde nuestra participación en otras ramas del activismo político, ya sea el pacifismo, el ecologismo, la lucha contra la desigualdad económica, la lucha de liberación sexual u otras. Ha sido en nuestra participación polí­tica, nuestros lugares de trabajo o en las instituciones educativas dónde hemos entrado en contacto y recibido una fuerte influencia del feminismo y otros ideales cercanos.

¿Qué queremos los hombres profeminismo?

Una sociedad igualitaria, con justicia de género, una sociedad bella y democrática. ¿Cuándo la queremos? Ya.

Los profeminismo queremos lo mismo que las feministas, un mundo en el que las relaciones entre hombres y mujeres sean pací­ficas, igualitarias, basadas en la confianza y el disfrute mutuo; en el que ni las mujeres ni los hombres se vean confinados en unos modelos de vida rígidos, enfermos y destructivos; un mundo en que las rígidas divisiones de género en masculino y femenino hayan sido reemplazadas por una rica y colorida diversidad de géneros o de maneras de ser.

¿Qué tipo de feminismo apoyamos?

Esta es una buena pregunta. El feminismo no es un cuerpo de teoría unitario ni un movimiento unificado. En los viejos tiempos alguna gente hablaba sobre feminismos liberal, socialista y radical. Desde entonces podrí­amos añadir por lo menos los feminismos negro y postcolonial, lésbico y queer, postestructuralista y postmoderno, y muchos más. Los profeministas compartimos esta diversidad, nos apoyamos o nos vemos influidos por las diferentes ramas del feminismo. Y claro, esta diversidad se hace patente en nuestras acciones, escritos y teoría.

¿Por qué nos denominamos profeminismo y no simplemente feministas?

El feminismo es un movimiento y un cuerpo de ideas, primariamente desarrollado por, sobre y para las mujeres. Los hombres jamás podremos saber perfectamente lo que significa ser una mujer, lo cual no significa, en absoluto, que no podamos ponernos en su lugar y comprender sus problemas. Además si nos auto-denominamos «feministas» corremos el riesgo de colonizar el feminismo, de meter las narices -como siempre- y pretender tener todas las respuestas, pretender que sabemos mejor que ellas lo que las conviene.

Hay algunas feministas que defienden que ciertos hombres pueden llamarse feministas, ya que responden a estándares similares a los de las feministas -apoyan la igualdad entre hombres y mujeres-. En cualquier caso, la mayorí­a de nosotros utiliza esta etiqueta (o la de anti-sexista) más que la de feministas. Creemos que hay una ingente tarea que los hombres pueden y deben hacer en favor del feminismo, y no es necesario que nos llamemos «feministas» para hacerlo.

Las mujeres lucharon por crear su propio movimiento. La autonomí­a que consiguieron les ha garantizado la posibilidad de defender unos objetivos definidos por ellas mismas y les ha librado de la cooptación de aquellas organizaciones dominadas por hombres que nunca han defendido ni luchado por la igualdad de género. La etiqueta «feminista» ha servido para crear un conjunto de identificaciones alternativas a las feminidades tradicionales que han sido muy útiles para ampliar el horizonte de las formas de ser mujer. Quizá nuestra tarea esté en tener el valor de luchar igual que hicieron ellas por ampliar el estrecho horizonte de las definiciones dominantes de la masculinidad.

(Para un razonamiento más completo y complejo véase el capí­tulo «Men in feminism» de Imelda Whelehan en su obra «Modern Feminist Thought» -proximamente podrás encontrar una traducción en la web personal de Chema Espada-).

¿Formamos parte del «movimiento de hombres»?

Existen paí­ses (como Australia) donde como respuesta a los desafíos que planteo el feminismo, surgieron desde los años 70 una amplitud de grupos de hombres que han sido denominados el «movimiento de hombres». Bueno, algunos dicen que el profeminismo forma parte de este movimiento y otros dicen que no. Para alguna gente los profeministas somos el ala feminista del movimiento de hombres. Este movimiento incluye «grupos de liberación del hombre», «grupos espirituales», «grupos mito-poeticos» y «grupos defensores de los derechos del hombre y del padre». Existen desacuerdos internos al movimiento y nosotros atacamos la misoginia y el profundo antifeminismo de las agendas y programas de los grupos de defensa de los derechos del hombre y del padre. Hay quienes afirman que el profeminismo es un movimiento diferente, que está solapado pero separado de otros movimientos de hombres.

