El título de este breve artículo va entrecomillado debido ello a que es el mismo que aparece en El País de este domingo 6 de octubre. La autora es Nuria Labari. Es un título bien traído, pero me resultó algo engañoso, como tantas otras cosas de la vida. Yo creía que me iba a adentrar en el corazón de Greta y descubrir las razones íntimas que esta joven militante ecologista tenía para llorar como hizo al dirigirse a los mandatarios más poderosos del mundo. Pero no fue así, en buena parte.
La autora habla de la crítica que recibía esta chica por una supuesta sobreexposición pública que a su edad no parece aconsejable. Y es en esta apreciación donde centra su discurso. Denuncia, con toda razón, la sobreexposición de tantísimos menores, a veces para negocio de sus padres, en los muy variados medios digitales que abren la ventana de nuestras vidas al público. Me parece que sí merece una fuerte crítica la irresponsabilidad de quienes han de tutelar, y no lo hacen, el acceso y uso de menores de móviles, Facebook, Instagram, WhatsApp… Pero no estoy de acuerdo, igual que Nuria Labari, en invocar una supuesta sobreexposición de la joven Greta Thunberg para criticar su actuación en favor del clima. Uno sospecha que la mayoría de quienes creen que le perjudica su protagonismo social es debido a que esta adolescente utiliza su influencia en Internet y demás medios para atacar precisamente a los políticos diciendo a todo el mundo que están traicionando especialmente a los jóvenes, pues no están protegiendo la Casa Común donde ellos han de vivir.
Como decía antes, quedé algo decepcionado al ver que el artículo citado no profundiza en el tema y sólo dice, muy en general, que Greta Thunberg llora por la situación y deriva climática y por la situación de la envejecida democracia, por su alarmante ceguera que no ve más allá de lo inmediato. Son buenas razones para llorar, pero yo esperaba que el artículo concretara algo sobre las causas, ciertamente dramáticas, por las que Greta y muchísimos otros lloran, conscientes de los desastres ecológicos mundiales: el mayor de todos es el gran número de personas que mueren de hambre, o debido a las condiciones de su vivienda, si es que la tienen, o por la falta de medios para atender enfermedades fácilmente curables, o perecen cuando tratan de buscar una nueva vida en otro país. Forman parte de este auténtico desastre ecológico todas las esclavitudes, muy graves, graves y menos graves, a las que muchos seres humanos están sometidos. Todas las injusticias son atentados ecológicos, pues los hombres y mujeres que pueblan nuestro mundo formamos parte de la Naturaleza. No somos el centro del Universo, pero sí una parte, yo creo que la más noble, de la Tierra donde convivimos con los demás seres vivos.
Además del drama ecológico humano, hay otros muchos, que lo son en sí mismos y por la relación que tienen con nuestra vida. El deterioro del medio ambiente, la contaminación de las aguas de fuentes, ríos, mares y océanos. La sobreexplotación inmisericorde de la naturaleza: tala de árboles, caza, pesca…, la sobreproducción agrícola con métodos agresivos para el suelo y el medio ambiente. Etc.
Greta Thunberg tiene muchas razones para llorar y echar en cara a los gobernantes lo poco que están haciendo para afrontar el problema, que lo es ya hoy, pero que, si no se le da solución, se irá agrandando en el futuro y cada vez irá teniendo más difícil solución. Somos muchos los que estamos preocupados. Todos tenemos muchas y muy graves razones para “llorar”. Pero no mucha gente es consciente de ello. La humanidad tiene un problema básico previo. Son muchos los que no ven qué está pasando debido a una falta de educación de la vista. Nuestros ojos no están preparados para percibir estos problemas. Bueno, lo de “ojos”, es una metáfora. Igual que si dijera nuestro corazón. El problema es interior, de nuestra mente, de nuestra consciencia, reflexión…, de nuestro intelecto. Hay que hacerlo sensible a estos problemas para que los pueda captar y para que sepa que se han de abordar y solucionar. Es cuestión de educación, sí, pero no solo para conocer sino para actuar cuando la realidad nos lo exige. Al margen de ideologías y religiones.
¿Qué se puede hacer? Cada uno lo ha de descubrir, pero hay respuestas generales. Sabemos que los hábitos consumistas son una de las causas de tanta agresión a la Naturaleza: consumir sin necesidad, o ese usar-y-tirar que a veces nos parece tan normal. Cuidar el uso del agua, de la energía eléctrica, del coche…, del papel. Devolver selectivamente los desperdicios, nuestra basura…, cualquier sobrante de nuestro consumo. Con frecuencia podemos ver en la televisión el desastre del plástico en ríos y mares y en vertederos piratas. Ya se detectan en los pescados que comemos.
Sinceramente: el problema es grave y por consiguiente la responsabilidad personal también. El compromiso en favor de la Madre Tierra –en la que necesariamente hay que incluir al ser humano, no lo olvidemos- es ineludible. Aquí no valen arrepentimientos hipócritas ni existen fáciles perdones. En este campo no existen “autoridades competentes” para darlos.
Quisiera terminar esta breve reflexión haciendo hincapié sobre el lugar central que parece va a tener el ecologismo integral en el Sínodo sobre la Amazonia que se está celebrando este mes de octubre en el Vaticano. En el documento de trabajo previo se resalta la amenaza a la vida en la Amazonia que se debe principalmente a estas causas: la criminalización y asesinato de líderes y defensores del territorio; apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma agua; concesiones madereras legales e ingreso de madereras ilegales; caza y pesca predatorias, principalmente en ríos; mega-proyectos: hidroeléctricas, concesiones forestales, tala para producir monocultivos, carreteras y ferrovías, proyectos mineros y petroleros; contaminación ocasionadas por toda la industria extractiva que produce problemas y enfermedades, sobre todo a los niños/as y jóvenes; narcotráfico; los consecuentes problemas sociales asociados a estas amenazas como alcoholismo, violencia contra la mujer, trabajo sexual, tráfico de personas, etc.
El sínodo se interesa también por los problemas de toda la tierra: los recursos naturales del Planeta están siendo devastados, depredados y degradados a un ritmo acelerado. Lo ha dicho más de una vez el Papa Francisco: La tierra ya no aguanta. Todo lo que daña a la tierra, daña a los seres humanos y todos los otros seres vivos del planeta, lo que viene a decir que ecología, economía, cultura etcétera no se pueden abordar por separado.
Un buen análisis y palabras esperanzadoras… Pero, como en otras ocasiones ha ocurrido en nuestra Iglesia, es de temer que vayan a afectar poco a la vida de la institución y de sus fieles. Si se quisiera incidir en la solución de los problemas que tiene nuestra Casa Común, se daría un importante paso si se llega a incidir en la moralidad personal, tan importante para condicionar los comportamientos. Utilizando el lenguaje tradicional: las agresiones “ecológicas” tendrían que formar parte de la lista de “pecados” de los que habitualmente tendríamos que “examinarnos” en la revisión de vida antes de celebrar el sacramento de la Penitencia. Si ello llegara a ser así en todos los fieles católicos del mundo, se daría un salto de gigante en el respeto integral a la Madre Tierra. Dada la estructura extremadamente jerárquica de la Iglesia católica y el clericalismo que hay en ella, podemos deducir en manos de quiénes está, en buena medida, la solución del importantísimo problema de la ecología integral.
6 de octubre 2019. José María Álvarez Pipo
Del Foro de Cristianos Gaspar García Laviana