En general nos distanciamos de este movimiento de hombres anti-igualitario ya que no nos consideramos parte de éste. Algunos pensamos que hay un potencial reaccionario elevado en este movimiento -de atrincheramiento en la defensa de los privilegios y la posición masculina-. Mientras que todos los profeministas asumimos que los hombres deben actuar para desmantelar la injusticia de género, algunos defendemos que un movimiento de hombres unificado con todo tipo de grupos -abierta o encubiertamente misóginos- no es ni posible ni la forma para la igualdad. En cambio somos partidarios de construir alianzas y coaliciones con ciertos grupos y movimientos progresistas, tales como el feminismo, los grupos de liberación gay y lesbica, movimientos de izquierdas, socialistas, ecologistas y anti-racistas.

¿Somos los profeminismo «anti-hombres»?

No. Nosotros somos anti-sexistas pero no anti-hombre. Los profeministas somos optimistas sobre el futuro de mujeres y hombres. Creemos que los hombres al igual que las mujeres son perfectamente capaces de ser personas cariñosas, generosas, cuidadoras y no opresivas.

Rechazamos la idea de que los hombres sean intrí­nsecamente perversos, opresivos o sexistas. Creemos que los hombres pueden cambiar y apoyamos cualquier esfuerzo por parte de los hombres para un cambio positivo. Reconocemos la necesidad de construir relaciones í­ntimas y alianzas de apoyo entre hombres como parte del proceso de cambio. Así­ hay algunos profeministas que se autodenominan «hombres positivos» o comprometidos con la «mejora de la vida de los hombres».

Asumimos que individualmente los hombres no somos responsables, ni se nos puede culpar individualmente de valores y estructuras sociales tales como la opresión de las mujeres a lo largo de la historia o los modelos de virilidad dominantes. Al mismo tiempo los hombres somos responsables individualmente de nuestros comportamientos opresores (como la violencia) y podemos y debemos elegir cambiarlos.

La «positividad masculina» y el profeminismo se equilibran mutuamente. Ser positivo con los hombres no conlleva nunca apoyar a cualquier hombre que cambie. Tenemos que conservar un sentido de la ética o de los valores, y evaluar a los hombres y las masculinidades de acuerdo a ello. Por dar un sencillo ejemplo, la violencia masculina es inaceptable así­ como la violencia es éticamente inaceptable. Así ser positivo con los hombres no es incompatible con ser crítico de la opresión o de los aspectos destructivos de los grupos de hombres o de los movimientos de hombres.

El único sentido en el que el profeminismo es anti-hombres es en que algunos piensan que debemos desmantelar por completo el sistema de división de la gente en dos «sexos opuestos»: «macho» y «hembra». Sin embargo, hay quienes no estamos de acuerdo con esto, y defendemos que lo que debemos cambiar es el contenido de los modelos de masculinidad más que deshacernos conjuntamente de las nociones de la masculinidad y la feminidad. En otras palabras, el problema es que el sistema de dos géneros está fundamentado en la dominación y el privilegio de unos.

¿Somos los profeminismo homosexuales?

Pues bien, hay hombres de todo el espectro de preferencias y gustos sexuales entre los profeministas. Resulta complicado decir cuantos hombres gays o bisexuales hay entre nosotros y si su proporción es mayor que la que hay en la sociedad en general (y que alguna gente estima en torno a un diez por ciento), porque nadie lo ha investigado. Los hombres frecuentemente se acercan al profeminismo a partir de sus relaciones con mujeres, pero esta es una vía exclusivamente heterosexual. Sin embargo, frecuentemente muchos gays se han adscritos al profeminismo por su distanciamiento frente a la masculinidad tradicional, o por su comprensión de los ví­nculos entre la homofobia (pánico y odio hacia los no-heterosexuales) y el sexismo.

Aquellos que cuestionan la masculinidad tradicional o que se comportan de maneras no estereotipadas suelen ser percibidos como homosexuales (lo sean o no) y atacados por ello. Este es un indicador del extraño ví­nculo que en nuestra sociedad se suele hacer entre la orientación sexual (a quién deseas o con quién tienes sexo) y el comportamiento de género (la conformidad con las nociones de lo que es «ser todo un hombre»).

Muchos profeministas creemos que la masculinidad se encuentra fuertemente impregnada de homofobia y que el modelo dominante de masculinidad es heterosexista. La homofobia y el heterosexismo (el sistema de privilegio heterosexual) representan una injusticia para los no heterosexuales y restringen además las vidas de los propios «heteros». Los hombres encontramos nuestras vidas emocionales, sociales y sexuales limitadas por profundos temores de ser percibidos como homosexuales. Desde la infancia debemos enfrentar este terrible temor y el continuo desafí­o de dar pruebas de que no somos gays. Debemos desafiar la idea de que la debilidad o la vulnerabilidad sean signo de desviación. La homofobia lleva a limitar la intimidad, el amor y la amistad entre hombres, lleva a comportarse hiper-masculinamente y agresivamente, y lleva a cerrarse emocionalmente.

El temor de ser etiquetado como gay nos previene para que no cuestionemos y abandonemos la masculinidad tradicional. Muchos profeministas sostenemos que los hombres y la masculinidad no cambiarán jamás si no es erradicada la homofobia. Algunos nos dicen «gay-heteros», o «heterosensatos» y nos sentimos muy felices de relacionarnos con naturalidad independientemente de nuestras preferencias sexuales, apoyando activamente las reivindicaciones y grupos que luchan con el reconocimiento y la dignidad de las minorías sexuales.

¿Qué relación tiene el profeminismo con la culpabilidad?

Creemos que no existe una relación directa. Los profeminismo pensamos que somos responsables y debemos cambiar nuestras actitudes y comportamientos sexuales y los de otros hombres. Algunas veces podemos sentirnos culpables cuando nos damos cuenta de nuestros errores y cómo hemos causado daño, pero quedarse anclado en la culpa es inútil.

La culpa puede ser una respuesta normal cuando una persona es criticada o desafiada por que se ha comportado inapropiada u ofensivamente. La culpa es la emoción asociada en cierta forma a la toma de conciencia, y los profeministas no rechazamos el papel de la culpa por completo, pero tampoco creemos que la gente deba regocijarse masoquistamente en ella. Es mucho más importante que tomemos decisiones y actuemos en respuesta a los desafí­os y las críticas.

¿Cómo enfrentamos el malestar masculino, el dolor o las desventajas?

Los hombres anti-feministas han sido mucho más efectivos que los profeministas al hablar de ciertos aspectos de nuestras vidas. Ellos identifican rígidamente ciertas áreas de dolor, confusión e impotencia que muchos hombres experimentamos. Pero pensamos que hacen diagnósticos erróneos que les llevan a prescribir curas equivocadas. Los anti-feministas, se equivocan además a la hora de identificar otros problemas experimentados por los hombres, tales como el abuso de poder -obligar a otros y/o ser obligado a hacer algo por la fuerza o la amenaza-, y suelen culpar equivocadamente a las mujeres de sus propios abusos de poder.

Los profeministas estamos reconociendo y situando cada vez mejor las áreas del malestar y las desventajas de ser varón: los problemas de salud y la educación de los niños, la violencia contra otros hombres, las experiencias dolorosas del divorcio y los procesos de custodia, y muchos más. Exploramos la realidad de las experiencias de hombres y niños en estas áreas y, al mismo tiempo, somos críticos con las amplias agendas anti-feministas y anti-mujer a las que a veces han estado vinculados estos temas. Rechazamos las causas, carácter y prevalencia de los análisis hechos por los grupos de defensa de los «derechos del hombre».

Los portavoces de los «derechos del hombre» han atacado los servicios para la mujer, y al mismo tiempo han reclamado servicios exclusivos para hombres o cuando menos mixtos. Atacar la existencia de servicios que primariamente son para la mujer no son formas adecuadas de conseguir servicios para los hombres. Se trata de ataques injustificados y faltos de ética. Estas estrategias apuntan a una diana equivocada. Con esta estrategia se arriesgan además a perder posibles simpatizantes. La lógica simplista del «Tu lo tienes, yo lo quiero también» («culo veo, culo quiero») no es la forma más adecuada de conseguir servicios para los hombres. (Para una discusión más extensa véase Michael Flood, «Respondiendo a los derechos del hombre», en revista XY, primavera, 1997).

Los profeminismo pensamos que tienen sentido ciertos servicios enfocados a varones, como programas de igualdad para hombres, campañas de prevención, tratamiento rehabilitador y terapéutico para hombres agresores en los centros penitenciarios o servicios de ayuda para niños y jóvenes que han sido víctimas de violencia y abuso. Pero esto no deberí­a hacerse a expensas de los recursos y presupuestos dirigidos a las mujeres. Defendemos que los hombres debemos trabajar con las mujeres, estableciendo alianzas y ví­nculos, y no adoptar un modelo «nosotros contra ellas» basado en una supuesta «guerra de los sexos».

Y entonces qué…

Los hombres tenemos un papel central en la transformación de las relaciones de género, que han sido iniciadas por el feminismo y el movimiento de las mujeres. Los profeminismo somos además bienvenidos como participantes importantes en este proceso. Estamos apoyandonos y cambiando el mundo cuando adoptamos la justicia de género como un compromiso personal y un objetivo político, sobretodo cuando vivimos nuestras vidas marcando esta diferencia.

¿Dónde puedo encontrar más?

Tanto los recursos en internet como las publicaciones escritas en castellano son bastante escasas en comparación con el inglés o francés. Sin embargo os invitamos a hacer búsquedas en nuestra web, y en nuestra extensiva lista de enlaces donde podeis encontrar la referencia de diversos colectivos y experiencias, especialmente dentro de España.